jueves, 7 de noviembre de 2013

Sobre la Capilla de la Jura en San Juan de los Caballeros

Volvemos aquí a adelantar algunas de las aportaciones que realizaremos en nuestro libro sobre el “gótico-mudéjar” de Jerez de la Frontera lanzando una nueva mirada sobre capilla más famosa de todas la que se conservan del medioevo de esta ciudad, la aún hoy denominada –inapropiadamente– como Capilla de la Jura.

La referida capilla se sitúa en el lado del Evangelio del gran ábside de San Juan de los Caballeros, frente por frente a la Capilla Carrizosa. Su denominación se debe a que la tradición ha querido situar en ella un suceso semilegendario de tiempos de Sancho IV, que tuvo lugar concretamente en 1285, según el cual los principales caballeros jerezanos escribieron con su sangre al monarca para pedir socorro ante el cerco de la ciudad por las tropas musulmanas[1]. Sin embargo, la lectura de Rallón no permite dudar que, como señaló Hipólito Sancho[2], esta fue la capilla bajo la advocación de Santa Catalina patrimonio de los Tocino. Según el historiador jerónimo a su lado se encontraba la capilla del Santo Cristo, de los caballeros Mirabales, donde se sitúan hoy unas dependencias desde las que se accede a la capilla por el costado occidental de la misma. Claro que puede comprobarse a simple vista que el acceso original, cerrado seguramente en las reformas decimonónicas, se realizaba desde el propio presbiterio, que se encuentra hoy bastante más elevado.

DSCN0790

El recinto posee planta cuadrada, se levanta en cantería y se cubre con una bóveda estrellada cuyos plementos son de ladrillo. Los nervios descansan sobre columnillas suspendidas con capiteles fitomorfos sobre los que vamos a volver un poco más abajo. El perfil de los nervios consiste en varias molduras que terminan en un baquetón de remate plano; en este último aún se distinguen, a duras penas, restos de decoración pictórica consistente en rombos de color oscuro. En el conjunto, hoy muy deteriorado, escasamente ventilado y mal iluminado, se han identificado algunos signos de cantero.

DSCN0783

El nicho que se abre a Oriente y que probablemente serviría de altar o de arcosolio, posee forma de arco apuntado y se enmarca por un alfiz quebrado. Dicho quiebro en el alfiz es el único que hoy encontramos en todo el medioevo jerezano, descontando el que veremos en el exterior de esta capilla, si bien su decoración de entrelazo, que por cierto conserva huellas evidentes de haber estado pintado de rojo, debe ser puesta en relación con la obra de San Dionisio por la manera en la que dicho alfiz se prolonga para enmarcar el arco apuntado con arquillos entrelazados, si bien en esta capilla no hay lacerías adicionales en las enjutas[3]. Lacerías y alfiz quebrado van a servir de inspiración a los restauradores decimonónicos para sus obras en la Capilla Zarzana y en el propio ábside del templo.

DSCN0782

El exterior del recinto permite ver el aparejo pétreo con que están levantados sus muros, rematándose el conjunto con un pretil de ladrillo que podría pertenecer a tiempos no medievales. En el lado septentrional se abre una ventana cuadrada que debe de ser moderna. Varias hiladas más arriba se abría un estrecho vano medieval, muy deteriorado, en el que apenas pueden reconocerse un alfiz que, aun careciendo de lacerías, por la manera en que se quiebra no es difícil relacionar con el del arcosolio que vimos dentro. Hacia el interior, el referido vano se abría con pronunciado derrame, otorgándole aspecto de saetera. La ausencia de otros vanos medievales otorga al recinto una cierta sensación a fortificación.

DSCN0864

La bibliografía ha aportado datos confusos. Así el padre Rallón afirmó que la capilla había sido fundada por Andrés Martínez Tocino en 1504[4], mientras que por su parte Sancho de Sopranis, sin hacer caso de la fecha aportada siglos atrás por el fraile jerónimo, afirmó que del testamento de Andrés López Tocino –que él tuvo la oportunidad de manejar– se desprende que ya existía la capilla en 1404[5]. El asunto parecía complicarse al tener en cuenta que según el citado estudio sobre los linajes medievales jerezanos del profesor Sánchez Saus, el primero de los personajes citados (Andrés Martínez, Jurado de Jerez) fallece en 1405 y el segundo corresponde a finales del XV; es decir, su cronología parece estar intercambiada.

DSCN0791

Venturosamente, los investigadores José Jácome y Jesús Antón Portillo han logrado resolver el enredo al aportar un documento de extraordinario valor. Se trata del testamento de Andrés Martínez Tocino, fechado el 11 de noviembre 1404[6], en el cual se habla de la construcción de la capilla. Quiere esto decir que tanto Rallón como Sancho cometieron sendos lapsus: el primero el de añadir cien años a la fecha original de 1404, y el segundo rebautizar como Andrés López al autor del testamento que él localizó[7] y ahora se ha vuelto a rescatar[8]. Resuelta la confusión, y dejando claro que nos encontramos ante una fundación realizada a principios del XV por el Jurado de Jerez Andrés Martínez Tocino, pasamos transcribir el párrafo que más nos interesa del documento:

“… y devemos a Fernan Garzia Albañi, hijo de fernan Gº. Albañi é a Diego frnz (Fernández) Albañi su sobrino cinco mill e seiscientos e sinquenta maravedís desta moneda usual, que fincaron por pagar de los diez e nueve mill maravedis por que con ellos me combine, que hisiesen la Capilla que yo fago en la Iglesia de San Juan desta Ciudad…”.

El asunto está claro: en 1404 la capilla, si no terminada, se encontraba ya en un muy avanzado estado de realización, pues se habla de una cantidad (5.650 maravedís) que queda por pagar de la cifra total (19.000 maravedís) a la que asciende la obra. Se trata así de una de las escasísimas fechas seguras que contamos para el “gótico-mudéjar” jerezano, y desde luego la más temprana de las hasta ahora manejadas. Ahora bien, esta fecha concuerda sin problemas con la parte baja de la capilla, e incluso con las columnillas colgantes con sus capiteles fitomorfos, pero en principio no parece encajar tanto con la bóveda[9], lo que ha hecho plantear a los investigadores arriba citados la hipótesis de que esta cubrición pertenece a una reforma posterior. Veámoslo con más detenimiento.

El modelo de bóveda estrellada no es en sí mismo inhabitual en Jerez: lo hemos encontrado en las capillas bautismal y de los Suárez de Toledo en San Mateo, y semiestrelladas son las cabeceras de las capillas de Lorenzo Fernández de Villavicencio en San Lucas y de la Paz en Santiago, por no hablar de la propia capilla mayor de Santo Domingo, además de la del Divino Salvador de Vejer de la Frontera. Con respecto a estos modelos hay dos diferencias fundamentales. La primera, que en el recinto que nos ocupa faltan los elementos más característicos que otorgan unidad a las obras enumeradas, que no son sino los dientes de sierra que flanquean los nervios y la imposta de puntas de diamante. La segunda, que mientras que en aquellas edificaciones la bóveda parte directamente de una planta cuadrada, ubicando trompas de arista viva por encima de las impostas, en la Capilla de la Jura antes de llegar a las impostas ya se ha realizado la transición hacia el octógono a través de las trompas, que aquí se ubican –de manera mucho más ortodoxa– por debajo de dicha línea.

Torre atalaya Jerez  boveda camara inferior

Ahora bien, si nos fijamos detenidamente podemos comprobar que el perfil de los nervios es parecido a los de la cámara inferior de la Torre de la Atalaya de San Dionisio, que por cierto también descansa sobre columnillas suspendidas: el que nos ocupa resulta algo menos moldurado en la base, pero el concepto es el mismo, terminando en dos casos en un bocel de superficie plana[10]. La línea de imposta, en ambos casos sin puntas de diamante, es asimismo muy parecida. Y siguiendo con la iglesia dedicada al patrón de la ciudad, en el pórtico de acceso por el lado sur –allí de nuevo la línea de imposta es similar– los dos modelos que siguen los cuatro capiteles de las columnillas suspendidas son idénticos a algunos de los que encontramos en esta Capilla de la Jura.  

Sobre esta cuestión profundizaremos en otra entrada, pues ahora nos corresponde detenernos, dentro de lo que nos permite el mal estado de conservación y la escasa iluminación actual del recinto, en examinar los citados capiteles, ocho en total. Siguiendo el sentido de las agujas del reloj a partir del ángulo NE, a la derecha de la ventana que se abre a la calle, nos encontramos con cuatro modelos, todos ellos de carácter fitomorfo y cierto sabor mudejarizante:

a) Tallos flexibles que se desenvuelven de manera simétrica y rematan en una doble voluta incurvada hacia el interior, surgiendo en medio una especie de flor de lis.

Modelo A

b) Largas hojas de siete pequeños pétalos redondeados, tres a cada lado y uno en el extremo.

Modelo B

c) Decoración vegetal indeterminada.

Modelo C

d) Parecido al modelo “a”, pero con las volutas incurvadas hacia el exterior.

Modelo D

Los cuatro capitales restantes repiten la serie anterior siguiendo el mismo orden, de tal modo que cada capitel es semejante al que tiene enfrente: justo el mismo esquema que se sigue en el pórtico de la iglesia dedicada al patrón de la ciudad. De estos cuatro modelos, los dos primeros son los idénticos a los que aparecen en San Dionisio. El molduraje de la línea de imposta es el mismo que encontramos en esta capilla: un filete sobresaliente de sección rectangular bajo el que corren dos molduras convexas entre los que se dispone otra más amplia cóncava. Todo esto nos llevar a plantear que los autores de esta capilla van a trabajar en la citada iglesia levantando, cuando menos, el pórtico referido (en una entrada posterior volveremos sobre ello). Claro que el razonamiento también lo podemos realizar en sentido contrario. Teniendo en cuenta que estos capiteles aparecen en un contexto “gótico-mudéjar” como es San Dionisio (recordemos que el pórtico meridional de este templo solo tiene sentido con la capilla del Cristo de las Aguas a su lado, y que la portada del mismo guarda clara relación con la del nicho del muro oriental de esta capilla de la Jura), lo sensato no es forzar las cosas con el empeño de establecer que éstos y los nervios que en ellos descansan pertenecen a una reforma posterior a los tiempos gótico-mudéjares: lo más probable es que todos se realicen en la misma campaña constructiva: la bóveda estrellada sería de 1404.

El problema a la hora de aceptar esta datación para una cubrición semejante en tierras andaluzas es que el modelo viene habitualmente asociado con fechas muy posteriores. Las raíces del mismo se encuentran en una serie de espacios del siglo XIV, como pueden ser la Capilla Barbazana de la catedral de Pamplona (de mediados del XIV)[11] o las salas capitulares de las catedrales de Burgos (terminada en 1354) y Valencia (1356-1369), pero nosotros más bien tenemos que fijarnos, habida cuenta de la presencia de trompas de arista viva en las esquinas, en la serie de capillas sevillanas tardías en las que se funden el modelo qubba, que se manifiesta en el uso de las citadas trompas, con las formas estrelladas. El ejemplo más cercano sería el de la posteriormente muy reformada sacristía de la Cartuja de las Cuevas. También el de la hermosa sala capitular del cenobio cartujo, si bien la complicación del trazado de sus nervios la aleja de la obra jerezana.

Huevar capilla Guzmanes

Asimismo podemos pensar en la capilla de los Guzmanes de la parroquia de Huévar, en principio una obra más tardía por la presencia de un nervio de trazado circular[12]. También habría que incluir en el grupo el presbiterio de la sencilla parroquia de San Nicolás del Puerto, en lo más recóndito de la sierra sevillana[13], y el de la ermita del Cristo de la Misericordia en Fuenteovejuna (Córdoba)[14]. Aunque para ninguna de estas obras hay fechas seguras, en todo caso son posteriores a mediados del cuatrocientos. ¿Es la capilla jerezana, pues, la primera de la serie?

 


[1] “Llámase San Juan de los Caballeros porque (…) en ella se juntaron los de Xerez cuando los tenía cercados Aben Joseph, rey de Marruecos, y con la sangre de sus venas escribieron al rey don Sancho el Bravo el conflicto en que se hallaban, con cinco meses de cerco sin tener socorro ninguno. A la cual le respondió el rey, que se sustentasen y en ningún modo desamparasen la ciudad, a cuya defensa estaban obligados por la confianza que el rey su padre había hecho de su nobleza (…), palabras que infundieron tanto valor en nuestros jerezanos, que comenzaron la resistencia en medio de las mayores fatigas, como si aquel fuera el primer día de cerco y se sustentaron hasta que el rey vino a socorrerlos (…)”. Fray esteban RALLÓN: Historia de Jerez de la Frontera y de los reyes que la dominaron desde su primera fundación, vol. IV, Cádiz, 2005, pág. 133. En realidad parece que el sobrenombre del templo se debe no al referido acontecimiento histórico, sino a que éste era lugar habitual de reunión de los miembros de diferentes órdenes militares, cuyos escudos aun hoy campean en las claves de la bóveda estrellada de su antigua sacristía, actual sagrario.

[2] IBÍDEM, pág. 133. Según este historiador a su lado se encontraba la capilla del Santo Cristo, de los caballeros Mirabales; de ésta hoy no se conserva nada, aunque en las recientes obras en las antiguas dependencias parroquiales han aparecido las huellas de lo que pudo ser su bóveda.

[3] Vimos en su momento que el alfiz de entrelazo de la portada meridional de San Mateo, aparecido durante la última restauración, también debía de prolongarse por la rosca del arco.

[4] RALLÓN: ob. cit., pág. 133.

[5] Hipólito SANCHO DE SOPRANIS: Introducción al estudio de la arquitectura en Xerez, Cuaderno de estudio nº 1 de la revista Guión, Jerez, 1934, pág. 5.

[6] José JÁCOME y Jesús Antón PORTILLO: “La Capilla ‘de la Jura’, de San Juan de los Caballeros, de Jerez de la Frontera: entre la épica y la realidad histórica”, en Revista de Historia de Jerez, nº 13, Jerez, 2007, págs. 183-212. Se trata, según los citados investigadores, de una copia antigua del documento original, inserta en un protocolo del siglo XVIII que se encuentra en el Archivo de Protocolos Notariales de Jerez. Lo presentaron por primera vez en José JÁCOME y Jesús Antón PORTILLO: “La Capilla de la Jura que no es tal”, en Diario de Jerez, martes 2 de mayo de 2006, pág. 40.

[7] Ni que decir tiene que Sancho, como en él era costumbre, no dejó indicación alguna para que futuros investigadores pudieran localizar el documento por él hallado.

[8] Existió un Andrés López Tocino, pero se trata de un personaje casi un siglo posterior que nada tiene que ver con la erección de la capilla

[9] “Su cubierta responde a una tipología que sólo se difunde en España a partir de finales del siglo XIII y principios del XIV”, según Esperanza DE LOS RÍOS: “La Historia del Arte en Jerez desde la Edad Media hasta el siglo XVII: Edad Media”, en Historia de Jerez de la Frontera, t. III, págs. 15-44, Cádiz, 1999, pág. 23.

[10] En la tardogótica capilla Carrizosa de la propia iglesia de San Juan –en el costado meridional de la capilla mayor– encontramos también nervios con remate plano, pero su perfil es por completo diferente al que hemos descrito, pues como es propio en el tardogótico, la base es muy amplia y se va estrechando en suaves curvas.

[11] Vicente GALBETE MARTINICORENA: “La capilla Barbazana en la catedral de Pamplona. Una aproximación a su traza”, en Príncipe de Viana, nº 219, págs. 9-20. El autor considera que su bóveda estrellada, “evocadoramente islámica”, fue “quizá la primera de su género, logrado híbrido de cúpula califal y bóveda de crucería, novedad técnica que tanto éxito tuvo con posterioridad”.

[12] “Pertenece, desde luego, al primer tercio del XVI y quizá cuando se termine de descubrir la inscripción de su cornisa se podrá saber la fecha exacta de su construcción”, apuntaba Diego ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego: Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XII, XIV y XV, Sevilla, 1932, pág. 146. Interesa añadir que su posición con respecto a la capilla mayor, al igual que la de la sacristía de la Cartuja sevillana, es similar a la de la Capilla de la Jura con respecto a la de San Juan, esto es, en su costado izquierdo.

[13] IBÍDEM, págs. 108-109. “Me limitaré a decir aquí que es obra ya de 1500”, apunta el autor.

[14] Mª Ángeles JORDANO BARBUDO, : El Mudéjar en Córdoba, Córdoba, 2002, págs. 87-90. págs. 436-438. Este edificio no hemos podido visitarlo personalmente, por lo que hablamos a partir de la fotografía y la planimetría que se incluyen en la publicación referida. La autora data esta obra entre finales del XV y comienzos del XVI.

lunes, 7 de octubre de 2013

Dientes de sierra en los templos medievales de Jerez (y II): edificios jerezanos

Continuamos nuestros repaso fotográfico sobre el uso de los dientes de sierra en la arquitectura medieval de Jerez de la Frontera iniciado en la entrada anterior, y lo hacemos ahora con los templos jerezanos propiamente dichos. Recordemos que el motivo ofrece en esta ciudad diferencias con respecto a su uso más generalizado. Lo habitual en otras latitudes es que baquetón que lo forma se limite a girar en ángulos agudos trazando triángulos yuxtapuestos de tal manera que los dientes se encuentren uno junto al otro. Aquí, por el contrario, cada diente se encuentra distanciado de sus compañeros: el baquetón que forma el motivo se abre en dos ángulos obtusos en la base de cada diente, siguiendo así muy brevemente el recorrido del arco y separando a cada diente del anterior. Otra opción que encontramos en Jerez es que cada uno esté completamente individualizado en su correspondiente dovela y no exista conexión ninguna entre los dientes.

A diferencia de lo que ocurre en Córdoba y Sevilla, no tenemos en Jerez ni una sola portada con dientes de sierra, aunque es posible que las hubiera. Sí que es muy frecuente encontrarlo flanqueando los nervios de las bóvedas de crucería, estas con frecuencia haciendo uso del tercelete y, por tanto, generando formas estrelladas. Es lo que ocurre –vamos a seguir en nuestro recorrido el orden de los evangelistas– con las dos capillas a los pies del lado meridional de la parroquia de San Mateo.



La bautismal es la que se conserva en mejor estado. En ella hay que subrayar la enorme separación que hay entre cada uno de los dientes de sierra, y cómo estos no están formados por una moldura continua que se va quebrando: los dientes están completamente separados entre sí. También hay que destacar cómo en el interior de cada uno de ellos hay un pequeño resalte con forma de punta de flecha.


La de los Lope de Mendoza o Suárez de Toledo, junto a la anterior, es de mucha mayor altura. No ha conservado las línea de impostas con puntas de diamante ni las columnillas suspendidas bajo los capitelillos.


El resalte en el interior de cada diente y la gran separación entre cada uno de ellos son circunstancias que apuntan a que debieron de ser realizadas por el mismo equipo que la bautismal, si bien en esta capilla sí que hay una moldura continua formando los dientes.


En el templo de San Marcos encontramos el motivo en la bóveda de crucería simple de la capilla de los Picaño, en el lado de la Epístola. Un recinto que, por cierto, ha dado lugar a una curiosa concatenación de errores en la historiografía. Primero Carlos García Peña, en su tesis doctoral (Arquitectura gótica religiosa en la provincia de Cádiz. Diócesis de Jerez, 1990), afirma que “apean los nervios en voluminosas ménsulas, en las esquinas, que van ornadas de cabezas de clavo”, afirmación absolutamente errónea porque lo que poseen las referidas ménsulas es decoración figurativa, posiblemente el Tetramorfos. Más tarde Esperanza de los Ríos (“La Historia del Arte en Jerez desde la Edad Media hasta el siglo XVII: Edad Media”, en Historia de Jerez de la Frontera, 1999) confunde en esta capilla con la qubba que sirve hoy de antesacristía (“la capilla de los caballeros Picaños o Pesaños, de planta alargada con techumbre ochavada sobre trompas”), para luego en la página siguiente realizar la identificación correcta (“el antiguo enterramiento de los Picaño, se cubre con bóveda de crucería con los nervios decorados con dientes de sierra”) pero añadiendo el dislate de García Peña sobre esas cabezas de clavo o puntas de diamante que no están ni en esta capilla ni en lugar alguno del templo.

Jerez San Marco Capilla Picaños

Volviendo a los dientes de sierra, aquí no hay baquetón continuo, sino dientes por completo separados entre sí. La intensa molduración de los nervios sobre los que reposan crean un efecto de claroscuro que apunta a modelos cordobeses mucho antes que a otros ejemplos jerezanos de este mismo motivo. Por cierto, curiosísimas las flores de lis en los arcos formaletes que podemos ver en el siguiente detalle.

Jerez San Marco Capilla Picaños detalle

En San Lucas, los nervios de los tramos rectos de la capilla mayor se recubren del motivo que nos ocupa. Debe observarse la gran separación entre cada uno de los dientes, así como la existencia de un resalte con forma de punta de flecha en el interior de cada uno de ellos. Las dos circunstancias apuntan con claridad a los mismos artífices de las capillas de San Mateo que vimos arriba (no tanto a la bautismal como a la de los Suárez de Toledo, pues en la primera citada no los nervios no están formados por un baquetón continuo y en la segunda sí).

Jerez San Lucas cabecera

La moldura dentada que va recorriendo la base y entrando ligeramente en cada uno de los nervios enlaza más bien con diferentes portadas sevillanas y con la Torre de Boabdil en Porcuna, cuyas fotografías presentamos en la entrada anterior.


Poca gente en Jerez sabe que sobre la bóveda barroca de escayola del lado de la Epístola en San Lucas se encuentra la bóveda de crucería de la capilla medieval de los Villavicencio. El modelo de sus dientes es idéntico al de la capilla mayor, así que no cabe la menor duda de que la dos obras fueron realizadas por el mismo taller.


No abandonamos San Lucas, porque en la rosca del arco que comunica la cabecera de la nave del Evangelio con la capilla mayor encontramos idéntico modelo de dientes de sierra, en este caso asociada a una arquivolta de puntas de diamante que, al igual que otros elementos en este espacio, despierta algunas sospechas dada las alteraciones realizadas en las obras del siglo XVIII.


En San Juan de los Caballeros, los dientes de sierra otorgan una gran vistosidad a los nervios de su profunda capilla mayor, recordando hasta cierto punto al presbiterio de San Hipólito de Córdoba.

Jerez San Juan de los caballeros capilla mayor

El que no haya baquetón continuo formando los dientes y que estos resalten sobre la molduración de nervio creando un efecto claroscurista, relaciona esta obra con la capilla de los Picaño en San Marcos. Como rasgo exclusivo de San Juan, una fila de diminutas puntas de diamante se dispone sobre la base de los nervios, bajo los dientes de sierra.

Jerez San Juan de los caballeros

En la capilla Zarzana del mismo templo, en el lado de la Epístola, tanto los dientes de sierra como la bóveda en su conjunto se encuentran tan intensamente alteradas por la mano de los restauradores que debemos actuar con la mayor prudencia.

Jerez San Juan de los caballeros capilla Zarzana

La misma intensidad de la mano restauradora se evidencia asimismo en la conocida como capilla de la Paz en la parroquia de Santiago. Posible esta misma fue en realidad la de Don Lorenzo Fernández de Villavicencio, y de hecho es muy parecida a la del mismo personaje que vimos en San Lucas. La fotografía no es mía: como hoy la iglesia se encuentra en cerrada, no he podido tomar imágenes ni descender al detalle.

Santiago Capilla de la Paz

En el templo más emblemático de la arquitectura “gótico-mudéjar” (o como la queramos denominar) de Jerez de la Frontera, esto es, el de San Dionisio, los dientes de sierra solo aparecen en la cámara superior de la Torre de la Atalaya, terminada a mediados del siglo XV. Esta imagen tampoco es mía y apenas deja entrever la forma de los dientes.

Jerez San Dionisio Torre Atalaya interior segundo cuerpo

Terminamos el recorrido por Jerez precisamente con el templo donde mayor presencia tiene este motivo: la nave principal –mejor dicho, sus dos tercios más orientales- del Convento de Santo Domingo, cuyas obras se inician hacia 1430.

Jerez Santo Domingo nave

Aquí los dientes de sierra parecen seguir dos modelos distintos. Uno, el del baquetón zigzagueante que al llegar a la base del nervio recorre brevemente el trazado del arco para dejar un espacio entre cada uno de los dientes, todo ello con una moldura quebrada en la base que va entrando en cada uno de los nervios.


El otro modelo es el de los dientes individualizados, no formados por un baquetón continuo, tal y como pueden verse en los nervios más al fondo de la cabecera en la siguiente fotografía. Repárese en la gran separación que hay entre los dientes referidos.


El diseño de la cabecera, el repertorio ornamental y la sintaxis del mismo sugiere que el equipo que levantó la nave de Santo Domingo fuera el responsable de la parte oriental del templo de El Divino Salvador de Vejer de la Frontera, en el que de nuevo los dientes de sierra se imponen visualmente en la nave central –y en el tramo más oriental de las laterales– de manera un tanto efectista pero, en cualquier caso, con considerable eficacia.

Vejer Divino Salvador nave central

Aquí encontramos una variante: mientras que en todos los nervios aparece la moldura inferiro quebrada que va entrando en cada uno de ellos, en los de la cabecera se añade por debajo una banda de arquillos entrecruzados.


Y como ya dijimos en una entrada anterior, el taller de Vejer debió también de realizar obras –no sabemos de qué magnitud- en Santa María la Coronada de Medina Sidonia, a tenor de los restos de dientes de sierra que se conservan en el patio de la parroquia asidonense.

Medina Sidonia Santa Maria diente de sierra

domingo, 8 de septiembre de 2013

Dientes de sierra en los templos medievales de Jerez (I): antecedentes en Sevilla y Córdoba

Quiero ahora hacer un recorrido fotográfico –las imágenes han sido tomadas por mí, les ruego disculpen sus insuficiencias– para analizar con cierto detalle las variaciones que sufre un motivo decorativo muy frecuente en las realizaciones habitualmente clasificadas como “gótico-mudéjares” que se levantan en Jerez de la Frontera durante los dos primeros tercios del siglo XV: el de los denominados “dientes de sierra”, en realidad un baquetón zigzagueante que puede aparecer flanqueando los nervios de las bóvedas de crucería o enmarcando la rosca de los arcos.

Dicho motivo tiene larga tradición en la arquitectura medieval europea. Por poner solo un ejemplo más o menos remoto, aquí tenemos el Monasterio del Santo Spirito en Agrigento, en el sur de Sicilia, fundado en 1299.

Agrigento Santo Spirito Sala capitular

Obviamente también es común en la Corona de Castilla. Podemos fijarnos en la portada septentrional de la iglesia del célebre Monasterio de Las Huelgas de Burgos, que según las últimas investigaciones se va levantando durante el siglo XIII de manera paralela a la soberbia catedral de la misma ciudad. En este ejemplo, como en Agrigento, el motivo que nos ocupa aparece asociado con otro elemento decorativo muy habitual que también encontraremos en Andalucía: las líneas de puntas de diamante, aunque diminutas en ambos casos.

Burgos Las Huelgas

Otra aparición, entre muchas que realizan los dientes de sierra, la tenemos en los arcos de embocadura de la capilla mayor y las colaterales del Monasterio de San Francisco de Palencia. La comunidad franciscana traslada el culto en esta iglesia en 1246, aunque Rafael Martínez (La arquitectura gótica en Palencia, 1989) apunta la posibilidad de que toda la cabecera fuera reformada en el XIV.

Palencia San Francisco colateral Evangelio

En Andalucía podemos encontrar con frecuencia dientes de sierra en los templos cordobeses y sevillanos que se levantan tras la conquista cristiana, bien en las bóvedas, bien en las portadas. Este último es el caso de la occidental de la desaparecida parroquia de Santa Lucía en Sevilla, hoy trasladada a Santa Catalina. Ha sido datada por Rafael Cómez (La portada de la iglesia de santa Lucía en Sevilla, 1990) en el reinado de Sancho IV.

Sevilla Santa Lucía Santa Catalina

En la fotografía siguiente podemos ver cómo está diseñado el motivo. El baquetón que forma los dientes de sierra no se limita a hacer un zigzag: realiza un ángulo agudo (aquí de algo más de 60 grados, en otros caso será más estrecho) en el vértice de cada diente, pero en la base se abre en dos ángulos obtusos para seguir muy brevemente el recorrido del arco, de tal modo que cada uno de los dientes quede claramente individualizado, es decir, separado de los que le flanquean. Este modelo es el que se va a extender por Andalucía, y se diferencia con claridad del que vimos más arriba: en aquél, el baquetón se limitaba a girar siempre en ángulos agudos, trazando triángulos yuxtapuestos.

Sevilla Santa Lucía Santa Catalina

También es interesante reparar en cómo una suave moldura dentada bordea los dientes de sierra por su parte inferior, entrando ligeramente en el interior de cada uno de ellos. Lo mismo ocurre, por ejemplo, en portadas de las parroquias hispalenses como las de San Julián, Santa Ana o Santa Marina, todas ellas de fechas relativamente tempranas. Podemos acercarnos a la última de las citadas y reparar en cómo en todos estos casos sevillanos hay una arquivolta exterior de puntas de diamante.

Sevilla Santa Marina occidental

El juego de luces y sombras de la fotografía superior permite apreciar que los dientes de sierra se encuentran “calados”, recortándose sobre el molduraje de las arquivoltas. El mismo esquema sigue este motivo en la fachada meridional de la parroquia de San Isidoro, aunque aquí el esquema de la portada es diferente, recordando al de la parroquia trianera de Santa Ana.

Sevilla San Isidoro

Antes de abandonar Sevilla podemos citar los dientes de sierra que aparece revistiendo los nervios de los arcos fajones del tramo central de la iglesia del Monasterio de la Cartuja, un templo de la primera mitad del XV que guarda mucha más relación con el círculo jerezano de la que aparenta.

Sevilla La Cartuja

En las portadas de Córdoba los dientes de sierra pueden aparecer diseñados de manera algo diferente. Véase la fachada principal de La Magdalena, una de los templos más antiguos de la serie cordobesa, donde el ángulo superior de los dientes se hace más amplio haciendo que estos cobren mayor anchura en su base.

Cordoba La Magdalena fachada occidental

El mismo motivo aparece en la portada meridional del citado templo cordobés, limitado aquí a un simple baquetón zigzagueante, siempre girando en ángulos de unos 60 grados, y por tanto sin individualización de cada uno de los dientes. Aquí no se ha jugado con el molduraje de las arquivoltas para crear efectos de claroscuro con los “dientes calados”. Muy interesante, en otro orden de cosas, el alfiz que enmarca la portada, rasgo mudéjar a pesar de que este está realizado con puntas de diamante de tradición cristiana.

Cordoba La Magdalena portada meridional

Es interesante comprobar que mientras en Sevilla los dientes de sierran aparecen en la arquivolta más externa y enmarcados por una serie de puntas de diamante, en Córdoba lo hacen en la arquivolta más interna y sin este último motivo. La portada principal de San Lorenzo, templo que Mª Ángeles Jordano (Arquitectura medieval cristiana en Córdoba, 1996) data ya en el XIV, sería otro ejemplo.

Cordoba San Lorenzo portada occidental

Dientes de sierra y puntas de diamante se unen, sin embargo, para enmarcar el arco toral del mismo templo. Puede observarse que los dientes aquí están claramente separados entre sí y que el ángulo de su vértice se ha estrechado algo con respecto a los de la portada, donde por cierto el zigzag es continuo, sin separación entre los dientes; en el arco toral sí que están individualizados.

Cordoba San Lorenzo arco toral

El espléndido conjunto pictórico del presbiterio de San Lorenzo puede hacer que los dientes de sierra del nervio de espinazo –los hay también en la cabecera de la nave del Evangelio– resulten inadvertidos.

Cordoba San Lorenzo presbiterio

Similar posición, revistiendo el espinazo que une las claves de la bóveda, ofrecen los dientes de sierra en la interesantísima Capilla de San Bartolomé, un recinto de estructura gótica revestido interiormente de muy atractiva ornamentación mudéjar.

Cordoba San Bartolomé bóveda

Su portada, que algunos han querido relacionar con la que hubo en el muro septentrional de San Dionisio de Jerez (literalmente destruida en la última restauración), ofrece de nuevo el motivo que nos interesa, pero tratado como un mero baquetón en zigzag, siempre en ángulos agudos y sin separación entre los dientes. El ángulo de los vértices se ha estrechado con respecto a las portadas de La Magdalena y San Lorenzo, por lo que el número de dientes en torno a la rosca del arco es mayor. Como en la portada meridional de La Magdalena, se ha prescindido del efecto “calado” y de los subsiguientes claroscuros: el zigzag se recorta directamente sobre una base plana.

Cordoba San Bartolomé portada

Sin pretensión de exhaustividad, debemos hacer una parada en la parroquia cordobesa de San Miguel. En ella, además de aparecen en el arco toral, los dientes de sierra revisten todas las nervaduras de la capilla mayor (no así la que remata la nave de la Epístola, probablemente anterior en el tiempo). Obsérvese –dentro de lo que permite la resolución de la fotografía– que de la base en la que reposan los nervios surgen unas pequeñas muescas que entran en cada uno de los dientes, pero sin que exista contacto directo entre la base y el diente: entre ambas partes hay un surco que crea un fuerte efecto de claroscuro. Lamento no tener una imagen más detallada.

Cordoba San Miguel capilla mayor

Estamos hablando ya de la segunda mitad del XIV, momento al que también pertenece la obra cordobesa que, en principio, más anticipa visualmente a Jerez, y de manera más concreta a San Juan de los Caballeros: el presbiterio de la Real Colegiata de San Hipólito, de nuevo con todos sus nervios ornados con el motivo que nos ocupa.

Cordoba San Hipólito

Si nos acercamos un poco, comprobamos que aquí no se aprecian las muescas que en San Miguel entraban en cada uno de los dientes.

Cordoba San Hipólito capilla mayor

Nos quedamos en la misma época pero nos movemos a tierras onubenses para acercarnos al Convento de Santa Clara de Moguer, cuya interesante iglesia de tres naves completamente abovedadas se levanta en la segunda mitad del XIV. Aquí los dientes de sierra aparecen ornando el nervio de espinazo que une longitudinalmente las claves de las bóvedas de la nave central, aunque solo en sus tres primeros tramos.

Moguer Santa Clara

Finalizamos la primera parte de este recorrido con la Torre de Boabdil en Porcuna, levantada entre 1411 y 1435 por la Orden de Calatrava en un aparejo que combina de manera irregular, como los templos medievales de Córdoba y de Jerez, soga y tizón. De las dos grandes estancias interiores, la inferior se cubre con una bóveda de crucería cuyos ocho nervios se encuentran revestidos de nuestros queridos dientes de sierra.

Porcuna Torre Boabdil

Aquí la separación entre cada uno de los dientes es mayor de lo acostumbrado en Córdoba, circunstancia que se repite en Jerez por las mismas fechas. Aparece asimismo la moldura dentada en la base de los dientes de sierra, entrando ligeramente en cada uno de ellos, que ya vimos en las portadas sevillanas; la encontraremos también en algunos templos jerezanos.

Porcuna Torre Boabdil detalle

Y aquí lo dejamos de momento, porque resulta incómodo colocar en una sola entrada tantas fotografías muy pesadas en lo que al número de megas se refiere. Continuará…