martes, 21 de octubre de 2014

El templo de San Lucas de Jerez de la Frontera

El texto que recojo a continuación corresponde a una comunicación que presenté el jueves 6 de febrero de 2014 en el congreso750 aniversario de la incorporación de Jerez a la Corona de Castilla.

El día 4 de marzo envié a los responsables, utilizando dos direcciones de correo electrónico distintas para asegurarme de su recepción, una versión ligeramente reformada del texto en la que pude corregir algunos errores que se habían deslizado en el original. Como no recibí confirmación alguna, el 10 del mismo mes volví a enviar el texto, rogando encarecidamente que me confirmasen su recepción. De nuevo me quedé sin obtener respuesta. Desagradable sorpresa la de ayer al recoger las actas impresas (pp. 485-495) y descubrir que se había publicado el texto original sin correcciones. Tampoco se ha incluido ninguna de las seis fotografías que envié.

Aquí ofrezco, sin embargo, el texto íntegro y corregido, incluyendo las fotografías que lo deberían haber acompañado. Aprovecho ahora para añadir un par de ilustraciones más que espero sean del provecho de investigadores y amantes del arte.

Conviene advertir que el fragmento de ataurique al que se hace referencia se encuentra actualmente en la exposición Limes Fidei en la Catedral de Jerez, y que al finalizar la misma no volverá –obviamente- a su emplazamiento original.

Agradezco calurosamente a D. Pablo J. Pomar Rodil la cesión de las fotografías de la Capilla Villavicencio.

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San Lucas Jerez 1 - Fachada occidental

De todos los templos “gótico-mudéjares” jerezanos, el de San Lucas es uno de los que llaman menos la atención dadas sus relativamente modestas dimensiones y la escasa vistosidad de sus elementos medievales, arrinconados por la reforma realizada entre 1714 y 1730 que recubrió las tres naves con ornamentación barroca y añadió bóvedas de yeso donde se situaron unas cubiertas de madera.[1] En todo caso presenta importantes particularidades[2].

La primera la encontramos en las arquerías que separan sus tres naves. El estado original de las mismas pasa hoy oculto debido a la citada reforma, pero una fotografía tomada desde el interior de las cubiertas y publicada en el impagable apéndice gráfico de la Guía oficial de arte de Manuel Esteve nos permite descubrir un alzado que guarda algún paralelismo con el de San Dionisio, la única otra iglesia “gótico-mudéjar” jerezana que hoy conserva sus tres naves originales, si bien aquélla presenta tres tramos y la que nos ocupa solamente dos.[3] En la referida imagen nos encontramos con una serie de arcos formeros, apuntados y doblados, realizados en ladrillo, que soportaban una cubierta lígnea. Hasta aquí nada inhabitual en los templos medievales andaluces. Lo significativo es que la rosca exterior de cada arco se encuentra decorada no con los inesperados arquillos entrecruzados de San Dionisio de sabor almohade, sino con unos trilóbulos góticos que tampoco son precisamente habituales en esta ubicación.[4]

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La segunda originalidad la encontramos en la distribución de la cabecera. La nave central remata en un ábside poligonal y las laterales en muro plano, pero cada una presenta una estructura diferente.

Empezamos por la capilla mayor. Ésta avanza con una sección rectangular, distribuida en dos tramos cubiertos con bóvedas de crucería ligadas por un nervio de espinazo; dientes de sierra ornamentan los nervios de este sector. A continuación se encuentra el referido ábside poligonal el cual, como ocurre en la cabecera de la nave del Evangelio de San Dionisio –posiblemente lo más antiguo del referido templo–, presenta un número par de lados.[5] Seis para ser exactos –allí eran cuatro–, lo que lo hace terminar en punta. Esta particularidad, ya señalada por Angulo, sólo la hemos encontrado en estos dos templos jerezanos, pero no por ello nos parece oportuno detectar en ella el indicio de mudejarismo que quiere ver la profesora Esperanza de los Ríos, entre otras cosas porque en el ábside del Evangelio de la parroquia dedicada al patrón de la ciudad no encontramos rastro islámico alguno.[6]

San Lucas Jerez 3 - Capilla mayor

Por lo demás, el presbiterio de San Lucas presenta varios elementos que lo ligan con otras construcciones jerezanas. Por un lado están los dientes de sierra, que encontramos en la larga nave de Santo Domingo, en diferentes capillas de San Mateo, San Marcos, San Juan y Santiago, en la cámara superior de la Torre de la Atalaya de San Dionisio y en la mitad oriental de la parroquia de Vejer. Por otro están las cintas formando arquillos entrecruzados, un motivo que parte de la bibliografía denomina “angrelado” y que podemos localizar tanto en Santo Domingo, San Juan –Capilla de la Jura– y San Dionisio como en El Divino Salvador de Vejer; aquí aparece en la rosca del arco que se abre desde la nave de la Epístola hacia el presbiterio (en la que lo hace desde la del Evangelio tenemos en su lugar los dientes de sierra, combinados con una serie de pequeñas puntas de diamante).[7] Carlos García Peña señaló con agudeza que, a diferencia del que aparece en la embocadura de la nave del Rosario del convento de predicadores, este arco festoneado no se encuentra en resalte sobre el muro, sino rehundido en la pared, y que al mismo tiempo es el único ejemplar de toda la serie jerezana –además de las ventanas ciegas de la cara interna del muro oriental del presbiterio de la parroquia de Vejer– en la que cada arquillo arranca en un nudo.[8]

Es posible que las claves presentasen racimos de mocárabes desaparecidos en la reforma realizada en el siglo XVIII, momento en el que las originales son sustituidas por unas nuevas de madera, muy voluminosas, al tiempo que se recubren de decoración barroca los paramentos. No hubo –al contrario que en otras realizaciones jerezanas– imposta a base de puntas de diamante, como hemos podido comprobar accediendo tras el retablo. Precisamente allí hemos podido ver con claridad lo que hasta ahora apenas se intuía: la presencia de cuatro grandes ventanales en los paños centrales del presbiterio que rematan de forma polilobulada. Todos se encuentran hoy cegados y cubiertos de ornamentación pictórica de tiempos más recientes, siendo imposible determinar si en el medievo se encontraban recuadrados por alfices. Las ménsulas originales en que descansaban los nervios, que también pueden verse tras el retablo, no son más que volúmenes decrecientes sin tratamiento ornamental.

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La clave central de las nervaduras no ofrece ornamentación barroca, sino que presenta una especie de macolla, una bovedilla de doce gallones, muy amplia de diámetro: la podremos relacionar con otra que aparece en el mismo edificio, concretamente en la Capilla Villavicencio que analizaremos más abajo. Debe de ser medieval, y de hecho podemos rastrear precedentes en el mundo hispanomusulmán y norteafricano, desde la Mezquita de Córdoba hasta las bóvedas gallonadas de la Alhambra, pasando por la Mezquita al-Qarawiyyin de Fez. La aparición de macollas en semejante ubicación no es del todo inhabitual en el gótico andaluz, siendo el caso más cercano el de la capilla mayor de la conocida como Iglesia del Castillo en Lebrija, aunque podemos citar igualmente los mal llamados Baños de Doña María de Padilla en los Reales Alcázares sevillanos, cuyas bóvedas corresponden a la época de Alfonso X.[9]

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Por otra parte, nos parece dudoso que el perfil rectilíneo de los nervios del tramo poligonal corresponda a las citadas reformas del XVIII y que en origen estos lucieran dientes de sierra, como algunos han defendido.[10] Si así fuese, lo lógico hubiera sido que se hubiera hecho lo mismo con los dos tramos rectos de la cabecera, en los que aún son visibles esos elementos decorativos. Además, el moderado volumen de los nervios no parece indicar que exista una amplia capa de escayola que recubra dientes de sierra. Por lo expuesto, pensamos que el perfil original debió de ser el que hoy vemos: “gruesos baquetones lisos con las esquinas matadas por cavetos”, según los describe Angulo.[11] Sospechamos que estos nervios sin dientes de sierra no son de piedra sino de ladrillo, cabiendo la posibilidad de que las nervaduras de uno y otro sector pertenezcan a momentos constructivos diferentes. La sospecha va a más si reparamos en que este perfil particular recuerda al que presentan los muy robustos nervios alfonsíes de los Baños de Doña María de Padilla arriba citados a propósito de las macollas: tal vez esta mitad del presbiterio no sea sino resto de la primera capilla mayor que tuvo San Lucas, perteneciendo los dos tramos rectos a una remodelación posterior.

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En el interior de la escalerilla para acceder a las cubiertas que se abre en el retablo de Santa Ana –cabecera de la nave del Evangelio– encontramos lo que podría ser otro resto visible de ese presunto primitivo presbiterio: un lienzo mural de ladrillo en el que se abre una ventana, en este caso no rematada de manera polilobulada sino con un arco rebajado. Además, incrustado en este antiguo vano –en un momento indeterminado, con la intención de macizarlo– encontramos el fragmento de un relieve pétreo con ataurique de cuya existencia ya nos alertó Angulo, quien relacionó esta decoración vegetal con la del alero de San Dionisio y aventuró que bien puede corresponder esta pieza al que hubo originalmente en San Lucas.[12] Nosotros no encontramos tal parecido, y aunque nos vienen a la mente modelos tanto del mundo almorávide y almohade como del propiamente mudéjar –sobre todo en yeserías–, ni en Jerez ni en ningún otro edificio de su círculo hemos encontrado nada semejante. ¿Resto de la mezquita que se debió de reutilizar inicialmente para el culto cristiano?

Pasamos a la primitiva cabecera de la nave de la Epístola. Ésta viene siendo ignorada por casi todos los visitantes del templo y algunos investigadores, ya que en el siglo XVIII quedó oculta sobre una media naranja de escayola, adelantándose además el muro de cierre para homogeneizarlo con el del lado del Evangelio. De ahí que Angulo quisiera establecer vínculos con determinadas obras del mudéjar sevillano que rematan sus naves en qubbas mudéjares, relación insostenible cuando conocemos desde tiempos de Esteve la existencia sobre la cúpula de una estructura muy diferente.[13] Lástima que no se asomase al desván que se encuentra tras el retablo, pues desde allí puede aún hoy verse la primitiva bóveda de la que, como expuso el historiador portuense Hipólito Sancho de Sopranis, no es sino la capilla de Lorenzo Fernández de Villavicencio.[14]

Esta capilla es un recinto de planta rectangular cuyo testero avanza un poco sobre la cabecera de la iglesia, si bien su altura es ligeramente más baja. Se articula en dos tramos cubiertos con crucería –las claves se ligan por el espinazo esperable en Jerez– y rematados en una bóveda estrellada, permitiendo trompas de arista viva la transición del rectángulo al polígono. La plementería parece ser de ladrillo o mampostería mientras que los nervios son pétreos, hallándose éstos ornados de los dientes de sierra característicos del “gótico-mudéjar” jerezano. Los nervios reposan en ménsulas unidas por una línea horizontal de puntas de diamante no menos habitual en este conjunto de realizaciones, pero que no encontrábamos en el presbiterio de este mismo templo.

Como señaló en su momento Manuel Esteve, el modelo es similar al de la Capilla de la Paz en Santiago[15]. Debemos añadir que, a su vez, los dos recintos guardan muy estrecha relación con la nave principal de Santo Domingo, con la mitad oriental de El Divino Salvador de Vejer y con diferentes capillas que, mediante el uso del tercelete, se cubren con bóveda estrellada.[16]

Las claves de la bóveda –alguna de ellas se ha perdido– alternan varios modelos diferentes. En algunas encontramos racimos de mocárabes, actualmente muy deteriorados. En otro caso tenemos una macolla que recuerda a la que, con tamaño mucho más grande, acabamos de ver en la clave principal de la capilla mayor. Otro modelo, este muy peculiar, es el de una bovedilla gallonada trasdosada, como si fuera “el negativo” de la macolla antes citada (en lugar de rehundirse en la clave, sobresale hacia afuera con el mismo número de gallones, ocho para concretar). Un cuarto modelo presenta líneas en espiral. Mocárabes, macollas y formas en espiral aparecen igualmente en la citada Capilla de la Paz en Santiago: la similitud entre ambos recintos es tal que solo pueden ser obra del mismo taller.

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Hemos de reparar en las ménsulas en que descansan los nervios, de las que actualmente son visibles –con enorme dificultad dadas las circunstancias de este recinto– cuatro de ellas. La primera, comenzando por el muro contiguo a la capilla mayor, ofrece unos mocárabes de gran tamaño muy geométricamente perfilados, con cada concavidad definida con nitidez, no muy distintos de los que encontramos en –por ejemplo– las iglesias de San Dionisio o Santo Domingo.

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La segunda, ya en el muro oriental y siguiendo el sentido de las agujas del reloj, ofrece también mocárabes, pero en este caso cada cavidad es más bien curvilínea y está tallada con forma de arco apuntado. La tercera vuelve a presentar una especie de racimo de mocárabes, pero tallados estos de manera “estalactítica”, irregular, siendo así muy parecido este modelo al de uno de los capiteles que podemos encontrar en el vestíbulo meridional de acceso al templo de San Mateo.[17]

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El siguiente es semejante al que hemos descrito en segundo lugar. Hay al menos una ménsula más, aunque no la hemos logrado ver personalmente debido a que se encuentra en el sector occidental del recinto, sobre la media esfera barroca; podemos decir gracias a las fotografías que amablemente nos ha cedido nuestro colega Pablo J. Pomar Rodil que presenta unas amplias y estilizadas hojas dispuestas en formato vertical, con amplios ojetes en su interior, sobre las que se desarrolla en horizontal un entrelazo de ángulos muy marcados. Aun sin tratarse de modelos idénticos, el referente tipológico lo encontramos de nuevo en otro de los capiteles del referido vestíbulo de San Mateo.

San Lucas Jerez 5 - Capilla Villavicencio, detalle

Bajo las ménsulas llaman la atención los rostros masculinos de facciones grotescas, incluso un tanto demoníacas, que deben de corresponder a una reforma de la capilla realizada durante la Edad Moderna; es posible que en época medieval se encontrasen en su lugar las columnillas suspendidas habituales en otros edificios jerezanos.

Las fotografías realizadas por Pablo J. Pomar anteriormente citadas permitieron a este investigador localizar en la plementería esos interesantes restos de los que hablaba Esteve de decoración polícroma, por lo demás bastante tosca, que parecen ser de época medieval.[18] Los motivos son geométricos, a base de líneas triangulares concéntricas rojas y amarillas que siguen el contorno de los plementos, más una cenefa exterior compuesta por círculos blancos sobre fondo rojo subdivididos radialmente en ocho partes, y un espacio interior que parece presentar algún tipo de decoración, no sabemos si geométrica o vegetal dado su deficiente estado de conservación. Las ménsulas y las puntas de diamante también conservan restos de color, de nuevo con el protagonismo de rojo y amarillo.

De estos elementos, el círculo subdividido radialmente en ocho partes puede vincularse a la tradición ornamental mudéjar. Por ejemplo, aparece en la justamente célebre armadura del último cuarto del siglo XIII que cubre la Catedral de Teruel junto con, entre otras formas muy diversas, flores de ocho pétalos que en cierto modo podemos considerar como variantes del mismo modelo. Joaquín Yarza, analizando la techumbre turolense, considera dicha florecilla como “un remedo de la cupulilla gallonada de la misma forma” que aparece tallada en la madera de la referida cubierta; extrapolando la analogía, podemos interpretar estos diseños como la traducción pictórica de las macollas de las claves de las bóvedas del propio San Lucas.[19]

A pesar de la escasez de restos pictóricos medievales conservados en Andalucía, hemos podido localizar un par de referentes relativamente cercanos.[20] El primero nos lleva a los frescos del Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce (Sevilla), concretamente al Patio de los Evangelistas: en el zócalo de la portada que accede desde éste al Claustro de los Muertos –un arco apuntado enmarcado por un alfiz de entrelazo tallado en piedra–, y flanqueados por representaciones de San Lorenzo y San Esteban, aparecen sendos paneles con decoraciones geométricas en las que unos lazos dejan espacio a estrellas de ocho puntas en cuyo interior se despliegan unas formas centralizadas subdivididas en otras tantas partes. Al igual que en San Lucas, se destaca un punto negro en el interior de cada una de las porciones, aunque hay una diferencia importante: mientras el contorno en el caso jerezano es claramente un círculo, en Santiponce cada uno de los gajos sobresale ligeramente del perímetro de la circunferencia, ofreciendo una imagen floral o gallonada, de contorno lobulado, que hace más clara referencia a las macollas antes aludidas. Las pinturas del Patio de los Evangelistas se vienen datando entre 1431 y 1436.[21]

La Rabida iglesia

Ya de la segunda mitad de la centuria es el segundo referente que proponemos: las pinturas murales de la iglesia –no nos referimos al Claustro Mudéjar– del monasterio de Santa María de la Rábida, obra arquitectónica en la que trabajaron probablemente canteros del taller jerezano que nos ocupa.[22] Aquí sí que hablamos de un contorno completamente circular, como en Jerez, si bien no aparece el punto negro que vemos en San Lucas –y en Santiponce– en el interior de cada uno de los ocho espacios. En el cenobio onubense los círculos también se encuentran, como en San Lucas, formando una cenefa, aunque aquí esta no la forman exclusivamente dichos círculos porque éstos van alternando con otros motivos geométricos. Por otra parte, hay que señalar que lo que hoy vemos de las pinturas de la iglesia de La Rábida corresponde casi por completo a la restauración dirigida por Ricardo Velázquez Bosco entre 1891 y 1892, según Elisa Pinilla “una reconstrucción completa a partir de los motivos que mostraban los fragmentos entonces descubiertos”, con la mala fortuna de que los repintes, “con un lamentable afán de imitación, cubrieron en abundantes zonas los restos de pintura original”.[23] En cualquier caso, hemos de suponer que los motivos que nos interesan no surgen de la imaginación de los restauradores, sino que estaban presentes en los vestigios que sirvieron como patrón. La misma autora, siguiendo los estudios de Velázquez Bosco, afirma que estos motivos que ornamentan la iglesia “están inspirados en prototipos de las escuelas de Siena y Florencia, es decir, ‘azulejería’ de influencia bizantina y rosetas imitando mármol o piedra, muy repetidas en las pinturas ornamentales italianas”.[24] Pero si recordamos todo lo referido anteriormente, no parece necesario buscar una derivación directa desde Italia a un esquema que posee tradición en el mundo hispano-musulmán y mudéjar.

Por lo demás, estos elementos pictóricos, los únicos que conservamos en la arquitectura medieval de Jerez, nos confirman –por si quedaba alguna duda– que los interiores de los templos presentaban gracias a la policromía un aspecto muy diferente al que hoy nos muestran. Veremos más abajo que junto a estas ornamentaciones geométricas había también representaciones figurativas: aparecía el propio Don Lorenzo con un halcón en la mano.

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Desde el patio de unas viviendas cercanas a la iglesia es visible el testero de la capilla. Los dos contrafuertes que lo refuerzan en la parte más cercana al ábside del templo parecen pertenecer a una época reciente. El lienzo mural aparece hoy enfoscado, por lo que no resulta posible determinar el aparejo. Interesante es el elemento de piedra que sobresale en la esquina NE del alero, pues aunque los agentes erosivos han actuado con agresividad, creemos reconocer una cabeza humana con los brazos en alto. Este elemento decorativo lo encontramos en el alero de San Dionisio y en la portada meridional de San Marcos, y es bastante frecuente en la arquitectura bajomedieval sevillana.[25]

Completando nuestro análisis del testero del templo, nos queda por hablar del remate de la nave del Evangelio, presidido hoy por el retablo dieciochesco de Santa Ana. Se trata de una qubba mudéjar, con planta cuadrada cubierta con una media naranja sobre trompas de arista, cuatro grandes y cuatro pequeñas; se trata así del único ejemplar jerezano con doble sistema de trompas.

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Desde luego, encontrar una qubba rematando una nave lateral no es circunstancia acostumbrada (otra cosa es la presencia de capillas con esta forma junto al presbiterio, rebasando la línea de cierre de las naves laterales).[26] En San Lucas topamos con algunos elementos sospechosos. A simple vista puede comprobarse que las trompas del lado occidental no encajan bien con la bóveda de yesería barroca de la nave del Evangelio, sobre la que se hayan superpuestas. Los dientes de sierra que ornan el arco que da acceso al presbiterio parecen originales, pero las pequeñas puntas de diamante que rodean la capilla también despiertan sospechas. Por ello, e independientemente de que en tiempos medievales pudiera presentar esta misma estructura, pensamos que la bóveda de este espacio debió de sufrir reformas al tiempo que el resto de la iglesia. Debió de ser en ese mismo momento cuando se tomó el modelo para rematar la nave opuesta con una nueva capilla, ocultando la original de Villavicencio y homogeneizando así la cabecera. Desconocemos a qué linaje pudo pertenecer la capilla, aunque la obra del profesor Sánchez Saus arroja alguna pista: pudo quizás ser la de los Dávila, que funcionó como sagrario.[27]

Pasemos al exterior. De los tres accesos al templo, el que se abre en el lado de la Epístola ha perdido su portada original, conservándose las correspondientes a los otros dos, ambas construidas en piedra. La occidental consiste en una serie de arquivoltas apuntadas que debieron de estar rematadas por un tejaroz a dos aguas, como aún hoy evidencia la disposición en diagonal de los sillares tras el recrecimiento realizado para erigir la actual torre. La del Evangelio sí que conserva dicho tejaroz, pero en este caso el número de arquivoltas se reduce a tres y la más externa de ellas ofrece una decoración de lóbulos en el interior de los cuales se despliegan unos elementos vegetales que la historiografía local ha querido denominar “hojas de parra”. La misma disposición de lóbulos ligeramente de herradura con hojas en su interior la encontramos en el arco que da acceso a la cámara lateral que se abre en la Capilla bautismal o de la Astera en San Dionisio, obra probable del primer cuarto del siglo XV.[28] Por otra parte, debemos recuperar la llamada de atención de Angulo sobre “la moldura que mata el ángulo de la arquivolta central como en la parroquia de Lebrija y, sobre todo, como en las portadas de las iglesias del Aljarafe”.[29] Todo este flanco del Evangelio presenta en el alero unos canecillos sobrios y estilizados, desde luego muy diferentes a los de la iglesia dedicada al Santo Patrón de la ciudad, y que pueden –como apuntaba el citado autor– pertenecer a tiempos más cercanos.

San Lucas Jerez 2 - Portada septentrional, detalle

En el muro meridional de la nave de la Epístola se abren ventanas con forma de arco apuntado en un derrame de sencillas molduras cóncavas. En el alero se disponen ladrillos en esquinilla, sin que haya rastro de los canecillos que vemos en el lado opuesto. Es posible que este lienzo mural haya sido modificado en tiempos del tardogótico, justo cuando se levanta el actual pórtico meridional. No consideramos ningún otro elemento medieval digno de mención en el exterior.[30]

Nos toca ahora hablar de las cuestiones cronológicas. La mayor parte de la historiografía decide seguir a Angulo a la hora de datar San Lucas a finales del XIV, recogiendo una noticia de Grandallana según la cual el regidor de la ciudad, Alfonso García de Vera, donó una buena cantidad de dinero para su reedificación en 1380.[31] El noble jerezano terminó enterrándose en el templo, podemos suponer que en la cabecera, por lo que efectivamente es probable que la remodelación de la misma tuviera que ver con esta donación.[32] Rafael Cómez adelanta las fechas e incluye todo el templo dentro de la arquitectura alfonsí, apoyándose en la relación de las dos portadas referidas con las correspondientes en San Dionisio, y de estas cuatro a su vez con determinados modelos cordobeses.[33] También por el siglo XIII apuesta García Peña.[34] Más prudente había sido en su momento la postura de Hipólito Sancho, que si bien recogía la noticia arriba referida, prefería establecer una distinción entre los diversos elementos del edificio, datando la estructura general y las portadas en el XIII o principios del XIV, la capilla mayor y la Villavicencio entre 1389 y 1433, y las naves con sus arquerías decoradas con trilóbulos ya bien entrado mismo siglo.[35] Debemos detenernos en algunas de sus reflexiones:

“Conocemos el testamento de Lorenzo Fernández de Villavicencio que ordena la fundación de una capellanía en su capilla de San Lucas, esta era en tiempos de D. Sancho Basurto la que servía de sacristía a dicho templo y según una información de nobleza del 606 en la mencionada capilla se encontraba pintado con coleto y un halcón en la mano como fundador de la misma Lorenzo Fernández de Villavicencio el viejo. Habiendo testado este en 1433 y fallecido a poco de su peregrinación a Tierra Santa, esto nos dá la data extrema de la capilla mudéjar-gótica de que nos ocupamos”.[36]

Continuaba Sancho discurriendo que como la misma “no hubo de levantarse antes de la vuelta de esta ilustre familia de su destierro en Granada, ostracismo a que la condenara su lealtad al rey D. Pedro, tenemos pues que dicha vuelta no fue hasta después de la muerte de Enrique II, el año de esta –1389– es el tope más allá del cual no es posible colocar la reconstrucción y ennoblecimiento de San Lucas”.[37]

Si bien es cierto que el hecho de que el patrono testara en 1433 no implica necesariamente que la capilla estuviera ya levantada, las reflexiones nos parecen plausibles. De hecho, una fecha en torno al primer tercio del siglo XV encaja bien con las dataciones que conocemos para otros edificios jerezanos: primera mitad del XV para San Dionisio y segundo cuarto del XV para Santo Domingo.[38]

Más difícil resulta establecer una secuenciación cronológica para las realizaciones de la capilla mayor, de las arquerías que separan las naves, de la portada o portada que en este momento se realizasen y del recinto de los Villavicencio. En cualquier caso, y sin querer afirmar que ambos se levantasen al mismo tiempo, pensamos que tanto la remodelación de los tramos rectos del presbiterio –incluyendo los nervios ornados con dientes de sierra– como la Capilla Villavicencio son obra del mismo taller. Y no ya por la unidad de sus elementos decorativos, que en todo caso podemos hallar en otros edificios, sino también por un pequeño detalle en el diseño de las nervaduras: en los dos casos hay una pequeña moldura que va recorriendo la base de los nervios y entrando ligeramente en cada uno de los triángulos formados por el zigzag de los dientes de sierra, dentro de los cuales se distingue, a su vez, un ligero saliente con forma de punta de flecha.[39]

Por otro lado, tenemos que preguntarnos si las dos portadas, como sospechaba Sancho, son elementos reaprovechados de una construcción del siglo XIII. Sin que podamos negar tal posibilidad, tampoco vemos una razón seria para descartar que ambas pertenezcan a un momento muy posterior; de hecho, la coincidencia de los lóbulos con “hojas de parra” en la portada septentrional de San Lucas y en la Capilla de la Astera en San Dionisio nos hace pensar que ambas salen del mismo taller, y que por ende al menos esta portada del templo que nos ocupa debe de ser ya del primer cuarto del XV.

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Tampoco podemos estar de acuerdo con Sancho en que las arquerías que separan las tres naves son obras necesariamente tardías. Desde luego es cierto que, como él mismo señala, los trilóbulos que en las roscas de sus arcos aparecen son propios de los últimos tiempos del gótico andaluz, y de hecho en Jerez los encontramos con frecuencia en diferentes edificios tardogóticos. Ahora bien, gracias a los recientes estudios de José María Guerrero Vega hemos podido comprobar que este elemento decorativo tuvo una aparición más temprana de lo hasta ahora pensado en la arquitectura del entorno, toda vez que lo encontramos asociado a elementos mudéjares en obras de la primera mitad del siglo XV, como la Torre de la Atalaya de San Dionisio estudiada por este arquitecto o la portada occidental de la parroquia de la O en Sanlúcar de Barrameda.[40] Por tanto, nos inclinamos a pensar que las naves fueron erigidas en el mismo arco cronológico al que corresponden la remodelación de la cabecera y la erección de la Capilla Villavicencio. Lo que no podemos saber, salvo que se realicen obras de restauración, es si los pilares presentaban una originalidad tan grande como la de los de San Dionisio.

Así las cosas, podemos plantear la hipótesis de que la mayor parte del conjunto del templo de San Lucas –y no solo las capillas mayor y Villavicencio, como pensaba Sancho– se debió de levantar, sustituyendo a un edificio anterior, con posterioridad a la donación de Alfonso García de Vera en 1380 y posiblemente antes del testamento de Lorenzo Fernández de Villavicencio en 1433, gracias en buena medida a las referidas contribuciones. Al mismo tiempo, cabe aventurar la posibilidad de que la sección poligonal del presbiterio, incluyendo los ventanales polilobulados que hoy oculta el retablo, sus nervios de baquetones lisos y el lienzo mural de ladrillo con los restos de una ventana visible desde las escaleras, pertenezca a una capilla mayor anterior a la actual. Tampoco podemos descartar la hipótesis, en este caso más dudosa, de que la portada occidental pudiera pertenecer igualmente a esa primera fábrica cristiana que no debió de ser sino una mezquita adaptada para el culto católico.

 

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[1] Somos conscientes de la polémica historiográfica en torno al resbaladizo término “gótico-mudéjar”. Sin intención de entrar en el debate, nosotros lo utilizaremos aquí para calificar de alguna manera a una serie de templos medievales que remiten en su morfología al gótico de la Corona de Castilla, pero incorporando dentro de su repertorio decorativo diferentes elementos de progenie andalusí. La parroquia de San Dionisio y la iglesia del Convento de Santo Domingo son los edificios más representativos del grupo, aunque también debemos destacar el gran ábside de San Juan de los Caballeros, diferentes capillas en este y otros templos y, ya fuera de la ciudad, la mitad oriental de El Divino Salvador de Vejer de la Frontera y la portada de Nuestra Señora de la O de Sanlúcar de Barrameda. Todos ellos son anteriores a la llegada del tardogótico impulsado por la construcción de la Magna Hispalensis.

[2] Problemas de espacio dejan fuera de nuestro estudio la capilla del sagrario, cuyos dos tramos se cubren con sendas bóvedas de crucería, así como la muy reformada capilla de Ánimas, que aún conserva su portada con arco apuntado.

[3] Esteve Guerrero, M. 1933. Jerez de la Frontera (Guía oficial de arte). Jerez: Jerez Gráfico: 135. En la edición de 1952 se reproduce en la lám. XIX, nº 47. Problemas estructurales nos impiden acceder a las cubiertas para realizar una inspección ocular de estas arquerías.

[4] Aprovechamos para insistir en que lo que encontramos en la rosca de los arcos son trilóbulos, y no “el festón de arquillos tan frecuente en la zona”, como afirma la profesora Esperanza de los Ríos confundiendo este motivo con el mudéjar de lacerías creando formas polilobuladas. De los Ríos Martínez, E. 1999. “La Historia del Arte en Jerez desde la Edad Media hasta el siglo XVII: Edad Media”, en Historia de Jerez de la Frontera, t. III, 15-44. Cádiz: Diputación de Cádiz.

[5] López Vargas-Machuca, F. 2014. El edificio medieval de San Dionisio de Jerez de la Frontera. Jerez: Peripecia.

[6] Angulo Íñiguez, D. 1932. Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XII, XIV y XV. Sevilla: Universidad de Sevilla: 70-71. De los Ríos Martínez, E. 1991: 21.

[7] Este motivo, que encontramos en numerosos edificios andaluces y norteafricanos de la etapa almohade y también en diferentes obras mudéjares, consiste en unas cintas lobuladas que se van entrecruzando, pasando alternativamente una por arriba y otra por abajo.

[8] García Peña, C. 1990. Arquitectura gótica religiosa en la provincia de Cádiz. Diócesis de Jerez. Tesis leída en la Universidad Complutense de Madrid: 493.

[9] En el caso del templo de Lebrija se trata de una bóveda de crucería simple, cuatripartita, con nervios de perfil rectangular sin ninguna otra clase de ornamentación. Los supuestos baños de Doña María de Padilla, por su parte, son en realidad el jardín subterráneo de un patio de crucero almohade que tuvo que ser reforzado con bóvedas góticas en tiempos del Rey Sabio, perdiendo definitivamente su carácter tras el Terremoto de Lisboa de 1755. Cómez Ramos. R. 1974. Arquitectura alfonsí. Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla: 138-140.

[10] El primero que formuló la hipótesis de que existen dientes de sierra hoy recubiertos fue Esteve Guerrero, M. 1933: 136. Más recientemente, García Peña, C. 1990: 491.

[11] Angulo Íñiguez, D. 1932: 79.

[12] Ibídem: 71.

[13] Esteve Guerrero, M. 1933: 136-137. Entre los referentes que ofrece Angulo cabe destacar la iglesia parroquial de Gerena, cuyas tres naves van a parar a otras tantas qubbas. Angulo Íñiguez. D. 1932: 102-107. El autor también intenta establecer un paralelismo con la parroquia de San Pedro de Huelva. Ibídem: 116.

[14] Sancho de Sopranis, H. 1934. Introducción al estudio de la arquitectura en Xerez, Cuaderno de estudio nº 1 de la revista Guión, Jerez: 11.

[15] Esteve Guerrero, M. 1933: 137. El autor señala que de la de Santiago “solo se diferencia en que tiene claves en la intersección de todos los nervios, conservando además indicios de un primitivo policromado”. Lo cierto es que no en todas las intersecciones de los nervios de la capilla Villavicencio aparecen claves talladas, y en algún caso ésta ha desaparecido dejando tan solo una huella de su ubicación. Es muy probable que en la capilla de la Paz hubiese ocurrido algo parecido, y que cuando esta fue intensamente restaurada se borrara toda huella de la presencia de estos elementos decorativos.

[16] La más temprana utilización del tercelete en el trazado de los nervios en el gótico del Valle del Guadalquivir la hemos detectado en la Capilla de los Hoces en la iglesia de Santiago de Córdoba, obra probablemente de la segunda mitad del XIV según Jordano Barbudo, M. A. 1996. Arquitectura medieval cristiana en Córdoba. Desde la Reconquista al inicio del Renacimiento. Córdoba: Universidad de Córdoba: 99-100. La primera bóveda estrellada que encontramos en Jerez, sin dientes de sierra ornando los nervios pero usando igualmente columnillas suspendidas bajo las ménsulas en que éstos descansan, es la conocida habitualmente como Capilla de la Jura en San Juan de los Caballeros, de la que sabemos que se estaba concluyendo hacia 1404 gracias a la labor investigadora de Jácome González, J. y Antón Portillo, J. 2007. “La Capilla ‘de la Jura’, de San Juan de los Caballeros, de Jerez de la Frontera: entre la épica y la realidad histórica”. Revista de Historia de Jerez 13: 183-212.

[17] Dicho vestíbulo se cubre con una bóveda de crucería simple, con un racimo de mocárabes en la clave pero sin los dientes de sierra revistiendo los nervios que encontramos en San Lucas. A él se accede a través de una portada que, pese a sus ornamentaciones neogóticas, ha revelado tras su restauración ofrecer elementos de ascendencia andalusí que remiten a otras obras jerezanas.

[18] Esteve Guerrero, M. 1933: 137.

[19] Yarza Luaces, J. 1991. “Santa María de Mediavilla, Teruel: pintura de la techumbre mudéjar”, en Teruel mudéjar. Patrimonio de la humanidad 239-318. Zaragoza: Ibercaja. El profesor Yarza hace referencia a los lucernarios de la Mezquita de Córdoba como origen de estos motivos, y encuentra en ellos una clara simbología cósmica.

[20] Saliendo de tierras andaluzas, además de la armadura turolense podríamos citar que un motivo circular muy parecido lo encontramos pintado en la techumbre de la iglesia del Monasterio de Astudillo (Palencia), fundado por Doña María de Padilla. Lo recoge Pavón Maldonado, B. 1989. El arte hispano-musulmán en su decoración geométrica. Una teoría para un estilo. Madrid: Agencia Española de Cooperación Internacional: 422, figura 108, dibujo 12. El autor afirma que estos motivos agallonados y estrellas “se prodigan bastante en cubiertas de madera de la provincia de Palencia”. En la misma publicación (lámina II) podemos apreciar que parecido motivo se repite, dentro de estrellas de lacería, en la cubierta lígnea del presbiterio de San Ildefonso de Alcalá de Henares.

[21] Respaldiza Lama. P. J. 2002. “La pintura mural”, en San Isidoro del Campo (1301-2002). Fortaleza de la espiritualidad y santuario del poder: Santiponce: Junta de Andalucía: 71-115.

[22] La coincidencia del diseño del arco de la puerta exterior de la iglesia con el de las ventanas del templo de Santo Domingo de Jerez no ha permitido tirar del hilo y establecer unas relaciones entre la iglesia del monasterio onubense y la ciudad gaditana que esperamos desarrollar en un futuro estudio.

[23] Pinilla, E. 1976. Pinturas medievales de La Rábida. Su conservación. Huelva: Instituto de Estudios Onubenses Padre Marchena: 29.

[24] Ibídem: 24.

[25] La posición en un ángulo no es tan frecuente, aunque podemos recordar la que aparece en la esquina SO de la fachada occidental de la parroquia hispalense de San Martín, resto probable del edificio que se encontraba donde hoy se alza la actual fábrica tardogótica de ladrillo.

[26] Así ocurre en la parroquia de la O de Sanlúcar de Barrameda, en la parroquia de San Andrés en Sevilla o en la anteriormente citada Iglesia del Castillo en Lebrija.

[27] Sánchez Saus, R. 1996. Linajes medievales de Jerez de la Frontera, Sevilla: Guadalquivir, t. I: 70. En un principio también planteamos la posibilidad de que pudiera haber pertenecido a los Martínez de Cuenca. López Vargas-Machuca, F. 1999. "Notas en torno a los espacios funerarios de la aristocracia en la arquitectura medieval jerezana", Revista de Historia de Jerez 5: 71-85. Sin embargo, la de estos últimos fue en realidad la capilla de Ánimas según han aclarado Pomar Rodil, P. y Mariscal Rodríguez, M. 2004. Jerez artística y monumental: 77.

[28] López Vargas-Machuca, F. 2014.

[29] Angulo Íñiguez, D. 1932: 76. El insigne historiador se refiere a la portada occidental de la iglesia de la Oliva, construida en ladrillo. En este caso la moldura cóncava no aparece en la arquivolta central, sino en la más externa de las cinco en que se articula la portada.

[30] Es posible que en su día existiese una torre, según se deduce del muy conocido dibujo de la ciudad realizado por José Ángelo Dávila en 1560 que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Jerez, citado por García Peña, C. 1990: 484.

[31] Grandallana y Zapata. L. 1885. Noticia histórico-artística de algunos de los principales monumentos de Jerez. Jerez: Gautier: 56.

[32] Los datos biográficos del personaje se recogen en Sánchez Saus, R. 1996: 202.

[33] Cómez Ramos, R. 1974: 119-120. El gablete de la portada del Evangelio de San Dionisio es en realidad una recreación de los restauradores que la descubrieron y rehicieron en las obras del pasado siglo. Sobre las portadas del este templo y su relación con Córdoba, véase López Vargas-Machuca, F. 2014.

[34] García Peña, C. 1990: 502-505.

[35] Sancho de Sopranis, H. 1934: 11.

[36] Sancho de Sopranis, H. 1934: 18. El profesor Sánchez Saus afirma que el “auténtico relanzamiento del linaje Villavicencio en Jerez” se produjo tras el matrimonio de Don Lorenzo con Juana Fernández Zacarías en 1397. Nuestro personaje “tuvo también la alcaldía mayor de la ciudad y el caudillaje de su mesnada, participando en 1410 en el cerco de Antequera”. Sánchez Saus, R. 1996: 224-225. La lauda sepulcral de la pareja se encuentra en el presbiterio de la parroquia de San Juan de los Caballeros.

[37] Ibídem: 11. En realidad el monarca castellano falleció diez años antes, en 1379.

[38] López Vargas-Machuca, F. 2014. Jiménez López de Eguileta, J. E. y Romero Bejarano, M. 2013. Los Claustros de Santo Domingo de Jerez de la Frontera. Historia y arte. Jerez de la Frontera: Remedios: 44.

[39] Este último elemento lo encontramos en algún otro edificio (por ejemplo, en las dos capillas contiguas a los pies del lado de la Epístola en San Mateo), pero sin la moldura “dentada” a la que estamos haciendo referencia.

[40] El autor ha demostrado que la ventana ciega decorativa del muro oriental de la citada torre, que toma la forma de arco conopial con trilóbulos en el intradós, pertenece a la misma campaña del resto de la torre, y por tanto no puede datarse más allá de mediados del siglo XV. Guerrero Vega, J. M. 2009. La Torre de la Atalaya de Jerez de la Frontera. Estrategias para su comprensión. Trabajo de investigación dirigido por D. Francisco Pinto Puerto: 53. http://fama2.us.es/earq/dea/aodea7/aodea7.zip Los trilóbulos aparecen asimismo en la cornisa que remata la capilla Villacreces, una qubba mudéjar, en San Mateo.