miércoles, 6 de febrero de 2019

A propósito de los hallazgos en la Casa del Abad

Los recientes hallazgos de la conocida como Casa del Abad en la Catedral de Jerez están empezando a generar una dinámica que no me resulta grata. La dinámica del “eso lo dije yo antes que nadie”, del recelo y del ninguneo. No quiero con esto negar el mérito, enorme, a las diferentes personas que han trabajado con su mano y con su intelecto en torno a la primitiva Colegial, a cómo era y a cómo realizar las pertinentes intervenciones arqueológicas. Ni menos aún permitir que unos se apropien del trabajo de otros. Sin ir más lejos, yo mismo quedé atónito este verano cuando un conferenciante se atribuyó el descubrimiento de que la bóveda de la Capilla de la Jura, al contrario de lo que decían investigadores como Laureano Aguilar o Manuel Romero Bejarano, correspondía a la misma fecha del resto de la capilla de San Juan de los Caballeros (1404). “Nadie había dicho eso nunca”, afirmó con desparpajo ante el público, cuando un servidor lleva defendiendo esa hipótesis desde finales de los noventa. Cosas así no valen. Pero tampoco me parece adecuado ir arrollando a cuantos se ponen por delante para demostrar ser “el número uno” en determinado campo de la investigación local. Por eso mismo quiero exponer públicamente algunas ideas.

1) Lo primero, aquí no va a aparecer la aljama de Damasco ni nada parecido. Así que mucha tranquilidad. Tiempo al tiempo.

2) Lo segundo, que aquí había una mezquita se sabe desde el siglo XIII. Nadie puede atribuirse el mérito de descubrir algo que nunca se ha olvidado. Ni tampoco de decir que en el conjunto de edificaciones que se alza alrededor de la torre gótica (¡no mudéjar, que tal barbaridad se sigue escuchando por ahí!) podía haber restos tanto islámicos como cristiano-medievales, porque eso lo podía deducir hasta mi gato Felipe. Además, las grandes dovelas de cantería del arco en el que se apoyaba la torre han sido siempre visible por cualquiera que pasara por allí.

3) El estudio más completo hasta ahora realizado sobre el edificio de la primitiva colegial es el de Javier Jiménez López de Eguileta y Pablo Pomar Rodil: Actas del Congreso 750 aniversario…, pp. 459-484. No muchas cosas nuevas se dicen allí, pero los dos autores realizan un estudio riguroso de todas las fuentes disponibles, las valoran críticamente, las ordenan y las ponen a disposición del investigador. Que yo sepa, hasta ahora nadie más ha hecho eso con semejante exhaustividad.

4) El mérito de reconocer en las dos galerías que se cortan perpendicularmente al lado de la torre -frente al actual monumento a Juan Pablo II- dos de las pandas del sahn o patio de abluciones corresponde al investigador Juan Antonio Moreno Arana, un señor a quien ninguna amistad me une y a quien nada debo salvo respeto, dicho sea de paso. Véase Nuevas aportaciones a la Historia de Jerez de la Frontera y su entorno, pp. 175-186.

5) Hace años el investigador Miguel Ángel Borrego Soto ofreció al obispado un proyecto multidisciplinar en torno a la ya prevista rehabilitación del conjunto del que estamos hablando. El señor Obispo decidió declinar la oferta y se decantó por un trabajo mucho menos amplio y considerablemente menos costoso. Creo que se equivocó, porque el potencial arqueológico de estos inmuebles bien que se lo merecía. Dicho esto, parece que el actual equipo de arqueólogos está actuando con considerable sensatez y apreciable rigor. Nada que ver con los horrores que hemos sufrido, sin ir más lejos, a manos de las escuelas-taller de los Claustros de Santo Domingo.

6) Me parecería muy triste que alguien intentara o haya intentado apropiarse de la exclusividad, para él y para sus círculos afines, sean estos quienes fueren, en la investigación y/o publicación en torno a los posibles hallazgos. No quiero creer que nadie haya intentado obtener del obispado semejante “exclusiva”. Si así fuese, me merecería la misma repulsa que el veto que presunta, hipotéticamente, pudieran algunos historiadores imponer hacia la participación en determinados actos o en determinadas publicaciones de algunos colegas que, a su modo de ver, podrían no estar a la altura de su brillante intelecto ni de su intachable dignidad personal. Y es que algunos no se enteran de que todos estamos en el mismo barco: prefieren ser reyezuelos en un Jerez dividido en mil taifas antes que uno más de un equipo en el que hacen falta muchos y muy distintos investigadores. Así nos va.

7) Los arcos que están apareciendo son de herradura enmarcados por alfiz, con dovelas de ladrillo y algunos puntos con base de cantería. No me parece nada plausible que sean arcos mudéjares: obviamente, es el patio de la mezquita. Juan Antonio Moreno Arana acertó plenamente.

8) De momento, soy incapaz de determinar si los arcos son de herradura apuntada o no. Esta tipología, que yo sepa, no se difunde hasta época almohade. Si al final hay apuntamiento, la hipótesis de una cronología temprana quedaría totalmente descartada.

9) Los almorávides, que en gran medida bebieron artísticamente del mundo califal cordobés, prefirieron la columna como soporte, no el pilar. Los pilares de ladrillo son habituales en el mundo almohade, no en época anterior. Al menos que yo sepa: mis conocimientos sobre arquitectura almorávide son muy limitados.

10) Ladrillo sobre piedra podemos encontrarlo en el lienzo mural del lado norte de San Juan de los Caballeros, hoy escondido en las dependencias de la hermandad de la Vera+Cruz. En la parte de ladrillo hay un arco lobulado de estirpe claramente almohade. Así las cosas, y a la espera de que alguien realice una investigación rigurosa una vez con todos los datos sobre la mesa, me parece temerario decantarse por una cronología temprana. Quizá estemos ante un patio almohade, sin descartar del todo la hipótesis almorávide o taifa.

11) Al parecer, es hoy miércoles -he ido esta tarde por vez primera- cuando ha aparecido un arco en la cara corta del edificio mirando hacia la estatua de Juan Pablo II; por tanto, se encuentra situado de manera transversal al resto de las arquerías, en ángulo recto sobre el más meridional de los arcos hasta ahora aparecidos y compartiendo con ellos una esquina con base de piedra. No hay más que mirar para darse cuenta de que esa galería, la que corre de norte a sur de manera paralela al muro de la Epístola de la actual catedral, no se prolongaba más hacia la Plaza de la Encarnación. Se cortaba ahí. El arco recién aparecido es el que daba acceso a la sala de oración desde una de las galerías del patio; no encuentra otra lógica arquitectónica que no sea esa. El patio tenía muy poco fondo, por tanto.

Otro argumento a favor de esta hipótesis: las fuentes escritas dejan claro que el ábside gótico-mudéjar de la colegiata se situaba en la capilla bautismal de la Colegial barroca, es decir, en la primera de la nave de la Epístola, donde se encuentra ahora la taquilla de la visita turística. Si prolongamos la línea que marca ese arco recién aparecido hacia la catedral, vemos que hay una perfecta correspondencia: la línea del muro de encuentro entre la sala de oración de la mezquita y su patio coincide con la fachada de la actual catedral, y por ende el ábside que se añadiría a la nave central del edificio andalusí reconvertido en iglesia coincidiría, más o menos, con la capilla de los pies. Si la crujía occidental del patio de la mezquita hubiese sido más larga de lo que hoy vemos, la nave central de la mezquita reconvertida en templo cristiano quedaría ya muy dentro de la Plaza de la Encarnación, casi a la altura de la portada barroca de ese lado, y por ende el presbiterio añadido por los cristianos no coincidiría con la capilla bautismal, contradiciendo a las fuentes.

12) Tampoco el patio de la mezquita era muy ancho. Hay quien ha supuesto que llegaba hasta cerca del muro del Evangelio de la actual catedral, y que por tanto la torre se situaba en medio de la crujía norte del sahn. Pues no. Hoy mismo Javier Jiménez me ha hecho reconocer, en un lienzo de muro recién picado bajo la torre, el arranque de la arquería oriental del patio, es decir, la perpendicular al muro norte desaparecida cuando se realizó el edificio barroco. Por ende, la torre gótica no se incrustó en medio de la galería más larga del patio de abluciones, sino que se apoyó en una esquina del mismo.

13) Así las cosas, queda claro que la mezquita aquí situada era pequeña. Más incluso de lo que dejaban entrever las fuentes. Demasiado para ser una aljama, porque en la mezquita mayor de una ciudad tienen que caber todos los varones musulmanes de una ciudad en el rezo principal de los viernes. Y Jerez no era precisamente una localidad poco poblada. Ahora bien, las fuentes cristianas hablan con claridad de que su Colegial hizo uso de la mezquita mayor de Sharis. Ahí hay que seguir investigando, a mi parecer.

14) En las obras detrás de la torre aparecieron dos columnas de capitel muy sencillo que a quienes hemos tenido oportunidad de verlas nos han parecido islámicas y de fecha temprana, es decir, prealmohades. Todos pensábamos que serían de la primitiva aljama de Jerez, reutilizadas posteriormente en una obra mudéjar. Después de lo visto, he cambiado de opinión. Me siguen pareciendo islámicas y de cronología muy temprana, pero no creo que viniesen de esta mezquita sino de otro lugar más o menos cercano. Claro que también cabe la posibilidad de que el patio en cuestión sea una reforma almohade de un conjunto almorávide o taifa, quién sabe si califal, y que el interior del haram o sala de oración siguiese sustentado sobre hipotéticas columnas. Ojalá se hiciese una prospección arqueológica en la Plaza de la Encarnación. Pero claro, eso crearía un enorme problema al patrimonio más importante de la ciudad. Qué digo de la ciudad, ¡del mundo y del universo entero! ¿Por dónde saldrían los pasos en Semana Santa mientras durasen las obras? No hay valor.

15) Soy por completo incapaz de interpretar los restos aparecidos detrás de todo este conjunto. Hay quienes hablan de aljibe, de bodegas, de una galería mirador… Posiblemente. Como bien han dicho, la orografía del terreno debió de condicionar la distribución de los edificios en forma de terraza. Lo que sí tengo claro es que los pilares de sección poligonal que han aparecido son mudéjares y tardíos. Podría incluso pertenecer a un momento muy avanzado del siglo XV.

16) El gran problema sigue siendo el arco. El tremendo arco de cantería sobre el que los cristianos alzaron la torre. Tuve la suerte (¡menos mal que no hubo “exclusivas”!) de verlo por dentro. Son dos arcos en realidad, unidos en sus mitades inferiores por un potente aparejo de piedra creando un pasillo en el que, atravesando el primero de ellos, quien ingresa queda a cielo descubierto hasta llegar al segundo. En una conferencia apunté que la estructura me recordaba a la Puerta de Chipiona en la localidad de Rota. Porque está claro -lo hemos dicho ya unos cuantos- de que de una estructura defensiva se trata. Hasta se reconoce subiendo en lo alto una especie de “paseo de ronda”. ¿Estamos ante una puerta de la más antigua muralla de Jerez? Me encantaría poder decir que sí, porque además se encuentra alineada con el alcázar, un conjunto que, como lúcidamente viene sosteniendo Miguel Ángel Borrego Soto, tiene unos orígenes muy anteriores a los almohades. Sin embargo, mi impresión es que esta estructura es de mano cristiana, por el arco apuntado y por los signos de cantero -en el intradós del mismo- que, aun sin haberlos podido examinar a conciencia, me resultan demasiado familiares como para ser islámicos. Así que ya me dirán ustedes qué hace eso ahí. A un amigo le he escuchado una explicación de lo más interesante, pero a él corresponde hacerla pública, no a mí.

17) Y ya está. Quédense tranquilos porque yo no voy a publicar. Publiquen ustedes. Devoren la presa. Pero háganlo con la adecuada mezcla de rigor y de respeto hacia los demás. No desdeñen a nadie porque no hace falta. Al revés: a todos ustedes les hará falta echar mano del otro. Porque no hay persona omnisciente ni infalible. Este es un trabajo de equipo.