Texto publicado en Diario de Jerez el 17 de noviembre de 2014 (enlace)
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Fernando López Vargas-Machuca
PERMÍTANME acabar con una confusión historiográfica que se viene arrastrando desde hace tiempo: el recinto que se abre en el costado sureste de la iglesia de Santiago, al que se accede nada más girar a la derecha una vez que se entra en el templo por la puerta más habitual, no es la Ermita de la Paz junto a la cual se fundó la capilla dedicada al apóstol que luego se transformaría en parroquia. Todo apunta a que, en realidad, se trata de la capilla de Don Lorenzo Fernández de Villavicencio, personaje que, según nos recuerda el profesor Rafael Sánchez Saus en Linajes Medievales de Jerez de la Frontera, fue regidor, alcaide de los alcázares, alcalde mayor de la ciudad y caudillo de su mesnada en el cerco de Antequera. Nada menos.
La confusión se remonta a tiempos de Grandallana y su Monumentos de Jerez (1885), donde se nos dice que Alfonso X "fundó y tituló de Santiago Apóstol una real Capilla que se unió al costado de la primitiva ermita de la Paz", de tal manera que ya en el siglo XIV "la obra del templo se comienza adosando la nueva construcción a la Ermita o Capilla de la Paz, que estaba unida a la Real de Santiago". Como el recinto del que hablamos es, por su morfología "gótico-mudéjar", incuestionablemente anterior al resto del templo, el cual se realiza ya dentro del tardogótico, y dado que dentro de este espacio se conservaba la imagen renacentista de la Virgen de la Paz, la historiografía ha perpetuado esta identificación; en algún caso se ha llegado incluso a datar la capilla actual en el siglo XIII, verdadero disparate habida cuenta de que la difusión del tercelete (para entendernos, trazado de los nervios con forma de Y) se produce en la Corona de Castilla en fechas muy avanzadas de la centuria siguiente, y su primera aparición documentada en Jerez tiene lugar a principios del XV en la Capilla de la Jura (en realidad, de los Tocino) en San Juan de los Caballeros.
Sabemos por la Historia de Xerez de la Frontera del Padre Rallón (c. 1670) que Lorenzo Fernández de Villavicencio tenía una capilla en Santiago. De hecho, esta es la única capilla que el fraile jerónimo cita al hablar de esta parroquia (por aquel entonces sólo existía una más en el templo, la bautismal hoy desaparecida, que Rallón no necesitaba citar por no encontrarse acogida a patronazgo alguno). Ni una palabra sobre la Capilla de la Paz.
Pues bien, esta capilla de la que hablamos resultar ser idéntica, salvo en detalles menores, a la de Lorenzo Fernández de Villavicencio de la parroquia de San Lucas. Esta última se encuentra oculta a los ojos del visitante desde el siglo XVIII por una bóveda barroca de escayola, pero desde un desván podemos ver la primitiva bóveda y comprobar que, efectivamente, ambas son muy similares (tienen ustedes fotografías en mi blog). Las dos ofrecen planta rectangular cubierta con un par de tramos de crucería, unidas sus claves con un espinazo y rematando a oriente en una bóveda estrellada mediante la adición de terceletes, los cuales se articulan con el muro haciendo uso de trompas de arista viva –mudéjares, no góticas– en las esquinas. Dientes de sierra ornan todos los nervios, descansando estos últimos en columnillas suspendidas cuyos capiteles enlazan entre sí a través de puntas de diamante. Macollas y piñas de mocárabes, motivos ambos de estirpe islámica, dinamizan visualmente las claves.
Alguien podría argüir que todos estos elementos en la presunta Capilla de la Paz podrían ser fruto de la restauración realizada entre 1879 y 1880 gracias a la munificencia del Duque de Almodóvar; a simple vista la restauración fue intensa, y a ella se deben seguramente tanto las veneras y cruces de Santiago como algunos detalles menores, pero parece muy dudoso que los restauradores decidieran imitar una capilla, la de San Lucas, que en la segunda mitad del XIX nadie conocía, sencillamente porque estaba oculta. Por muy rehecha que esté la obra que nos ocupa, todo apunta a que la estructura y buena parte de los motivos decorativos siguen el original medieval.
Su cronología ha de corresponder, como la capilla de San Lucas, al primer tercio del siglo XV, momento de despegue de ese "gótico-mudéjar" jerezano al que tan vinculado estuvo Don Lorenzo quien, además de ser patrono de estas dos capillas, pide en su testamento, fechado en 1422, ser enterrado –a la postre lo haría en San Lucas– en una de las grandes obras jerezanas de este estilo: es él quien aparece retratado junto a su esposa Juana Fernández Zacarías en una de las dos laudas sepulcrales –la otra pertenece al hijo de ambos– que se encuentran en la monumental cabecera pétrea de San Juan de los Caballeros.
PS. Mis mayores agradecimientos a D. José María Guerrero Vega por las fotografías facilitadas.
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