miércoles, 29 de enero de 2025

¿Hay relación entre la arquitectura del Jerez andalusí y el gótico-mudéjar? El extraño caso de las ventanas de Santo Domingo

Me han insistido varios colegas en los últimos días para que siga escribiendo sobre temas jerezanos. La verdad es que no tengo nada nuevo previsto, salvo la profunda renovación de mi primer libro sobre la iglesia de San Dionisio: no quedé contento con la primera edición y ahora estoy preparando una sustancialmente mejorada que me gustaría viese la luz antes del verano. En cuanto a mi próximo artículo científico, tiene que ver con el gótico sevillano.

Ahora bien, hay unas reflexiones que hacen meses que me vienen rondando la cabeza y que considero interesante poner por escrito. Quiero que quede muy claro que estas no forman una teoría, y que por ende no merecen una publicación en revista científica. Simplemente forman una hipótesis de trabajo tan resbaladiza como –creo– interesante para abrir nuevas vías de investigación. También debe repararse que escribo desde la disciplina de la historia del arte, una más de las que forman parte de toda la ciencia de la investigación histórica. No debe confundirse con la arqueología. Dicho esto, vamos a ello.

Uno de los problemas que más me ha fastidiado en mi estudio de eso que llamamos el gótico-mudéjar jerezano, esto es, la explosión arquitectónica que tiene lugar en la ciudad entre las últimas décadas del Trescientos y los años sesenta de la centuria siguiente, es el remate ornamental de las ventanas de la iglesia del Real Convento de Santo Domingo. Me refiero, lógicamente, a las de los dos tercios más cercanos al altar mayor de su nave única: las del tercio que da a la calle Larga son ya del siglo XVI.

Dicho remate consiste en una doble voluta que se abre hacia el exterior hasta completar sendos círculos que rompen la continuidad de la moldura que va recorriendo el perímetro de cada ventana. Así ocurre en todas ellas, tanto al exterior como en el interior. No resulta en absoluto fácil verlo desde dentro de la iglesia: el contraluz juega en nuestra contra, también a la hora de realizar fotografías. Las que aquí adjunto no son muy buenas, pero darán al lector una idea de lo que hablo.

No he encontrado ningún referente en la arquitectura cristiana andaluza –tampoco en lo que llevo recorrido de la castellana– para semejante remate. Es exclusivo de los ventanales de este monasterio dominicano. Por eso mismo, cuando lo encontré en la puerta de la iglesia del Monasterio de La Rábida que da al exterior de la misma, pude ir tirando del hilo hasta demostrar que el templo de los franciscanos –al menos, la cabecera pétrea y la referida portada– fue realizada por maestros procedentes del taller gótico-mudéjar jerezano. Pienso que lo hicieron por mediación de Juan Alfonso de Guzmán, primer Duque de Medina Sidonia, quien “pudiera ser el responsable de poner en contacto a los frailes con el equipo que había trabajado o estaba trabajando para él en Sanlúcar de Barrameda cuando estos se encontraron en condiciones de remozar su modesta iglesia inicial”. Esa es, en cualquier caso, una historia diferente a la que ahora nos ocupa, y que el interesado puede leer en el artículo correspondiente de la revista Cartare (descarga aquí).

Lo cierto es que referente para ese remate sí que lo había. Pero no en la arquitectura cristiana española, sino en la islámica de Marruecos. Me refiero a la célebre Bab Agnaou construida por los almohades en el siglo XII en la ciudad de Marrakech (ver Wikipedia): justo el friso que la corona está diseñado mediante la repetición de un motivo serpentiforme cuyo remate no deja de recordar al de las ventanas de Santo Domingo. Dicho motivo lo describe así Dolores Villalba Sola en La senda de los Almohades (2015, p. 117): “un friso de sebka que surgen de parejas de hojas levantadas sobre una figura geométrica dentada, a partir de los cuales se levantan nuevos motivos de hojas que se enrollan y entrelazan formando los rombos. Un remate bastante sencillo si se compara con los ejemplos de Rabat (…).”


La pregunta que me hago: ¿es posible que los maestros canteros que trabajaron durante el segundo cuarto del siglo XV para la comunidad dominicana se inspirasen en una ornamentación similar que pudieran ver en la arquitectura almohade local? Quizá en algún lugar vecino al Real Convento, como puede ser en la vecina Puerta de Sevilla. ¿Qué sabemos de esta?

Conocemos bien el trazado de la muralla almohade de Jerez y la articulación de sus puertas gracias al trabajo de Rosalía González y Laureano Aguilar El sistema defensivo islámico de Jerez de la Frontera (2011), pero sobre sus motivos ornamentales tenemos pocas pistas. Los citados autores, que señalan paralelismos con la Bab Agmat de Marrakesh, que es almorávide (p. 75), afirman, basándose en un documento de 1785, que “la decoración se limitó exclusivamente a la entrada exterior, cuyas dos fachadas tenían las enjutas de los arcos adornadas con sendas figuras geométricas talladas en piedra: dos rosetas o veneras en la fachada externa (…), y en la cara interna dos hexágonos con una estrella en el centro” (p. 72; el subrayado en negrita es mío). Hay que añadir que “en la fachada exterior, sobre la clave del arco de ingreso, existió un friso monumental en relieve, mostrando inscripciones islámicas en cartelas que enmarcaban una estrella de ocho puntas” (p. 73): en el Museo Arqueológico Municipal se conservan dos sillares de la referida inscripción y estos son bien conocidos por todos los amantes del arte y la arqueología. Que en Epigrafia andalusí el arabista Borrego Soto date la inscripción en época taifa (2014, p. 38) no me parece que sea un obstáculo para mis argumentaciones ni, menos aún, para la datación de la puerta en tiempos no tan lejanos, toda vez que podemos estar ante un caso de reutilización simbólica dentro de un nuevo contexto.

Aunque lo relatado por estos autores parece descartar por completo la hipótesis que he planteado, creo que se puede relativizar la palabra que arriba subrayé: exclusivamente. La lectura del texto original de 1785 (reproducido en las páginas 72 y 73 del libro) dejan entrever el probable deterioro de la decoración cuando se realizó ese reconocimiento, circunstancia comprensible no solo por el paso de los siglos, sino también porque este acceso a la ciudad tuvo en su momento un gran pórtico renacentista bien visible en la conocida imagen de Van Wyngaerde de 1567. Mucho ojo: imaginar que la Puerta de Sevilla, por muy importante y monumental que pudiera haber sido, alcanzase la vistosidad ornamental de la Bab Agnaou marroquí –que tenía un especialísimo carácter por dar acceso a la qasba– sería puro disparate. Lo que me parece posible es que en su momento tuviera algún motivo decorativo serpentiforme relacionable con la de Marrakech que para el siglo XVIII pudo haber desaparecido, pero que en el segundo tercio del XV, cuando se levanta la iglesia, se encontraría visible y pudo servir de inspiración.

No sería el único caso de préstamo de la arquitectura islámica a la mudéjar en Jerez precisamente. Ni siquiera hay que moverse de Santo Domingo. Allá por 1996 (¡cómo pasa el tiempo!) presenté en el Congreso del CEHA en el que demostraba que la primitiva capilla mayor que utilizaron los frailes era una qubba islámica que se conservaba frente a la Puerta de Sevilla, probablemente un morabito como los muchos que “en forma de fortaleza con sus almenas” –el texto, bien conocido, es del Padre Rallón– todavía hoy se conservan en Marruecos, y de los que muchos debió de haber por la zona –repárese en el trabajo de los hermano García Lázaro sobre el tema, aquí disponible–. A aquella aportación mía, por cierto, no hicieron referencia Rosalía González y Laureano Aguilar a pesar de que quien a ustedes se dirige presentó un resumen del trabajo en Diario de Jerez.

Pues bien, en ese congreso planteé cómo dicha qubba, al dejar de ser capilla mayor y transformarse en capilla funeraria de los Meyras, debió de ser el modelo de inspiración directo de las numerosas otras qubbas de pequeño tamaño que, cuando se construyó la nueva iglesia, sirvieron de capilla funeraria a aquellas familias que quisieron emular para sus propios espacios un modelo de prestigio. Préstamo lógico y natural, por otra parte, en un contexto en el que el arte andalusí era un modelo de prestigio para las élites de la Corona de Castilla.

No sería el único préstamo en esa zona de la antigua Sharish. Los historiadores han destacado el acceso meridional a la vecina Parroquia de San Marcos: una bóveda de espejo que presenta un diseño de amplios entrelazos en su interior. En El mudéjar en Jerez (2021, pp. 78-80) ya planteé las concomitancias con la Puerta de Jerez en Tarifa –allí el entrelazo está pintado y es de escasa anchura–, añadiendo que “todo apunta a que en las diferentes puertas de la muralla de Jerez pudo haber bóvedas como la de Tarifa que pudieran haber servir de modelo.” Añado ahora una aportación que me parece significativa: la Bab al Kemish o Bāb al-Jamīs de Marrakesh, de época almohade según el especialista Antonio Almagro (leer aquí), presenta igualmente una especie de bóveda de espejo en su interior –no se conserva entrelazo pintado–, y justo delante presenta una qubba funeraria que nos ofrece una imagen no muy distinta a la que debió de presentar la Puerta de Sevilla –igualmente flanqueada por dos grandes torres– con su vecino morabito reutilizado por los dominicos. Aquí van fotos de la puerta marroquí, cuya decoración exterior lamentablemente hemos perdido.

Por otra parte, también cabe la posibilidad de que el motivo de la doble voluta estuviera no en la Puerta de Sevilla, sino en algún otro lugar igualmente cercano. ¿Recuerdan ese texto de Rallón en el que se dice que "en el mesmo sitio, donde hoy está fundado el convento, huvo una Mesquitilla, o oratorio de los moros con una huerta y algunas casas para sus alfaquíes". La “mesquitilla”, ya lo hemos dicho arriba, era la qubba islámica reutilizada por los dominicos. Las “casas para sus alfaquíes” bien pudieran haber sido parte del ribat que pienso que allí pudo haber, y del que la fortificación que apareció bajo la piel del claustro tardogótico (“los claustros” según el vulgo jerezano) pudo haber sido parte fundamental. Ribat o no -me niego a entrar en estériles polémicas en las que ya me explayé en este mismo blog-, lo cierto es que donde se establecieron los dominicos hubo edificaciones andalusíes. Tal vez en algún aspecto estas pudieron servir de modelo.

Realicemos una síntesis de los principales puntos expuestos para no dar lugar a malentendidos ni a interpretaciones malintencionadas.

a) Habida cuenta de la presunta inexistencia de referentes en la arquitectura cristiana andaluza para el remate ornamental de las ventanas del sector gótico-mudéjar de la iglesia de Santo Domingo de Jerez, así como de la aparición de un motivo serpentiforme que remata de manera similar en la Bab Agnaou de Marrakech, considero plausible la hipótesis de que los maestros tomaran inspiración en la arquitectura islámica local, dentro de un contexto en el que era habitual semejante suerte de préstamo –la forma qubba o la bóveda de espejo, por ejemplo–.

b) Pienso es que es posible plantear la posibilidad de que semejante motivo pudiera tomar su inspiración en alguno de los motivos ornamentales de la hoy desaparecida Puerta de Sevilla, situada frente al cenobio.

c) En modo alguno quiero plantear que la puerta jerezana fuese parecida a la Bab Agnaou. Tal cosa parece altamente improbable. Considero que la propuesta de Rosalía González y Laureano Aguilar sobre la misma sigue siendo globalmente válida. Tan solo me abro a la hipótesis de que esta contara con más elementos decorativos que los pocos recogidos en el informe de 1785.

d) Otra posibilidad es que tal motivo ornamental se tomara de alguna de las edificaciones andalusíes que se alzaban en los extensos terrenos cedidos por Alfonso X a la comunidad dominicana.

Ni que decir tiene que puedo estar equivocado y que el motivo ornamental de la doble voluta saliera de algún otro sitio que no sabemos. Aun así, creo que la propuesta merece al menos una reflexión.

Mire ustedes, hace muchos años, Basilio Pavón planteó la teoría de que las peculiaridades del mudéjar jerezano –él hablaba concretamente de San Dionisio– quizá podrían explicarse “por la existencia en Jerez de un arte almohade un tato efectista” (1981, p. 20). Fui yo mismo quien se encargó de demostrar que no, que esa idiosincrasia correspondía más bien a un equipo de canteros que en el siglo XIV ya había practicado con originales combinaciones entre las fórmulas del gótico castellano que había llegado con la conquista y la tradición local, si bien sería en nuestra ciudad en la que los herederos de aquel primer equipo van a desarrollar las combinaciones más vistosas y –llamémosle así– “manieristas”. Mi colega José María Guerrero Vega, con toda la razón del mundo, ha apuntado en su tesis doctoral que también hay que mirar hacia el Reino de Granada. Hoy, sin embargo, creo que la hipótesis de Basilio Pavón no debería caer totalmente en saco roto. Hay cosas que sí se podrían explicar desde la tradición local que pudo servir de inspiración. Si logramos detectar esas cosas no solo comprenderemos mejor la naturaleza de nuestro gótico-mudéjar, sino que podremos poner algunas pequeñas piezas en la reconstrucción visual de lo que fue la arquitectura de Sharis.

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