Continúa Miguel Ángel Borrego Soto con su
sarta de gravísimas mentiras sobre mi persona y mi trabajo desde diferentes
puntos de la red. Quiere polémica, quiere una sucesión de réplicas y contrarréplicas.
No lo va a conseguir, porque lo que he escrito en la entrada anterior es más
que suficiente. Ahora bien, dada la longitud del texto me veo obligado a hacer un
resumen, añadiendo ciertos matices, de los principales puntos que se abordaron en ella. Quien
quiera verificarlos podrá acudir a leerla (aquí) echándole un poco
de paciencia: la importancia del asunto me obligó a transcribir palabra por
palabra determinada parte de una conferencia del referido autor y a ser prolijo
en mis puntualizaciones.
1) Miguel Ángel Borrego Soto no cuenta con ninguna publicación científica sobre la mezquita que fue utilizada por los cristianos como Colegiata de San Salvador. Un proyecto de intervención arqueológica no es una publicación científica, sino lo que su nombre indica. Lo único que tiene es lo que relató oralmente en una ponencia del Congreso Jerez, 1264, si bien en las actas del mismo no incluyó nada sobre tal edificio, porque no era ése el tema que le correspondía. Si habló en público de él fue para marcar territorio ante la intervención ulterior de Javier Jiménez y Pablo Pomar en el mismo congreso, que por el título de su ponencia sí estaban impelidos a abordar el tema de ese inmueble.
2) Las aportaciones de Borrego Soto sobre la referida mezquita, presunta aljama, son pocas y no siempre consistentes, presentadas todas ella en la citada conferencia y luego sintetizadas por él mismo en su blog:
a. Una columna (en realidad dos) descubierta en la Casa del Abad demuestra que allí hubo una mezquita califal: propuesta plausible pero en exceso arriesgada. Una cosa es reconocer que dichos soportes son anteriores a tiempos de los almohades -eso lo sabe cualquiera con un poco de conocimiento de arte medieval- y otra muy distinta adjudicarlos a la mezquita y tomarlos como prueba de que esta era anterior al año mil. El método científico exige lanzar hipótesis, pero también hacerlo con mucha prudencia: los “grandes descubrimientos” sin suficiente apoyo argumental hay que evitarlos. Sobre las referidas columnas, en mi artículo me limito a citar su existencia y llamar a la prudencia.
b. El edificio poseía la orientación habitual de las mezquitas andalusíes: parcialmente verdadero. Solo parcialmente: dicha orientación cambia mucho en función de la época, y en el propio Jerez se distinguen al menos dos orientaciones diferentes, cosa que él tal vez ignora.
c. El gran arco apuntado de piedra que da al Reducto y el más pequeño que da a la cuesta de la Encarnación son de herradura: falso.
d. Los dos arcos “parecen remitir a antiguos accesos al patio de abluciones”: podría ser verdadero, pero hay muchísimo que matizar en función de las vistas de Van den Wyngaerde, cuyos dibujos en blanco y negro -los más fiables- no encajan con lo que tenemos delante, y de algunos textos que están siendo analizados por otro investigador. Todo apunta a que la hipótesis de Gonzalo Castro, que cito en mi artículo, ha de ser tenida muy en consideración.
e. Determinados restos arquitectónicos podrían ser de un aljibe: hipótesis plausible, si bien nada de ello menciono en mi artículo por lo resbaladizo de la cuestión.
f.
Han aparecido soportes en una
galería superior que podrían ser mudéjares: verdadero,
pero igualmente decidí omitirlo, en este caso no solo porque es necesario un
avance en la intervención que permita contemplar mejor esos restos, sino también
porque las obras realizadas por los cristianos en los inmuebles anexos no eran el tema de mi artículo. Hablaré de lo mudéjar cuando me corresponda hablar del mudéjar.
c)
3) Ninguna de esas presuntas
aportaciones, válidas o poco válidas, han sido utilizadas por mí en el artículo de la revista Trocadero, por lo no tenía por qué citar su conferencia ni su blog en el referido artículo.
Lo que es más, las conferencias nunca se citan en las publicaciones científicas.
Para eso están las actas, en las cuales Borrego nada decía sobre el edificio.
4) Miguel Ángel Borrego tampoco ha abordado el tema de la mezquita en sus textos de carácter divulgativo, menos aún en el de
la revista Ceretarum. Confieso que me confundí al decir que no había
leído este cuando terminé de redactar mi artículo, pero esa circunstancia no cambia las cosas: en la
referida revista no aporta absolutamente nada sobre la mezquita, sino que se
limita a citar a Rallón y a decir que parte de ella sigue en pie. Por
cierto, también es verdad que yo no recordaba que en ese artículo de Ceretarum
se incluía un muy desafortunado análisis de determinados restos del claustro tardogótico
del Convento de Santo Domingo: al clasificarlos como mudéjares, Borrego evidencia sus lagunas en el conocimiento de la historia del arte medieval andaluz. También es verdad que
no tiene por qué conocerla: él es Doctor en Filología. A mí no se me ocurriría
realizar consideraciones de carácter filológico en una publicación científica mía,
aunque fuera dentro de una argumentación histórico-artística, porque lo más probable
es que metiera la pata. En todo caso, consultaría con un especialista.
5) Hay que añadir que Borrego, en
conversaciones y redes sociales, ha defendido la existencia de una mezquita aljama
de gran tamaño en el solar de la actual catedral. Obviamente no es científico
citar cosas dichas en Facebook, así que nada de eso debe mencionarse si uno no quiere caer en el ridículo. En cualquier caso, semejante teoría queda por
completo refutada mediante el análisis de las fuentes en ese artículo mío que
tanto le ha irritado.
Una cosa que añadir: el ambiente entre los
historiadores de Jerez se está volviendo irrespirable. Borrego Soto es, siguiendo su línea habitual, quien ha
empezado esta polémica acusándome públicamente de delitos gravísimos que quien a ustedes se dirige jamás
osaría cometer. Sus acciones las pagamos todos. Por mi parte, no pienso continuar alimentando una polémica que jamás debería haberse producido.
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