lunes, 19 de agosto de 2013

La iglesia de Santa María la O de Sanlúcar de Barrameda y su portada

Uno de los templos medievales más interesantes del entorno de Jerez de la Frontera es sin duda la parroquia de Nuestra Señora de la O de Sanlúcar de Barrameda. Particularmente atractiva es la portada occidental de la misma, de difícil interpretación estilística y ubicación cronológica. A este edificio le dedico un apartado del libro sobre arquitectura religiosa “gótico-mudéjar” jerezana que espero publicar lo antes posible. Vaya aquí un adelanto del mismo, esperando que las conclusiones interesen al lector y abran nuevas vías en la investigación.

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La parroquia de Nuestra Señora de la O, en la parte alta de Sanlúcar de Barrameda, se levanta junto al Palacio de los Medina Sidonia, familia a la que durante largo tiempo se ha encontrado vinculada. En general, no ha recibido la atención que merece a pesar del rico patrimonio artístico que alberga[1]. En lo que a la obra medieval se refiere, fue el investigador portuense Hipólito Sancho de Sopranis[2] quien, retomando los apuntes de Diego Angulo[3], realizó las más interesantes aportaciones.

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El edificio se distribuye en tres naves que lucen soberbias armaduras mudéjares datadas por Sancho a partir de su heráldica entre 1507 y 1514, si bien Carlos García Peña propuso en su tesis doctoral fechas más tardías[4]. Se desarrollan en tres tramos separados por arcos de medio punto que en origen –han quedado visibles sus huellas tras la restauración– fueron apuntados, siempre sobre pilares de sección rectangular con resaltes para recoger la dobladura de los arcos. Se conservan algunos restos de pinturas murales en ellos.

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En los extremos de la nave de la Epístola se abren sendas capillas-qubba, de bóveda esquifada sobre trompas mudéjares. Sobre la que se encuentra en el extremo occidental del edificio, la de la Virgen de la Antigua, se levanta una torre con remate manierista diseñado por Alonso de Vandelvira en 1604. De esta se ha dicho que en su parte inferior conserva los restos de una torre del primitivo alcázar de la ciudad[5].

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La capilla mayor, de considerable profundidad, avanza sobre tres tramos cubiertos con crucería y un ábside poligonal, ligándose las claves por un nervio de espinazo, de ascendencia burgalesa, que es habitual en la arquitectura “gótico-mudéjar” del Valle del Guadalquivir. Todo el conjunto fue redecorado en época barroca, pero subiendo por la escalera del retablo hemos obtenido reveladores datos adicionales.

Bovedas

Para empezar, hay que descartar la hipótesis de García Peña de que los nervios estuvieran flanqueados en su momento por dientes de sierra, lo que en principio aparta a esta obra de diferentes realizaciones de la primera mitad del cuatrocientos en el entorno (Santo Domingo en Jerez, El Divino Salvador en Vejer, numerosas capillas jerezanas), pero podemos al mismo tiempo confirmar la suposición del citado investigador de que los nervios de la cabecera se distribuyen, efectivamente, en terceletes[6]. De este modo, la fórmula de un presbiterio poligonal cubierto con bóvedas de crucería con terceletes, pero sin dientes de sierra en los nervios, nos conduce hasta el Convento de Santiago de la Espada de Sevilla, obra a la que dedicamos hace años un trabajo de investigación que de momento solo hemos publicado de manera parcial[7]. La capilla mayor de la Cartuja de las Cuevas, aunque bastante más amplia por su finalidad funeraria, ofrece la misma utilización del tercelete. Otros presbiterios sevillanos que responden a este modelo o a uno parecido (parroquia de San Martín, conventos de Santa Clara, Santa Paula y Santa María del Socorro, hospital de San Lázaro) fueron levantados ya en fechas tardías.

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Las nervaduras presentan hoy perfil de remate plano tanto en la parte reformada como en la que se encuentra detrás del retablo, lo que de nuevo nos remite a Santiago de la Espada[8] y a la Cartuja Sevillana, como también –ya en Jerez– al pórtico meridional de San Dionisio y a la Capilla de la Jura de San Juan de los Caballeros.

Nervio

Gruesas capas de cal impiden en Sanlúcar determinar con exactitud cuál era el perfil de los mismos y confirmar de manera adecuada las analogías. Por otra parte, en los lugares donde la cal se ha deteriorado podemos detectar restos de la policromía original: decoración romboidal parecida a la que encontramos en los nervios de la citada Capilla de la Jura.

Perros

Hay además otros elementos que, habiendo sido presentados en 1991 con motivo del estudio previo a la restauración del templo, no han sido hasta ahora aprovechados por la historiografía[9]. Es el caso de la imposta a base de puntas de diamante que aún se conserva parcialmente tras el retablo; pintada en color verde, al igual que la que encontramos en Santa María de Arcos tras el retablo, su presencia apunta directamente al círculo jerezano[10].

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Relevante es la presencia de decoración pintada con formas helicoidales en las columnillas –que llegan hasta el suelo– en que descasan los nervios, pues hasta ahora no teníamos idea de qué tipo de ornamentación podrían presentar estos elementos. Interesan asimismo los dos capiteles originales que se conservan: dos cabezas de perro en el de la izquierda y dos cabezas humanas –un par de máscaras recostadas, o quizá una pareja besándose– en el de la derecha. Sin ser en modo alguno idéntico el tratamiento, el primer modelo lo podemos localizar en la Torre de la Atalaya, y el segundo en el interior de la capilla mayor de la parroquia de Vejer.

Cabezas

Por otro lado, la pérdida de la cal en determinados sectores de los paramentos murales de Sanlúcar permite intuir la presencia –a elevada altura, muy cerca de las puntas de diamante– de cabezas nimbadas y otros elementos figurativos, evidente confirmación de que los interiores de los presbiterios de las iglesias de este círculo estuvieron pintados con una riqueza decorativa que iba más allá de determinadas fórmulas geométricas.

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Menos claro parece que estos restos sanluqueños respondan necesariamente “a un gótico trecentista bastante cercano al de las halladas de Santa María de Arcos de la Frontera”[11], toda vez que los restos son demasiado escasos como para establecer paralelismos[12].

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En cualquier caso, la relación con la iglesia arcense se hace evidente por otras circunstancias: la presencia de una línea de imposta con puntas de diamante en el presbiterio y la banda de arquillos entrelazados que en el exterior aparece rodeando los contrafuertes, aproximadamente a los dos tercios de su altura, justo donde decrece su anchura[13].

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Los merlones escalonados de ladrillo rematando todo el presbiterio y la torrecilla de la escalera que se encuentra en el flanco septentrional del mismo son elementos que remiten a lo que Angulo denominó “grupo de 1356”[14], pero a nuestro modo de ver también lo hacen, de nuevo, a la Cartuja de las Cuevas y a Santiago de la Espada. El problema es que esos presuntos merlones parecen un invento de los últimos restauradores para otorgarle al ábside un aire mudejarizante: nuestros artistas se han limitado “dibujar” la silueta de los merlones eliminando el revoco hasta dejar el ladrillo visto. Al contrario que en todas las obras citadas, en la Parroquia de la O no hay rastros de ventanales por dentro ni por fuera, con excepción de unos óculos cegados.

En el costado norte se levanta un patio clasicista que sustituye al de tiempos medievales. El flanco meridional de la iglesia se abre a la calle a través de una pequeña portada sobresaliente de piedra, rematada por alero de canes, sobre la que después volveremos. Este es hoy el acceso principal al templo, toda vez que la puerta occidental se encuentra inhabilitada debido a la presencia del coro.

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Hasta aquí parece discutible la afirmación de que “el conjunto responde, tanto en su planta originaria como en su alzado, a los cánones de la estilística gótico-mudéjar sevillana”[15]. En el presbiterio remitirían a la ciudad de la Giralda los merlones escalonados si no fuera porque, como dijimos arriba, estos no parecen ser otra cosa que un invento. En realidad, la imposta exterior uniendo los contrafuertes y la interna a base de puntas de diamante apuntan a Jerez, como lo hace también la decoración pictórica de los nervios. Sí que remite a Sevilla la ubicación de una escalera en el costado norte del presbiterio.

En cuanto a la estructura general del templo y a la presencia de capillas con forma de qubba, en absoluto pueden considerarse patrimonio exclusivo de la escuela sevillana, aunque sea cierto que es en esa ciudad donde la tipología resulta más frecuente. Por otra parte, en el gran imafronte occidental se abre, bajo un amplio óculo sin tracería, una portada pétrea que remite ineludiblemente al mundo jerezano, más concretamente a la Torre de la Atalaya del templo de San Dionisio, que se finaliza a mediados del siglo XV. En ella nos toca ahora detenernos.

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La obra, que sobresale con respecto a la línea del muro, se extiende verticalmente con una abundante decoración a la manera de un tapiz densamente ornamentado, lo que no deja de recordar, salvando las distancias, a las conocidas fachadas de San Gregorio y San Pablo de Valladolid[16]. Tres zonas bien distintas se distinguen en ella. Para empezar tenemos el hueco de la puerta, un arco apuntado sin tímpano, y las siete arquivoltas que lo enmarcan. Estas arquivoltas son –siguiendo la expresión de Angulo– de baquetones trebolados, lo que nos lleva a portadas sevillanas relativamente tardías como las de San Esteban, San Marcos y San Juan de la Palma, esta última datada en 1421.

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La arquivolta más externa se encuentra a su vez enmarcada por dos cenefas. La primera de ellas consiste en óvalos con cuadrilóbulos que ya encontramos en San Dionisio, tanto en el alfiz del arco conopial de la cara oriental de la Torre de la Atalaya[17] como en las puertas de madera que se conservan en el interior del edificio; se trata de una fórmula inhabitual de la que solo hemos encontrado un paralelo, la portada sevillana de San Marcos, solo que en aquella son arquillos apuntados con trilóbulos. La segunda cenefa se encuentra formada por arcaizantes puntas de diamantes, lo que resulta mucho más habitual desde las portadas hispalenses más tempranas.

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Los capiteles en que descansan las arquivoltas y las líneas de impostas de la parte exterior se recubren con amplias hojas entrecruzadas en forma de aspa; encontrándose estas muy deterioradas, el único referente tipológico que tenemos es –por el tratamiento diagonal y con abundantes claroscuros de hojas de gran tamaño– el de la ya citada portada de San Juan de la Palma. El amplio espacio entre las enjutas se rellena, haciendo gala de auténtico horror vacui, con dos motivos distintos: cardinas de gran amplitud –con evidentes desigualdades en la calidad de la talla– y mallas curvilíneas con cuadrilóbulos en su interior. Entre las secciones más inferiores de las cardinas y las mallas encontramos una estrechísima banda de arquillos que, vistos de cerca, revelan ser de herradura.

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Sobrepasamos la clave del arco para encontrarnos, sin solución de continuidad, con una segunda zona subdividida a su vez en dos secciones horizontales superpuestas. En la más baja, parejas de leones rampantes sostienen emblemas heráldicos sobre los que después volveremos. En la superior, dos parejas de arcos conopiales de amplio módulo en cuyo intradós se abren trilóbulos: de nuevo la relación con la Torre de la Atalaya resulta evidente. Entre escudos y arcos conopiales se desarrolla una franja que en su mitad izquierda ofrece motivos curvilíneos y en la derecha –rompiendo la simetría– cuadrados unidos por las esquinas con cuadrilóbulos en su interior.

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Una esbelta columnilla que descansa en una ménsula con forma de cabeza barbada separa las dos mitades simétricas de este sector. Otorgando continuidad a éste con las arquivoltas, dos alargadas columnillas que arrancan de las líneas de imposta del arco de acceso enmarcan la portada hasta el piso superior, rematando las mismas capiteles con decoración vegetal muy sumaria. Tales columnillas nos traen a la memoria las que enmarcan la citada portada de San Juan de la Palma, estas últimas con abundantes elementos figurativos –al contrario de lo que ocurre en la sanluqueña, donde aparecen lisas– entre los que se incluye una cabeza barbada de anciano que no deja de recordarnos –por su carácter insólito en la arquitectura medieval andaluza, no por su tratamiento plástico– a la que vemos bajo la columnilla interior de Sanlúcar.

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Delimitando toda esta parte del sector superior encontramos una cenefa de entrelazo parecida –menos complicada en el diseño– a la que separa los dos cuerpos del volumen principal de la repetidamente citada torre de San Dionisio. Sobre éste se desarrolla el motivo más sorprendente de la portada: una amplia franja de paños de sebka, un elemento que no hemos encontrado en ningún edificio del círculo jerezano ni de su entorno pero que puede relacionarse con dos de las portadas sevillanas citadas, las occidentales de San Esteban y de San Marcos.

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Remata el conjunto un alero con canecillos de muy tosca factura entre los que distinguimos caras animales y monstruosas de rasgos grotescos. Entre los canes, decoración vegetal que –hablamos a través de fotografías tomadas en fuerte contrapicado– recuerda a la de los capiteles de las arquivoltas en el piso inferior. Un amplio óculo sin decoración alguna ocupa el espacio entre la portada y el remate triangular de la fachada.

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Antes de pasar a la cuestión cronológica hemos de detenernos en la portada del lado de la Epístola. Reducida de tamaño y sencilla en el diseño, se abre con una serie de arquivoltas de baquetones trebolados que, como ocurre en la portada occidental, remiten al mundo sevillano. Los canecillos, de nuevo cabezas animales y monstruosas talladas con evidente tosquedad, recuerdan asimismo a los que aparecen en la otra.

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Quizá merezca la pena destacar que el segundo por la izquierda es un leoncillo mirando hacia un lado que recuerda a dos –tercero por la izquierda y tercero por la derecha– de la portada principal de San Juan de la Palma, lo que establece un nuevo vínculo entre esta obra sevillana y Sanlúcar de Barrameda[18]. Interesante también el canecillo de la esquina izquierda, un rostro humano barbado, tallado con forma cóncava, con los brazos en alto, todo él de realización extremadamente rudimentaria. No hay más elementos decorativos en la portada, que Angulo encontró en muy mal estado de conservación[19] y hoy se halla sensiblemente restaurada.

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Sanlúcar de Barrameda fue entregada por Sancho IV a Guzmán el Bueno (1256-1309). A Isabel de la Cerda y Guzmán (c. 1329 - c. 1389), nieta del célebre personaje y bisnieta del infante Don Fernando de la Cerda –primogénito de Alfonso X– se atribuye la edificación de la iglesia, pues en esta localidad estuvo residiendo entre 1360 y 1370 hasta que Enrique II la obligó, sin tener en cuenta su avanzada edad, a contraer matrimonio con Bernardo de Bearne, lo que la convertiría en primera condesa de la Casa de Medinaceli. La atribución la quiso confirmar Hipólito Sancho a través de la heráldica al referirse a los dos blasones “que por su forma primitiva acusaría el de la Cerda anterioridad a 1490 –parte en pal con Castilla en jefe y León en punta en el flanco derecho y Francia antiguo, las lises sucesoras de las antiguas abejas –aquí diez pareadas– al izquierdo y el de Guzmán privado de la orla de castillos y leones que se usan desde el segundo tercio del cuatrocientos (…)”[20].

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A partir de aquí, el historiador portuense se plantea cómo es posible que, apuntando esta heráldica a una fecha anterior al matrimonio de Doña Isabel en 1370, aparezcan arcos conopiales que sin la menor duda remiten a fechas muy posteriores. Resuelve Sancho que la portada es obra de dos autores: uno coetáneo a la presunta edificación del templo hacia 1360-70, y otro que a finales del XV o en los primeros años del XVI labraría los elementos estilísticamente más avanzados. Su planteamiento no nos convence, menos aún cuando en la Torre de la Atalaya de San Dionisio de Jerez estos arcos conopiales y otros elementos de la misma portada conviven con fórmulas en principio muy anteriores.

Pensamos, de hecho, que la portada occidental de La O de Sanlúcar y la Torre de San Dionisio son obra del mismo taller, un equipo imaginativo y ecléctico que, sumando elementos de diversa procedencia –y manos de muy desigual cualificación técnica–, trabajó con una sensibilidad estética que podemos vincular tanto al mundo mudéjar como a la exuberancia del último gótico de la corona de Castilla. Por ende, nos parece posible fechar la obra en el segundo cuarto del siglo XV. Creemos además que la capilla mayor, por todos los vínculos que hemos venido refiriendo, es obra igualmente de un equipo jerezano, aunque no sabemos si es el mismo de la portada u otro que trabajó con anterioridad; en cualquier caso, hablamos de un solo “taller”, es decir, de la escuela jerezana de la primera mitad del cuatrocientos.

Sanlúcar La O armadura mudéjar

¿Cómo explicar entonces la presencia de los emblemas antiguos de los De la Cerda y Guzmán? Una posible solución al problema la vino a dar Angulo hace setenta años: “si son en realidad las armas usadas por esa dama en memoria de sus padres, no encuentro gran inconveniente en que siendo, como parece, la constructora de la iglesia, las hiciesen esculpir en su memoria los señores de Sanlúcar al labrar posteriormente la portada”[21]. Podríamos pensar entonces en la época de Juan Alonso Pérez de Guzmán y Suárez de Figueroa (1410-1468), sexto Señor de Sanlúcar de Barrameda y primer Duque de Medina Sidonia.

Ahora bien, teniendo en cuenta que la capilla mayor pertenece probablemente a la primera mitad del XV y que incluso puede ser coetánea a la portada principal, cabe la posibilidad de que todo el edificio pertenezca a un mismo momento y que lo que realizase Doña Isabel de la Cerda fuese en realidad una obra arquitectónica modesta, reemplazada posteriormente por la que voy contemplamos. En cualquier caso, la cronología de la erección de las tres naves y de la portada lateral, así como la correcta filiación estilística y las conexiones de todo el templo con el mundo sevillano, son circunstancias que deberán ser investigadas en el futuro. También sería necesario fijar una datación más precisa para la capilla mayor y establecer si las bóvedas con terceletes de Sanlúcar podrían ser un precedente de las más complicadas en su trazado que encontramos en el convento jerezano de Santo Domingo y en el presbiterio de El Divino Salvador de Vejer de la Frontera.

 


[1] Estado de la cuestión en el fascículo editado por Caja San Fernando y escrito por Antonio de la BANDA Y VARGAS: La parroquia de la O de Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, 1999. El autor erró –parece que no se detuvo a leer con detalle el texto de Hipólito Sancho al que más adelante haremos referencia– al datar las armaduras de madera en la fecha de construcción del edificio. Asimismo su afirmación de que la datación de la portada lateral “no ofrece duda dentro de la segunda mitad del siglo XVI” nos parece temeraria. Más recientemente se ha ofrecido una síntesis en AAVV: Guía artística de Cádiz y su provincia, Cádiz, 2005, vol. II, págs. 114-124. En ella se apuesta por 1440 como fecha aproximada para la finalización de las obras.

[2] Hipólito SANCHO DE SOPRANIS: "Un monumento mudéjar poco conocido de la Baja Andalucía: Santa María de la O de Sanlúcar de Barrameda", en Mauritania, marzo de 1943, nº 184, págs. 75-79.

[3] Diego ANGULO ÍÑIGUEZ: Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XII, XIV y XV, Sevilla, 1932, págs. 66-68. El autor confunde sus anotaciones, colocando a la portada occidental en el lado de la Epístola y viceversa.

[4] Carlos GARCÍA PEÑA: Arquitectura gótica religiosa en la provincia de Cádiz. Diócesis de Jerez, leída en la Universidad Complutense de Madrid en 1990, pág. 1348.

[5] IBÍDEM: págs.130-31. “Este alcázar de época musulmana, sirvió de residencia temporal a los señores de la villa, hasta que en 1477, D. Enrique de Guzmán, segundo duque de Medina Sidonia, emprendió la construcción del Castillo de Santiago, ya que el otro se hallaba en ruinas”. IDEM, pág. 1347.

[6] IBÍDEM: págs. 1339-40.

[7] Fernando LÓPEZ VARGAS-MACHUCA: "El convento sevillano de Santiago de la Espada y sus enterramientos", en Actas del congreso Las Órdenes Militares en la Península Ibérica (Ciudad Real, 1996), Cuenca, 2000, vol. I, págs. 231-253. IDEM: “La iglesia del antiguo convento hispalense de Santiago de la Espada: historia y espacios arquitectónicos”, en Archivo Hispalense, nº 253, Sevilla, 2000, págs. 99-128.

[8] Nos referimos a la capilla mayor del actual Monasterio de la Asunción, porque el espacio rectangular cubierto por dos tramos de crucería que le precede ofrece nervios con baquetón de perfil redondeado.

[9] Mª C. RODRÍGUEZ DUARTE: “Hallazgos de pinturas y relieves góticos en la iglesia de Nuestra Señora de la O” en Sanlúcar de Barrameda, nº 27, Sanlúcar 1991. Creemos que la autora no es muy exacta al afirmar que tales restos son “el primitivo (retablo) realizado sobre el muro del ábside”.

[10] Las puntas de diamante son motivo recurrente en la arquitectura cristiana medieval hispalense, pero utilizada como línea de imposta en el interior de presbiterios y capillas solo la encontramos en Jerez y su círculo, de tal modo que nos sirve a modo de “firma” del taller arquitectónico que trabaja en esta ciudad durante la primera mitad del XV.

[11] DE LA BANDA: ob. cit., pág. 8.

[12] Nuestro colega Javier Jiménez López de Eguileta ha tenido la oportunidad de acceder hasta el ático del retablo haciendo uso de una escalera de mano. De tal modo ha podido comprobar que en lo más alto del muro se conservan algunas figuras en mucho mejor estado que las vistas por nosotros mismos. Sería interesante que alguien realizara fotografías y las publicara, porque hasta ahora ningún historiador más parece haber tenido noticia de ellas.

[13] Los contrafuertes del muro septentrional del templo jerezano de Santo Domingo presentan asimismo tales arquillos, si bien lo hacen, como en Arcos, solo en los contrafuertes propiamente dichos. En Sanlúcar el motivo se extiende por los paños más occidentales de la capilla mayor formando una línea de imposta.

[14] ANGULO: ob. cit., págs. 50 y ss.

[15] DE LA BANDA: ob. cit., pág. 3.

[16] La analogía con San Pablo ya la puso de manifiesto SANCHO: "Un monumento mudéjar…”.

[17] También parecen intuirse cuadrilóbulos en la cenefa que separa los dos cuerpos en el volumen de la escalera de la torre, pero el deterioro de la piedra es tal que no podemos asegurar nada.

[18] En cualquier caso no son obra de la misma mano: los dos leoncillos sevillanos ofrece una calidad mucho mayor en su modelado.

[19] ANGULO: ob. cit., pág. 66. Señaló el autor la ausencia de imposta, pero esta ha sido hoy reconstruida o reinventada.

[20] SANCHO DE SOPRANIS: "Un monumento mudéjar…”. Hemos respetado la confusa redacción original del autor. En cuanto a la orla de castillos y leones, debemos especificar –concretando la fecha– que la usan los Guzmanes desde 1445.

[21] ANGULO: ob. cit., pág. 68.

2 comentarios:

  1. Estimado sr. López Vargas-Machuca:
    Empiezo por darle de todo corazón mi enhorabuena por su magnífico blog. Y paso a comentarle un par de cuestiones sobre el análisis tan interesante que usted hace de las armerías que nos muestra la sanluqueña Nuestra Señora de la O en su portada que da a la plaza de los conde de Niebla.
    En primer lugar le confieso mi extrañeza ante su afirmación de que las lises de Francia “sustituyen a las abejas”. Nunca he leído algo semejante y me gustaría saber cuál es su fuente. Esas lises ya se ven con toda probabilidad en Bouvines (1214) según Pinoteau (v. Les origines de l’héraldique capétienne), siendo el primer emblema que usan los reyes Capetos, que otras ramas pequeñas de este linaje ya sí se armaban (los Borgoña, los Courtenay, por ejemplo).
    La segunda cuestión es, si cabe, aun más interesante que la primera, pues desborda el ámbito puro de las armerías y afecta de manera principal a la datación de partes varias del edificio. Faustino Menéndez Pidal (La heráldica de la casa real de Castilla y León, pp. 114-115 y 175) nos dirá que las armas de la fachada son del año 1360, para más adelante contradecirse diciendo que la bordura componada de castillos y leones empieza a usarla el II duque en sus sellos de entre los años 1472 y 1492. Porque es que, detalle que se le escapó al eminente heraldista, el escudo de Guzmán presenta la dicha bordura, y si nos fijamos veremos hasta cuatro leoncillos bastante desgastados. Por tanto, esta bordura descarta la fecha temprana y nos lleva a situarla en época del II duque, y entre los años de 1472 y 1492, en mi opinión. Usted afirma que la bordura de castillos y leones es más antigua: de 1445, pero no sé en qué se basa.
    Un cordial saludo, Manuel Carlos Ordás de Aranda.

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  2. Ante todo, Don Manuel Carlos, muchas gracias por su tiempo y su interés.

    Las presuntas afirmaciones que realizo sobre heráldica que usted apunta no son mías: como puede ver están entrecomilldas y pertenecen a Hipólito Sancho de Sopranis, al que espero haber citado correctamente.

    Desdichadamente mis conocimientos en ese campo resultan muy limitados, y a la hora de escribir el texto no pude profundizar más: debería haberlo hecho, claro, y no confiar sin más en Don Hipólito, un historiador que aportó muchísimas cosas buenas pero que contribuyó en no pocos aspectos a crear confusión.

    En cuanto a Don Faustino, me aseguraron hace unos meses que estaba a punto de publicar un importante volumen que actualiza sus investigaciones: lo espero como agua de mayo para tener en mi biblioteca una obra de referencia, pero de momento no he visto noticia alguna sobre su aparición. Tengo entendido que colaboraba la Real Maestranza de Caballería. Sobre la datación que éste realiza de la portada sanluqueña, sospecho que su fuente es Sancho de Sopranis, y de ahí la contradicción que usted señala.

    No hace falta decirle, Don Manuel Carlos, que las aportaciones que usted realiza son de enorme relevancia para mis investigaciones, abriéndome además un camino para abordar desde otra óptica un edificio que he abordado desde el punto de vista no documental ni heráldico, sino basándome en el análisis formal.

    La fecha que propongo de mediados del XV se basa en lo que conocemos sobre la Torre de la Atalaya en San Dionisio de Jerez, obra incuestionable del mismo taller que la portada de la que hablamos, aunque no veo ningún problema en retrasar la datación un par de décadas, como usted sugiere. ¿Me permitirá que cuando amplíe y publique en formato de papel este trabajo, no sé cómo ni cuándo, le realice un agradecimiento explícito en nota a pie de página? De momento, quede aquí mi más absoluta gratitud por compartir sus conicimientos. Reciba un cordial saludo desde mi exilio en la sierra segureña.

    Fernando López

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