jueves, 25 de junio de 2020

Notas sobre las "notas": volviendo a un artículo veintidós años después

Voy a hacer un ejercicio que no resulta muy frecuente entre historiadores: la autocrítica  de un trabajo propio muy anterior. Se me dirá que cómo voy a ser lo suficientemente justo con lo que yo mismo he elaborado. Pues quizá tengan razón, pero no por ello este ejercicio de autorreflexión tiene que dejar de resultar valioso.


El artículo en cuestión se llamaba “Notas en torno a los espacios funerarios de la aristocracia en la arquitectura medieval jerezana”. Lo escribí en 1997, justo después de mi trabajo de investigación (“tesina”) sobre el Convento de Santiago de la Espada de Sevilla, y en el marco de una tesis doctoral sobre la arquitectura funeraria en la arquitectura gótico y mudéjar de la zona bajo la dirección del riguroso, muy exigente y admirable profesor D. Javier Martínez de Aguirre Aldaz, a quien debo toda mi gratitud. Por diversas razones, la tesis nunca pudo ser terminada.

El texto lo presenté en el encuentro de historiadores en homenaje al profesor Antonio Cabral Chamorro que tuvo lugar en enero de 1998, pero esta y la mayoría de las comunicaciones quedaron fuera de la publicación. A la postre, fue editada por la Revista de Historia de Jerez, nº 5, 1999. El texto lo encontrarán en PDF en este enlace. Asimismo, tienen una versión web en este mismo blog, en cuya introducción ya planteaba lo siguiente:

“Además de responder al título del enunciado, en este trabajo realicé mi primer intento de organizar y sistematizar mis ideas en torno el “gótico-mudéjar” jerezano. Desde entonces hasta ahora creo haber avanzado bastante en mi conocimiento sobre algunos de los edificios aquí tratados, pero el contenido del texto sigue en su mayor parte vigente.”

Para realizar este examen, he copiado el texto tal cual, eliminando las visualmente incómodas notas (las encontrarán en la referida versión web de este blog) y añadiendo comentarios en otra fuente y color, porque me parece la mejor manera de distinguir con rapidez qué corresponde al texto original redactado en 1997 y qué es comentario realizado el 25 de junio de 2020.
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Este trabajo fue presentado en el encuentro de historiadores en homenaje al profesor Antonio Cabral Chamorro que tuvo lugar en enero de 1998 en Jerez de la Frontera. Por desgracia, a la hora de la publicación problemas de espacio dejaron fuera a la mayoría de las comunicaciones, la presente entre ellas. Aquí el texto primitivo ha sido conservado casi en su integridad, si bien he actualizado algunos aspectos y añadido las novedades bibliográficas. 

El objetivo es el mismo que el de entonces: ofrecer una pequeña aportación al estudio de la arquitectura medieval jerezana, el cual se halla actualmente un tanto anquilosado, toda vez que la mayor parte de la bibliografía generada sobre el tema a lo largo de los últimos sesenta años ha tomado como base dos publicaciones insuficientes a la hora de su análisis: Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XIII, XIV y XV, del por otra parte grandísimo historiador Diego Angulo Íñiguez, y la Guía Oficial de Arte elaborada por el incansable Manuel Esteve Guerrero.

Mientras tanto, la interesantísima Introducción al estudio de la arquitectura en Xerez (1934) del historiador portuense Hipólito Sancho de Sopranis, que ofrece abundantes y sustanciosas aportaciones, ha venido siendo ignorada por la mayoría de los investigadores. Ni siquiera se utiliza en una tesis doctoral realizada no hace mucho sobre el gótico jerezano, cuya metodología y resultados no comparto. Un reciente trabajo de conjunto sobre el tema se limita a repasar las diferentes opiniones vertidas por la historiografía. 

Por todo lo expuesto he adoptado un punto de vista eminentemente crítico, poniendo en tela de juicio parte de las cronologías y de las identificaciones aceptadas hasta ahora por la bibliografía y, al mismo tiempo, trabajando directamente sobre los propios monumentos, que ofrecen un buen número de detalles morfológicos de los que en su momento se podrá sacar buen provecho. El resultado ha generado muchas más preguntas que respuestas; esto, antes que desanimar, debe resultar un incentivo para futuras investigaciones mías y, espero, de otros historiadores. 

Esta introducción puede parecer desdeñosa hacia otros investigadores, pero no lo es. La única persona que había realizado aportaciones de manera sistemática sobre la arquitectura medieval jerezana había sido Hipólito Sancho de Sopranis, sobre todo en los años treinta y cuarenta. Su última publicación salió a la imprenta en 1964. Desde entonces, casi nada. Las aportaciones de Rafael Cómez en su importante texto Las empresas artísticas de Alfonso X El Sabio resultaron ser incorrectas (la mezquita del alcázar, el San Dionisio mudéjar y San Lucas como obras del siglo XIII), permaneciendo como válido el referente de Santa Ana en Triana para el ábside del lado del Evangelio de San Dionisio y, por supuesto, la deuda con el gótico cordobés. Luego vino Alfonso Jiménez demostrando que la bóveda de Santa María del Alcázar era islámica, no alfonsí, y apuntando que la arquitectura jerezana del XIII debió de ser muy pobre: su texto fue muy breve en lo que a Jerez se refiere, pero importantísimo.

Y ya está. Nada más sobre el gótico-mudéjar hasta que el firmante de estas líneas empezó a publicar sobre él. ¿Y la tesis de Carlos García Peña? Lamento mucho decir que sus dos extensísimos volúmenes no aportan absolutamente nada nuevo sobre el gótico-mudéjar, algo que bien sabemos cuantos los hemos leído en su integridad: el autor se limita a describir y a sacar documentación de la edad moderna que nada dice sobre la época medieval. Bueno, sí que aportaba un documento importantísimo, el que demuestra que San Dionisio se estaba construyendo en la primera mitad del XV. Yo no me di cuenta, ni quienes luego han usado a García Peña como fuente. ¡Pero él mismo tampoco! No fue capaz de reparar en lo que tenía delante de sus narices y dató la obra mudéjar en la centuria anterior.

En cuanto a los trabajos de José Fernández López, Esperanza de los Ríos y Ricarda López, posterior este último a mi artículo, son divulgación y no investigación. No decían nada nuevo, ni tenían por qué decirlo. El objetivo de la divulgación es sintetizar y hacer accesible el estado de la cuestión. Pero tampoco fueron capaces de reciclar bien las aportaciones de Sancho: excepto De los Ríos, ni siquiera conocían Introducción al estudio de la arquitectura en Xerez, que aun con sus desigualdades y errores era la fuente más importante para acercarse el tema. 

A mí me sigue pareciendo que intentar por mi parte sistematizar una serie de ideas, recoger todas las aportaciones de la bibliografía -sobre todo las de Sancho- y darle forma a todo ello era ya un paso adelante en un estado la cuestión que seguía estando como en los años sesenta, por no decir en los treinta (lo de José Fernández y Ricarda López es prácticamente un remix de la Guía de Esteve de 1933).


I - ARQUITECTURA RELIGIOSA JEREZANA EN EL CUATROCIENTOS
 
Fue Jerez de la Frontera uno de los más activos centros de arquitectura religiosa durante el último siglo del medievo andaluz. Justamente famosa es la serie de templos que siguen las pautas marcadas por la nueva y flamante catedral de Sevilla, iniciados durante el último cuarto del XV y completados a lo largo del XVI: San Mateo, San Marcos, Santiago, San Miguel, La Merced y La Cartuja de la Defensión. Pero nos vamos a centrar en aquellas construcciones habitualmente calificadas como "gótico-mudéjares", que fueron realizadas probablemente a lo largo de los dos primeros tercios del cuatrocientos por un taller de canteros de fuerte personalidad estilística que llega a trabajar en puntos relativamente alejados como Sevilla o Vejer de la Frontera. 

A pesar de la pobreza del material utilizado, la inevitable piedra de la Sierra de San Cristóbal, la originalidad creativa de este taller resulta de un especial interés por la peculiar mixtura de formas cristianas e islámicas, logrando en ocasiones efectos de gran vistosidad. 

Ahora viene una sistematización de elementos cristianos y elementos de tradición islámica que hasta entonces no se había realizado y que me parecía muy necesaria, pues era muy frecuente que se dijera -aún se sigue diciendo- que dientes de sierra y puntas de diamante son elementos propios del mudéjar, cuando corresponden plenamente a la tradición de la arquitectura cristiana medieval. Si quieres analizar las formas, lo primero es ordenarlas. 

a) Elementos cristianos. 

Son fundamentalmente aquellos propios del primer gótico castellano, el que nos encontramos en el monasterio de las Huelgas de Burgos, la catedral de Cuenca o el refectorio de Santa María de Huerta: bóvedas de crucería simple con las claves unidas por un nervio de espinazo, columnillas "colgantes" funcionando como ménsulas en las que reposan los nervios, dientes de sierra y puntas de diamante.

Muy acertada parece la teoría del profesor Cómez según la cual estos templos jerezanos fueron levantados por un taller que había trabajado previamente en Córdoba Sin embargo, la cronología que establece para su llegada resulta excesivamente temprana: poco después de 1264, fecha de la reconquista. Si aceptamos la cronología que Mª Ángeles Jordano propone para los templos de la ciudad califal, llegamos a la conclusión de que la sintaxis de las formas no se corresponde a la de las primeras parroquias cordobesas, sino a un lenguaje algo más evolucionado que se utilizaba a lo largo de la segunda mitad del trescientos: cabecera de la colegiata de San Hipólito, abovedamiento del ábside de San Miguel y capilla de los Vargas en la misma parroquia.

El profesor Cómez fue muy duro valorando la tesis de Jordano, que a mí me parece en líneas generales acertada a la hora de establecer una secuenciación de las iglesias cordobesas a lo largo de un par de siglos que Don Rafael reducía a tan solo unas décadas y a la labor de tres maestros consecutivos. Un acercamiento renovado a lo que se hizo en Jerez exigía valorar críticamente las aportaciones de los dos referidos especialistas y apostar por las hipótesis más convincentes.

Por otra parte, resulta difícil aceptar que en la sumamente problemática y peligrosa Jerez de la segunda mitad del XIII y primera del XIV -en 1340 la batalla del Salado alejó definitivamente la amenaza meriní- se levantaran edificaciones de tal magnitud. Sólo el desarrollo demográfico, económico y social del cuatrocientos pudo hacerlas realidad. Todo ello induce a pensar que el taller cordobés no se desplazó a Jerez hasta, como muy pronto, el último cuarto del siglo XIV, si bien las formas que trae son, como se ha explicado, muy anteriores. 

En este párrafo estaba la semilla de toda mi aportación posterior sobre el taller cordobés que se desplaza a Jerez a finales del Trescientos, desarrollada extensamente en este texto de la Revista de Historia de Jerez publicado en 2015, aunque en realidad muy anterior (el núcleo lo escribí para el libro que me encargó Manuel Romero Bejarano y que este se negó a editarme una vez terminado). Hasta ahora, nadie ha rebatido este planteamiento del taller cordobés.

b) Elementos islámicos. 

Además de una tipología edilicia concreta, la qubba (planta cuadrada cubierta por cúpula, generalmente sobre trompas de arista viva), se asimilan diversos de elementos de ascendencia almohade a partir de la reutilización de edificaciones previas a la conquista castellana: arcos polilobulados ciegos, lacerías, angrelados, racimos de mocárabes, etc. Alicatados y yeserías han desaparecido casi por completo, aunque se han conservado algunos testimonios significativos que nos permiten imaginar unos interiores muy distintos a los que hoy contemplamos. 

En el párrafo siguiente viene la que sigue siendo una de mis aportaciones favoritas, por presentar un rasgo morfológico hasta ahora desatendido que permitirá establecer o confirmar una serie de vínculos.

Un rasgo interesante a destacar es que los angrelados (cintas polilobuladas entrecruzadas) del foco jerezano, a diferencia de los del sevillano, presentan un pequeño nudo que enlaza la clave del lóbulo interno con la del externo. Ello permite identificar la participación del taller de Jerez en otras localidades. 

Y en este otro párrafo, haciendo uso de un punto de vista “filológico”, defendía una idea que en aquel momento era necesario defender: ojo con la “herencia andalusí”, porque aquí hay mucho de gótico.

Dejando a un lado las qubbas, plenamente mudéjares, comprobamos que las formas almohades se utilizan dentro de una estética cristiana, a la manera de claves, ménsulas, impostas o arcos formaletes. Dicho de otra manera: el léxico contiene algunos elementos islámicos, pero la sintaxis de los mismos es gótica. De ahí que de momento parezca oportuno mantener la discutida y discutible expresión "gótico-mudéjar" que se ha venido aplicando a estos edificios. 

Actualmente he modificado un poco mi opinión. No cambio una coma de lo escrito, pero añado: la importancia de los restos pictóricos mudéjares que han aparecido desde entonces, o lo que conocemos sobre el uso de alicatados en recintos funerarios a través de alguna manda testamentaria, indican que las formas de ascendencia andalusí tuvieron mucha más presencia de lo que parecía. Y que aun siendo la sintaxis de la arquitectura mucho antes gótica que mudéjar, este último componente no se puede considerar como algo secundario en estas realizaciones.

II - ESPACIOS FUNERARIOS
 
Esta segunda parte, la de los espacios funerarios propiamente dichos, es la que considero débil del artículo. Intentaré señalar sus flaquezas, aunque también alguna aportación interesante, como la alusión a la información de los protocolos de 1414 y 1448 que tuve la oportunidad de manejar.

El patronazgo de los linajes más destacados de la sociedad en busca de un lugar apropiado para el descanso eterno va a ser uno de los motores decisivos a la hora de construir. Como demuestra el profesor Isidro Bango, a partir del siglo XII es práctica habitual en Castilla el enterramiento en el interior de los templos, primero de unas pocas personalidades de excepción, más tarde de la mayoría de los ciudadanos. Esta aseveración nos la confirman para el caso jerezano los testamentos asentados en los protocolos de 1414 y 1448 que pueden consultarse en el Archivo Municipal: aunque el cementerio al exterior de las parroquias sigue siendo ampliamente utilizado, son mayoría los que logran enterrarse en su interior. 

Lógicamente, los grandes señores van a señalar su preeminencia desde un punto de vista espacial estableciendo una jerarquización social del interior del templo. Primero se conforman con un arcosolio abierto en el muro o con ocupar un lugar destacado como el presbiterio. Pero con el tiempo no será suficiente. Como afirma Bango, "una vez conseguido un lugar en el interior de los templos, el deseo de prestigio lleva a los hombres a buscarse un espacio propio, que pueda dotar con su munificencia para que quede como exponente de la importancia de su linaje y valía personal".

No encontramos en Jerez las fastuosas construcciones funerarias que los grandes del reino construyen para su ostentación en las más importantes catedrales castellanas. Pero sí una serie de capillas que permanecen como testimonio del deseo de preeminencia y prestigio de ciertos sectores de la sociedad en busca de su ennoblecimiento. Como ha señalado el profesor Sánchez Saus, la aristocracia jerezana "es el resultado del reconocimiento social logrado por realidades tales como la riqueza agropecuaria, el eficaz servicio a la corona y a la alta nobleza, la participación en las guerras de frontera y la ocupación de cargos concejiles. La plena integración en ella se expresaba a través de la dotación de capellanías y entierros familiares, la fundación de vínculos y mayorazgos y la cotidiana ostentación de la opulencia".

Hasta aquí, me parece una introducción correcta, aunque debería haber adelantado algunas ideas generales sobre los espacios funerarios de Córdoba y Sevilla, al margen de las referencias directas que realizaré más abajo.

Dejando totalmente a un lado las construcciones en la órbita del gótico tardío derivado de la Catedral de Sevilla, así como las noticias sobre aquellas hoy desaparecidas, voy a presentar una relación de las capillas "gótico-mudéjares" de los templos jerezanos, distribuyéndolas en cuatro grupos diferentes en función de su morfología. No se va a realizar ningún análisis formal exhaustivo, pero se señalarán algunos aspectos aislados interesantes de cara a futuras investigaciones. Su finalidad esencialmente -aunque no exclusivamente- funeraria obliga a citar las circunstancias de los diversos linajes que ejercían su patronazgo. No obstante, hay que tener muy en cuenta que el que en determinada fecha tal personaje fundara tal capilla no significa necesariamente que ésta fuera levantada justo entonces: puede ser tanto anterior (es habitual el reaprovechamiento de espacios preexistentes) como posterior (un descendiente puede reconstruir la capilla familiar para gloria personal y de su linaje). 

En el párrafo anterior se advierte perfectamente que “No se va a realizar ningún análisis formal exhaustivo”. ¿Lo podía haber hecho? Pues sí. Pero ello hubiera excedido, con mucho, los límites de una comunicación a un encuentro de historiadores, y además quedaba reservado para la tesis que entonces me ilusionaba. Lo digo porque algunos echarán en falta observaciones morfológicas más detenidas sobre cada una de las capillas. Mi objetivo, en ese momento, era sistematizarlas.

Por ello, la cronología precisa de las capillas sólo podrán establecerla con la suficiente fiabilidad futuros análisis más minuciosos. Entonces tendremos una base para, a través de un estudio multidisciplinar, definir el comportamiento de la aristocracia jerezana a la hora de elegir enterramiento y sus consecuencias en el ámbito artístico. 

Aquí hay una insuficiencia: algo debería haber dicho. Insinuarlo al menos. Por qué unas formas arquitectónicas y no otras.

Para evitar una innecesaria acumulación de notas repetitivas, indico desde el principio que la mayor parte de los datos históricos presentados, salvo que se indique lo contrario, están tomados de dos obras cuya consulta resulta indispensable. La primera, la ya referida Introducción al estudio de la arquitectura en Jerez de Hipólito Sancho de Sopranis, concretamente los capítulos I, II, III y VII. La segunda, los dos monumentales tomos de Linajes medievales de Jerez de la Frontera, del profesor Rafael Sánchez Saus

 
III - CATÁLOGO DE CAPILLAS "GÓTICO-MUDÉJARES"
 
1. CAPILLAS "ARCAICAS"
 
Aunque no parecen ser obra del mismo taller, he agrupado a estas dos capillas por su simplicidad en cierto modo arcaizante y por ciertas semejanzas formales. Ambas se hallan cubiertas por una bóveda de crucería simple -cuatripartita- cuyos nervios descansan en toscas ménsulas figuradas, presentando la punta de aquellos un ligero rehundimiento que no se halla presente en otros edificios jerezanos ni sevillanos. 

1.1. Capilla de la Astera en San Dionisio.
 
Situada a los pies de la nave de la Epístola, posee plementería de ladrillo, al igual que otras bóvedas del templo. Es la única capilla jerezana a la que se adosa a Oriente un espacio de planta rectangular a modo de “presbiterio”; en Sevilla nos encontramos con algunos casos (qubbas en Santa Marina y San Andrés), aunque allí éste se cubre con bóvedas de espejo, y aquí con crucería. De todas formas hay que tener cuidado a la hora de su análisis morfológico, ya que fue intensamente restaurada en los años sesenta. 

Consta por el testamento de Elvira Martínez, viuda de Diego Sánchez Astero, tener fundada su capilla en la fecha del mismo, 1430. De momento no podemos concretar más. 

La comparación con los espacios “presbiteriales” a oriente de las capillas sevillanas me parece interesante, pero tenía que haber dicho algo sobre el particular perfil de los nervios de la capilla, así como sobre los elementos de ella que no son originales. Luego tanto José María Guerrero Vega como yo hemos podido decir más cosas de este recinto.

1.2. Capilla de los Pesaños en San Marcos

Se encuentra cerca de la cabecera, en el lado de la Epístola. Los dientes de sierra que flanquean los nervios la ponen en relación con el grupo que veremos a continuación. 

Su identificación la realizó Sancho de Sopranis. Consta que ya en 1366 esta familia de origen genovés tenía capilla en esta parroquia, fecha bastante temprana en relación con las otras noticias que tenemos sobre enterramientos de linajes jerezanos. 

Su catalogación me parece válida, y de hecho José María Guerrero Vega apuesta en su tesis doctoral por una cronología bastante temprana para la misma.

2. CAPILLAS DEL TALLER DE SANTO DOMINGO
 
También cubiertas mediante crucería, forman un grupo uniforme directamente relacionado con el abovedamiento de la impresionante nave principal (la que conforma el brazo horizontal de la "T" que dibuja la planta) del convento de Santo Domingo, obra "gótico-mudéjar" al parecer iniciada en 1430.

Creo que no está mal por mi parte haber apostado por 1430, siguiendo a Sancho, para una nave sobre la cual todos salvo el historiador escribían en era del siglo XIV. Luego Javier Jiménez y Manuel Romero en su libro sobre Los Claustros confirmaron plenamente la datación.

Así, como en el convento de predicadores, los nervios se hallan flanqueados por dientes de sierra -creando un efecto muy vistoso- y descansan en columnillas "suspendidas" unidas entre sí por una imposta de puntas de diamante. Se despliegan racimos de mocárabes en los capiteles de dichas columnillas y en las claves de las bóvedas, aunque las restauraciones han alterado algunos elementos. Que las trompas de las esquinas no sean nervadas, sino de arista viva, ha sido interpretado como otra influencia del arte islámico local. 

A continuación viene una serie de capillas vinculadas directamente a la capilla mayor de los Predicadores. Mi acierto, haberlas agrupado todas y adscribirlas a un solo taller. Mi grave insuficiencia, no haber visto el rol importantísimo que desempeñan los terceletes en sus bóvedas de crucería, generando formas estrelladas. Y no haber reparado en que se trata de una mezcla de dos tipologías, la qubba islámica y la bóveda estrellada gótica. Eso lo desarrollaré años más tarde.

2.1. Capillas de los Suárez de Toledo y Capilla bautismal en San Mateo.
 
Se hallan juntas en el lado de la Epístola, en el sector occidental de la gran nave, y presentan la misma estructura: planta cuadrada cubierta con una bóveda estrellada. La de los Suárez de Toledo, linaje que destacó en el XV, ha perdido buena parte de sus elementos originales.

El arco de acceso a la bautismal parece haber tenido forma de herradura, si bien al exterior no presenta lacerías almohades, como despistadamente afirmó Sancho, sino muy góticos trilóbulos. No consta que ésta tuviera finalidad funeraria -aunque posiblemente la tuvo-, pero por su similitud morfológica a la anterior ha de ser mencionada. 

Creo que me equivoqué a la hora de hablar de arco de herradura. El resto me parece válido, aunque insuficiente: como dije antes, tenía que haber hablado de la mezcla de qubba con formas estrelladas. La relativa relación con las formas mudéjares de la portada meridional del templo no podía realizarla, por la sencilla razón de que esta aún no había sido restaurada y las lacerías no se habían descubierto. Hoy hemos avanzado sobre el asunto (ver aquí).

2.2. Capilla de los Zarzana en San Juan.
 
Situada en el lado de la Epístola, fue en tiempos capilla de San José, mas hoy alberga la imagen de Nuestra Señora de las Lágrimas, de la Hermandad de la Vera-Cruz. Posee planta ligeramente rectangular cubierta mediante una bóveda de terceletes. Las puntas de diamante, además de formando una línea de imposta, aparecen aquí también en los arcos formaletes, al igual que en el ábside del templo, un detalle muy a tener en cuenta, pues no se repite en ningún otro edificio jerezano. 

Conviene recordar que el frontal mudéjar es en realidad, como advirtió Sancho, decimonónico.

En realidad, toda la bóveda es decimonónica, algo que solo he podido demostrar muy recientemente en este texto

2.3. Capilla de Lorenzo Fernández de Villavicencio en San Lucas y Capilla de la Paz en Santiago.
Son unas "mini-naves" de dos tramos de crucería simple con espinazo rematados por una cabecera plana de bóveda estrellada. La primera, escasamente conocida y en muy mal estado, formaba la cabecera de la Epístola, pero hoy se halla oculta por una cúpula que algunos creyeron medieval, siendo sólo visible y fotografiable desde un cuarto trastero. En ella resultan sorprendentes los rostros humanoides barbados bajo las ménsulas, que habrán de ser analizados con detenimiento. Parece que ya se hallaba fundada en 1433, fecha del testamento de su patrono, quien, según nos cuenta Hipólito Sancho en su Introducción..., aparecía pintado en ella. 

La expresión “mini-nave” me parece ridícula por mi parte. Además, creo que tenía que haber profundizado en este aspecto.

De los rostros humanoides casi nadie había hablado. El error, confundir a Lorenzo Fernández de Villavicencio padre con el hijo. Todos los hemos hecho, hasta que gracias a los hermanos Moreno Arana hemos logrado distinguir y establecer una nueva y más tardía cronología, que a su vez nos permite apuntar las de las dos capillas antes analizadas de San Mateo (aquí).

La segunda, intensamente restaurada, viene siendo tradicional e injustificadamente identificada con la ermita de la Paz, ya existente hacia 1430. Pero hasta ahora ha pasado inadvertido un hecho a retener: la única capilla que fray Esteban Rallón (1666) menciona al describir la iglesia es la de "Lorenzo Fernández de Villavicencio, Alcaide perpetuo de los Alcázares Reales" Probablemente se trata del mismo personaje que fundó la capilla en San Lucas, tan similar a ésta, lo que nos da una pista importante sobre su cronología relativa. 

Como gentilmente me ha hecho ver Pablo Pomar, este último Lorenzo Fernández de Villavicencio es un personaje muy posterior. Pero no estuvo mal negar de una vez por todas que esa fuera la antigua ermita de la Paz y afirmar su relación con la capilla de San Lucas, algo que mantengo plenamente: tras un análisis de las formas -muy intervenidas, eso sí-, no albergo la menor duda de que son obra del mismo autor, y que su cronología corresponde a mediados del XV.


3. CAPILLAS-QUBBA
 
Se trata de edificaciones netamente mudéjares, de planta cuadrada cubierta por cúpula sobre trompas de arista viva. Frecuentísimas en Sevilla (prácticamente es la única tipología de capilla hasta la construcción de la catedral), en Jerez comparten protagonismo con las del grupo que acabamos de señalar. Aunque no podemos descartar alguna influencia directa del círculo hispalense, en los casos jerezanos puede que el modelo se encontrara en la arquitectura almohade reutilizada. La mezquita mayor transformada en Colegiata, cuyas naves laterales se convierten en capillas funerarias, o la famosa mezquita del alcázar, son ejemplos significativos. Más abajo veremos otro. 

La idea sigue vigente, con algunas dudas. En Córdoba hubo capillas-qubba. Pocas, pero las hubo. ¿Vinieron de allí o ya estaban aquí? José María Guerrero Vega apuesta por una cronología muy temprana para la que se aborda a continuación. Eso en principio refrenda nuestra afirmación, lo que no impide que hubiera una confluencia artística entre dos evoluciones paralelas, la cordobesa y la jerezana.

3.1. Capilla de los Villacreces en San Mateo.
 
Ubicada en el lado de la Epístola del sector central de la nave, es una obra de mampostería rematada por una cornisa pétrea con trilóbulos tardogóticos. Es inusual que los paños sean doce en lugar de los ocho correspondientes a las cuatro trompas. Por otra parte, el que éstas no encajen correctamente en el muro es para Sancho indicio de que la capilla es posterior a la obra de la iglesia, comenzada a finales del XV. 

Sin embargo, sospecho que el muro en el que se apoya se ha reaprovechado de una construcción anterior, de la que aún se conservan restos de algunos soportes. Los escudos de la portada con la heráldica de los Villacreces y los de la Cueva pudieron ser, al igual que la cornisa, añadidos tras el matrimonio de Esteban de Villacreces con Leonor de la Cueva (hacia mediados de siglo) y antes del fallecimiento de éste (1502). 

No, el muro no fue reaprovechado de una construcción anterior. Esa fue mi errónea solución para negar la cronología tardía aportada por Sancho. José María Guerrero Vega lo ha interpretado con mucho mayor acierto, si bien rechazando igualmente aquella datación y apostando por una fecha temprana (más incluso que aquella en la que yo pensaba).

3.2. Capilla bautismal de San Marcos.
 
Se encontraba a los pies del lado del Evangelio de la fábrica primitiva, aunque la actual, que amplía el perímetro del templo hacia poniente (lo que se manifiesta al observar el exterior del mismo desde el sur), la deja más centrada. Es sin duda la de mayor originalidad, por su planta poligonal cubierta por una bóveda dividida en gallones que albergan merlones escalonados. Se accede a ella a través de un arco que fue de herradura, enmarcado por alfiz, en cuyas impostas aparecen mocárabes de tratamiento similar a los de San Dionisio y Santo Domingo. 

En las primeras líneas nada nuevo digo, pero la semejanza de los mocárabes con los de San Dionisio y Santo Domingo, que nadie había advertido, no solo resulta evidente sino que hoy nos permite adscribir la capilla a nuestros queridos maestros gótico-mudéjares de la primera mitad del Cuatrocientos.

Una lectura atenta de Rallón permite ahora afirmar que nos encontramos ante la capilla de Pedro Ignacio de Villavicencio. De momento no puedo establecer si se trata de un contemporáneo del historiador o del originario fundador de la capilla, ya que no he encontrado a ningún Pedro Ignacio en el árbol medieval de este linaje.
 
Esto último no lo tengo nada claro. Rallón es muy confuso en el lado del Evangelio de San Marcos. Hay que volver sobre el asunto.

3.3. Capilla de los Cuéllares en San Marcos.
 
Es identificable gracias a Rallón con la actual antesacristía, a oriente de la capilla de los Pesaños, abierta a la cabecera. Se trata de una qubba inusual por su planta rectangular.

No digo gran cosa, pero sí dos que nadie había dicho: que es una qubba y que pertenece a los Cuéllares. Algún colega ha negado esto último, pero yo he revisado los textos y lo sigo afirmando. Me puedo equivocar. (PS: José Manuel Moreno Arana me confirma la vinculación de esta capilla con los Cuéllares a través de sus investigaciones sobre el retablo barroco en Jerez).

3.4. Capilla de Santa Ana en San Lucas.
 
No es un espacio independiente, sino la cabecera del lado del Evangelio. Se trata de la única qubba jerezana con doble sistema de trompas (cuatro grandes y cuatro pequeñas), aunque alterada por la reforma dieciochesca del templo: dientes de sierra y puntas de diamante despiertan sospechas.
No sabemos a qué linaje perteneció, aunque la obra del profesor Sánchez Saus arroja alguna pista: pudo ser la de los Cuenca, o quizás la de los Dávila, que funcionó como sagrario. Pero de momento esto es mera conjetura. 

Nada ha avanzado la investigación sobre este espacio. Una pena.

3.5. Capillas de San Martín de Porres, Santa Catalina de Siena, San Juan Macías y Santo Tomás de Aquino, en el Convento de Santo Domingo.
 
No es nada inhabitual a lo largo de la Baja Edad Media la proliferación de sepulcros y capillas funerarias en los templos de franciscanos y dominicos. Antes al contrario, se trata de un fenómeno ampliamente contrastado a partir del siglo XIII. Lo que resulta extraño es que precisamente en el templo cuyo impresionante abovedamiento es obra del taller "gótico-mudéjar" que tantas capillas realizó en Jerez, no encontremos ni una sola de esta tipología, y sí tres pequeñas qubbas a un lado y otro de la parte de los pies de la gran nave principal, a las que hay que añadir la de San Martín de Porres, hoy cubierta por media naranja, pero muy posiblemente en origen similar a las otras, como parece indicar la herradura que dibuja el arco de ingreso. La explicación reside en la peculiar disposición medieval del edificio y el uso funerario de determinados espacios, que podemos conocer gracias a unas vistas de Jerez dibujadas por Anton Van den Wyngaerde en 1567 y a un texto malinterpretado de Rallón.

Toda esta interpretación corresponda a una comunicación presentada en el congreso del CEHA de 1996, cuyas actas fueron editadas dos años más tarde (texto original aquí). No tuve ningún éxito al principio entre ciertos investigadores jerezanos, pero hoy día la hipótesis ha sido plenamente aceptada. 

En el lugar hoy ocupado por el extremo occidental de la nave del Rosario (el brazo vertical de la "T" que dibuja la planta) se levantaba, según Rallón, una mesquitilla (sic) de planta cuadrada, cúpula trasdosada y merlones. O sea, se trataba de una de las rábitas -especie de capilla y eremitorio- en forma de qubba que durante el periodo almohade proliferaron en las cercanías de las principales ciudades hispano-musulmanas, frecuentemente reutilizadas por los cristianos. Esto fue lo que ocurrió en Jerez: los dominicos aprovecharon una obra almohade como cabecera de su templo, añadiendo la modesta nave cubierta a dos aguas que se representa en los dibujos citados, que se encontraba justo donde se halla el actual convento, a un lado de la alameda Cristina. Cuando en 1430 se comienza la nueva e impresionante nave que hoy contemplamos, se levanta también la nave del Rosario para enlazarla con la primitiva capilla mayor, conocida a partir de ahora exclusivamente como capilla de San Pedro Mártir. 

Estos aspectos fueron apuntados en la comunicación referida y desarrollado a en este artículo sobre espacios funerarios. Creo que lo que se dice sigue siendo válido.

Sabemos que ya en 1407 tal capilla es propiedad de Pedro Vázquez de Meira, una de las cabezas de la primera facción antipetrista en Jerez y alcaide del alcázar. También que su hija Teresa Vázquez de Meira, revocando lo que había establecido en su testamento (1422), se mandó enterrar aquí. Si tenemos en cuenta que, en palabras del profesor Sánchez Saus, los Meiras conformaron "uno de los linajes de mayor representación del oscuro siglo XIV jerezano", podemos tomar este caso como un ejemplo -temprano para Jerez- de ocupación de un espacio preferente para convertirlo en panteón familiar. 

Fallecida Teresa Vázquez de Meira, la capilla pasa a los Cabeza de Vaca, ya que esta señora se había casado con el que está considerado como el progenitor de este linaje en Jerez, Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Su hijo Pedro Fernández Cabeza de Vaca no se enterró allí, sino en la catedral de León, pero sí lo hizo su nieto homónimo, veinticuatro de Jerez (1469). Su bisnieto, Fernán Ruiz, fundará el entierro de su linaje en la capilla mayor de la colegiata de San Salvador (1509). Por lo tanto, esta capilla de San Pedro Mártir, ya sin funcionar como cabecera debido a la erección de un nuevo templo, va a ser a lo largo de todo el siglo XV panteón de la rama más prestigiosa del que era uno de los más importantes linajes del Jerez medieval. 

Podemos concluir que fue precisamente la imitación de un modelo tan prestigioso (primero enterramiento de los Meiras y después de los Cabeza de Vaca) lo que llevó a adoptar la tipología qubba a la hora de realizar las pequeñas capillas construidas entre los contrafuertes. 

 
4. CAPILLAS MAYORES
 
Señala el profesor Bango que "a lo largo del siglo XV el deseo de ubicar el sepulcro en el presbiterio lleva a los comitentes a crear suntuosas cabeceras que sirviesen de un mejor marco monumental. Con este fin se proyectan las iglesias con los presbiterios adecuados a esta finalidad o en las ya existentes no se duda en proceder a una radical transformación." Así, de las tres capillas mayores "gótico-mudéjares" que se conservan en Jerez de la Frontera, sólo la de San Lucas parece no haber sido planteada con una especial suntuosidad. Sí las otras dos. 

4.1. Capilla mayor de San Juan de los Caballeros.
 
Se trata de un profundo y monumental ábside pétreo de nueve paños precedidos por dos tramos, cubierto por bóvedas de crucería; los nervios se hallan flanqueados por dientes de sierra. Excesivamente restaurado en diferentes ocasiones, es preciso volver a recordar que, como señaló Sancho, las puertecillas "mudéjares" que aún hoy algunos admiran son decimonónicas.

Su carácter escenográfico y sus dimensiones hipertrofiadas en relación con el resto del templo (cuya altura era entonces menor que la actual) no admiten comparación posible con ningún otro presbiterio de parroquias medievales cordobesas, sevillanas o jerezanas, salvo -como acertadamente señaló Angulo- con el de la Colegiata de San Hipólito de Córdoba, cubierto entre 1350 y 1389. Recordemos que esta obra fue fundación de Alfonso XI, cuyos restos pudieron descansar allí durante algún tiempo antes de su traslado a la Catedral. 

La insólita monumentalidad de esta construcción para tratarse de una parroquia no había sido destacada por nadie. Este referente de San Hipólito -que ya estaba en Angulo- no es baladí. La idea ha sido seguida y desarrollada por Javier Jiménez y Pablo Pomar a la hora de proponer que el taller llegado de Córdoba pudo hacerlo a partir del rango de Colegiata compartido entre San Salvador de Jerez y San Hipólito de Córdoba.

Todo lleva a pensar que nos encontramos ante una construcción patrocinada por algún linaje poderoso con fines funerarios, y a reparar en las laudas sepulcrales del malogrado Giraldo Gil Zacarías y de sus progenitores que aún se conservan allí. Fue seguramente la madre, Juana Fernández Zacarías "la Dueña", que sobrevivió a esposo e hijo (su testamento data de 1463), quien realizó las lápidas. Si tenemos en cuenta que dispuso de una gran fortuna merced a la herencia de su marido, y que éste no era otro que nuestro viejo conocido Lorenzo Fernández de Villavicencio, el de las capillas en San Lucas y Santiago, no podemos dejar de sospechar que fue ella quién reedificó este gran ábside para dar lustre a la sepultura familiar. 

Error, ma non troppo. Cuando se empezó a intervenir en la Capilla de la Jura, Francisco Pinto y José María Guerrero pudieron comprobar que esta se levanta a partir del monumental presbiterio de la iglesia, es decir, a posteriori. Y como hoy sabemos con total seguridad -luego volveremos cobre ello- que la referida capilla es de principios del XV, el presbiterio de San Juan forzosamente tiene que ser anterior a esa fecha, es decir, de finales del XIV como mínimo.

Ahora bien, mantengo plenamente que una construcción de semejantes dimensiones y realizada íntegramente en piedra va mucho más allá de una obra parroquial. Aquí hay mucho dinero de por medio, es decir, hay un poderoso linaje detrás. Apunté a Lorenzo Fernández de Villavicencio “padre” y a su esposa Juana Fernández Zacarías. Hay que buscar por otra parte. ¿Algún antecesor en el mismo linaje? (PS. Fue él mismo, Don Lorenzo. Lo explicaré en un libro que sale en noviembre de 2021).
 
4.2. Capilla mayor de Santo Domingo.
 
No se distingue del resto de la nave por sus mayores dimensiones, que no las tiene, sino por la extrema complicación de sus bóvedas "gótico-mudéjares", las cuales hacen pensar en una fecha muy tardía. Tal vez la explicación resida en que fue adaptada para ser enterramiento del famoso gobernador de Canarias Pedro de Vera y Mendoza, que la compró en 1502, y de sus descendientes.

Un documento de 1598 afirma que, con posterioridad a 1506, "el dicho convento deshizo (la capilla mayor) para la volver a reedificar y hazer de nuebo". Éste lo presentó Carlos García, interpretando que se refiere tan sólo "a las partes bajas, las gradas, que se sustituyeron por un corredor". Sin embargo, los términos utilizados (véase mi subrayado) parecen indicar sin género de duda que la obra afectó a las bóvedas. Por tanto, aunque las bóvedas "gótico-mudéjares" del templo sean del XV, hay que convenir que las de la capilla mayor sufrieron reformas en la primera mitad del siglo siguiente cuya intensidad resulta por el momento imposible de precisar. Ello explica la desaparición del angrelado y lo complicado de sus vistosas nervaduras, aún decoradas con arcaizantes dientes de sierra. 

Aquí el mayor resbalón del texto. No por temeridad, sino más bien por todo lo contrario. Mis mayores, mis maestros, me decían que unas bóvedas tan complicada de ninguna manera podían ser de la primera mitad del XV. Ni siquiera de la segunda. Me lo sigue diciendo un buen amigo que es uno de los mayores especialistas en gótico hispano en la actualidad. Pues no. Lo siento, pero todos se equivocaban. Hoy está clarísimo -por mis investigaciones y las de mis compañeros- que ese presbiterio de Santo Domingo es del XV. Años cincuenta o sesenta. Aceptando esa cronología, todas las piezas del gótico-mudéjar jerezano encajan. Si no lo hacemos, todo salta por los aires y deja de tener sentido.

Yo en 1997 sentía que había que romper con lo que me decía desde arriba, pero no me atreví a hacerlo. Me convencí a mí mismo y busqué otra explicación. Encontré esta y me equivoqué. Luego sí fui capaz de “matar al padre” y romper con todo. Y así encajaron las piezas del puzzle. Eso sí, lo del lapso cronológico -quizá no muy grande- que advertí entre las dos partes de la nave de Santo Domingo sigue vigente.

 
5. SIN CLASIFICAR
 
5.1. Capilla bajo la torre de la Atalaya en San Dionisio

Se trata en realidad de la planta baja de la torre, por lo que no parece oportuno detenerse en ella.

Efectivamente, nunca fue espacio funerario, si bien sirvió durante un tiempo como trastero de la capilla sacramental de la parroquia.

5.2. Capilla del Cristo de las Aguas en San Dionisio.
 
Cubierta mediante crucería, no la incluyo en ningún grupo debido a lo profundamente alterada que se encuentra. Sancho, teniendo en cuenta a Rallón, afirmó que esta capilla es la de los Gatica, y aseguró que tal identificación la confirma la heráldica de su portada. De este poco destacado linaje no nos han llegado datos suficientes. 

Hoy sabemos que fue Capilla de San Martín, pero no mucho más sobre su uso funerario. La adscripción a los Gatica ha sido negada por algún especialista en heráldica que gentilmente nos ha prestado sus conocimientos, pero de momento no ha habido mayor avance. Tenía que haber apuntado algo más sobre las formas mudéjares de su portada, en relación con las de la Torre de la Atalaya.

5.3. Capilla de los Tocino o "de la Jura" en San Juan.
 
Aunque la tradición ha querido identificarla con el lugar donde aconteció un suceso semilegendario en tiempos de Sancho IV, la lectura de Rallón no permite dudar a Hipólito Sancho que esta fue la capilla bajo la advocación de Santa Catalina patrimonio de los Tocino. 

El siguiente párrafo es el embrión de todo lo que después he venido desarrollando sobre esta capilla. Encontrarán más información aquí, aunque este artículo más reciente da un paso adelante.

No la incluyo en los grupos anteriores porque tipológicamente enlaza con una serie de capillas sevillanas tardías en las que se funden el modelo qubba con las bóvedas estrelladas: sala capitular y sacristía de la Cartuja de las Cuevas, capilla de los Guzmanes en la parroquia de Huévar, etc. Sin embargo, las lacerías esculpidas en el nicho a Oriente que serviría de altar, enmarcándolo como alfiz, son netamente jerezanas. A destacar que la plementería es en esta ocasión de ladrillo. 

Sancho afirma que del testamento de Andrés López Tocino, que él tuvo la oportunidad de manejar, se desprende que ya existía la capilla en 1404. Por su parte, Rallón aseguraba que ésta fue fundación de Andrés Martínez Tocino en 1504, dato hasta ahora no tenido en cuenta. Lo sorprendente es que, según los estudios de Sánchez Saus, el primero de los personajes citados corresponde a finales del XV, mientras que el segundo (Andrés Martínez, Jurado de Jerez) fallece en 1405, un año después del testamento citado. Futuras investigaciones deben aclarar este enredo. 

No me atreví por apostar por ninguna fecha concreta. ¿Cobardía o prudencia? No sé. Pero fui el primero en recoger el dato de Rallón y en advertir las contradicciones señaladas. Las “futuras investigaciones” llegaron felizmente de la mano de José Jácome y Jesús Antón Portillo en 2006 y 2007. La madeja quedó desenredada: Andrés Martínez Tocino, 1404. Para mí el dato fue una liberación y un pistoletazo de salida: ahora estaba claro que los terceletes se usaban en Jerez en fecha muy temprana. Desde ese momento pude avanzar de manera mucho más decidida en mis estudios. Hasta hoy.

Quede este artículo de 1998 como lo que creo que fue, un texto aún con incertidumbres, pistas falsas e insuficiencias varias, pero también como un paso decidido sin el cual yo no hubiera podido -no sé mis compañeros- seguir adelante en la investigación de eso que seguimos llamando “gótico-mudéjar” jerezano.