No, en la Capilla de la Jura no se realizó juramento alguno. Ni siquiera
el templo de San Juan de los Caballeros en el que ésta se encuentra se
llama así por la presunta reunión de caballeros jerezanos que tuvo lugar
en 1285 para pedir socorro al rey Sancho IV, sino a que éste era lugar
habitual de encuentro de los miembros de diferentes órdenes militares.
Esto ya lo dejó bien claro Grandallana en 1885. En cuanto a la capilla
de la que felizmente acaba de anunciarse su restauración, desde las
investigaciones realizadas por Hipólito Sancho de Sopranis en los años
treinta del siglo pasado tenemos la fecha de 1404, recordándonos además
el historiador portuense que la lectura de la Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera
del Padre Rallón no deja dudar que nos encontramos ante la capilla bajo
la advocación de Santa Catalina, que fue patrimonio de los Tocino.
El
2 de mayo de 2006 los investigadores José Jácome González y Jesús Antón
Portillo ofrecieron en las páginas de Diario de Jerez la primicia de su
importantísimo hallazgo del testamento de Andrés Martínez Tocino,
fechado el 11 de noviembre 1404, con el que no solo resolvieron un
enredo de nombres y fechas derivado de sendos errores cometidos primero
por Rallón y luego por Sancho, sino que además nos dieron a conocer a
Fernán García y su sobrino Diego Fernández como autores de la obra, así
como unas interesantes cifras: en la fecha referida, se habla de 5.650
maravedís que quedan por pagar de la cifra total de 19.000 a que
asciende el trabajo. Datos todos ellos muy provechosos para la
investigación sobre el arte medieval jerezano, y que de hecho han
servido al autor de estas líneas (en la monografía El edificio medieval de San Dionisio de Jerez de la Frontera)
para, mediando la identidad de los capiteles y otras analogías,
atribuir a estos dos maestros el pórtico que da acceso a la iglesia
consagrada al patrón de la ciudad desde el lado meridional; incluso
hemos planteado la posibilidad de que, si aceptamos la identificación
que el profesor Raúl Romero realiza de Fernán García como el mismo
personaje que fue alcalde del alarifazgo en el primer tercio del siglo
XV, sustituido a su vez por su sobrino Alfonso Benítez durante el
segundo tercio de la misma centuria, sea toda una saga familiar la que
realiza la mayor parte las obras 'gótico-mudéjares' de nuestra ciudad en
el periodo citado, empezando por San Dionisio y su justamente celebrada
torre para continuar por la iglesia del Convento de Santo Domingo, la
mitad oriental de El Divino Salvador de Vejer y toda una serie de
capillas con un sistema de abovedamiento que, aunque con la adición de
dientes de sierra y puntas de diamante aquí ausentes, deriva en última
instancia del de la Capilla de la Jura. Una saga con posible origen en
Córdoba, donde ya había tenido la oportunidad de experimentar
imaginativamente con la fusión de formas cristianas e islámicas, que va a
encontrar en la Jerez de los dos primeros tercios del Cuatrocientos la
oportunidad de dar rienda suelta a toda su fantasía creativa.
Se
va entendiendo así que la importancia de este recinto no radica en el
suceso semi-legendario referido, sino en ser una pieza clave de la
evolución del 'gótico-mudéjar' en Jerez y la única plenamente
documentada dentro del mismo. Pero su relevancia puede ir aún a más si,
como queremos proponer aquí, analizamos esta obra a la sombra del
revelador estudio del profesor Juan Carlos Ruiz Souza (La planta
centralizada en la Castilla bajomedieval: entre la tradición martirial y
la qubba islámica. Un nuevo capítulo de particularismo hispano)
sobre la convergencia que se produce en la Corona de Castilla entre dos
tipologías de raíz muy diferente, la qubba islámica y la sala capitular
gótica, convergencia que va a dar frutos de especial relevancia en el
mundo funerario. La obra que nos ocupa sería la primera capilla que
conservamos en Andalucía, sin duda anterior a una serie de ejemplares
sevillanos larga de enumerar, en que al modelo de bóveda estrellada -no
se trata de una bóveda de crucería simple, pues el trazado se complica
mediante la utilización de terceletes- se añaden trompas de arista viva
-no nervadas, como sería habitual en el mundo cristiano- de ascendencia
andalusí. O quizá al revés: donde sobre la tipología de la qubba
musulmana, que inicia un proceso de disolución, se aplican fórmulas del
sistema constructivo gótico, que es como el profesor Souza propone
interpretar la fascinante iglesia de Santa María de la Oliva en Lebrija,
un edificio que, por cierto, debemos relacionar con el círculo jerezano
por diferentes motivos.
Confiamos en que la anunciada
restauración sirva no solo para evitar que perdamos la Capilla de la
Jura para siempre, que es lo que probablemente ocurriría de no
realizarse una intervención inmediata, sino también para arrojar nuevas
luces sobre esta obra analizando las marcas de cantero que aparecen en
sus paredes (una actuación abrasiva sobre los muros sería fatal),
sacando a la luz los interesantes restos pictóricos de sus bóvedas y
realizando una prospección arqueológica en busca de posibles restos
cerámicos o pétreos marcando las tumbas de los Tocino. Todo ello
contribuiría a conocer mejor una obra cuya importancia
histórico-artística es mucho mayor de lo que se venía pensando.
Este artículo se publicó en la sección "Tribuna libre" de Diario de Jerez el 7 de agosto de 2014.
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