jueves, 23 de noviembre de 2023

Asqueado

Es preocupante que Diario de Jerez publicara, al margen de su más que dudosa calidad literaria y de su extremadamente vulgar sentido del humor, los artículos que conforman este libro. Lo es también que su propio autor haya decidido pasarlos –en autoedición– a este formato, como segundo volumen de sus Jerezanos bizarros. Porque una cosa es el admirable género del humor sarcástico aplicado a las figuras e instituciones públicas, a determinados comportamientos o a cualquier ideología –algo necesario en toda democracia que se precie como manera de hacer crítica o de mover a la reflexión–, y otra muy distinta ofrecer retratos paródicos extremadamente soeces de compañeros de profesión, en este caso historiadores del arte, que solo son comprendido por quienes nos dedicamos a esta actividad; retratos que tienen como intención herir íntimamente a la persona, ridiculizarla ante su círculo de colegas, conocidos y amigos, dejarla aislada y reforzar el liderazgo grupal –a la maneras del chulito de la clase que hace bullying a quien es diferente– al que aspira el caricaturizador.

Pero lo verdaderamente grave del asunto es que varios historiadores, historiadores del arte y personas del mundo de la cultura que son por completo conscientes –me consta– de que esas agresivas parodias están ahí han decidido aplaudir el resultado. Unos participando directamente en el evento, otros pregonando las virtudes del producto en redes sociales, algunos simplemente haciendo like para demostrar su adhesión. Porque todos ellos, de una manera u otra, así están apoyando de una manera plena la dinámica interpersonal que ha establecido desde hace años este señor en Jerez, un Manuel Romero Bejarano que –en lo que al plano profesional se refiere– ha confundido el género del estudio histórico con la simple acumulación de documentos sazonados con gracietas y chascarrillos por completo impropios del método científico. Dinámica interpersonal, decía, que se basa en exigir adhesión plena a sus dictados y apartar a cualquiera que siga su camino. Ya saben ustedes que yo he sido una de sus últimas víctimas, pero no precisamente la única.

El daño humano que este señor ha hecho es enorme. Pero lo es también el daño profesional, porque ha conseguido arrinconar a muchas personas al tiempo que se ha volcado en la autopromoción más descarada y en la ayuda a quienes les ríen incondicionalmente las gracias. Los historiadores que le aplauden, no sé muy bien si buscando la cómoda sombra de quien tiene el poder –actividades programadas por el Ayuntamiento–, si las facilidades de su editorial para publicar sus libros o, simplemente, no ser señalados por el dedo del césar, quedarán en el futuro como activos colaboradores en el mantenimiento de la podredumbre que en la actualidad gangrena los estudios históricos en Jerez. Me siento asqueado.