Continuamos nuestros repaso fotográfico sobre el uso de los dientes de sierra en la arquitectura medieval de Jerez de la Frontera iniciado en la entrada anterior, y lo hacemos ahora con los templos jerezanos propiamente dichos. Recordemos que el motivo ofrece en esta ciudad diferencias con respecto a su uso más generalizado. Lo habitual en otras latitudes es que baquetón que lo forma se limite a girar en ángulos agudos trazando triángulos yuxtapuestos de tal manera que los dientes se encuentren uno junto al otro. Aquí, por el contrario, cada diente se encuentra distanciado de sus compañeros: el baquetón que forma el motivo se abre en dos ángulos obtusos en la base de cada diente, siguiendo así muy brevemente el recorrido del arco y separando a cada diente del anterior. Otra opción que encontramos en Jerez es que cada uno esté completamente individualizado en su correspondiente dovela y no exista conexión ninguna entre los dientes.
A diferencia de lo que ocurre en Córdoba y Sevilla, no tenemos en Jerez ni una sola portada con dientes de sierra, aunque es posible que las hubiera. Sí que es muy frecuente encontrarlo flanqueando los nervios de las bóvedas de crucería, estas con frecuencia haciendo uso del tercelete y, por tanto, generando formas estrelladas. Es lo que ocurre –vamos a seguir en nuestro recorrido el orden de los evangelistas– con las dos capillas a los pies del lado meridional de la parroquia de San Mateo.
La bautismal es la que se conserva en mejor estado. En ella hay que subrayar la enorme separación que hay entre cada uno de los dientes de sierra, y cómo estos no están formados por una moldura continua que se va quebrando: los dientes están completamente separados entre sí. También hay que destacar cómo en el interior de cada uno de ellos hay un pequeño resalte con forma de punta de flecha.
La de los Lope de Mendoza o Suárez de Toledo, junto a la anterior, es de mucha mayor altura. No ha conservado las línea de impostas con puntas de diamante ni las columnillas suspendidas bajo los capitelillos.
El resalte en el interior de cada diente y la gran separación entre cada uno de ellos son circunstancias que apuntan a que debieron de ser realizadas por el mismo equipo que la bautismal, si bien en esta capilla sí que hay una moldura continua formando los dientes.
En el templo de San Marcos encontramos el motivo en la bóveda de crucería simple de la capilla de los Picaño, en el lado de la Epístola. Un recinto que, por cierto, ha dado lugar a una curiosa concatenación de errores en la historiografía. Primero Carlos García Peña, en su tesis doctoral (Arquitectura gótica religiosa en la provincia de Cádiz. Diócesis de Jerez, 1990), afirma que “apean los nervios en voluminosas ménsulas, en las esquinas, que van ornadas de cabezas de clavo”, afirmación absolutamente errónea porque lo que poseen las referidas ménsulas es decoración figurativa, posiblemente el Tetramorfos. Más tarde Esperanza de los Ríos (“La Historia del Arte en Jerez desde la Edad Media hasta el siglo XVII: Edad Media”, en Historia de Jerez de la Frontera, 1999) confunde en esta capilla con la qubba que sirve hoy de antesacristía (“la capilla de los caballeros Picaños o Pesaños, de planta alargada con techumbre ochavada sobre trompas”), para luego en la página siguiente realizar la identificación correcta (“el antiguo enterramiento de los Picaño, se cubre con bóveda de crucería con los nervios decorados con dientes de sierra”) pero añadiendo el dislate de García Peña sobre esas cabezas de clavo o puntas de diamante que no están ni en esta capilla ni en lugar alguno del templo.
Volviendo a los dientes de sierra, aquí no hay baquetón continuo, sino dientes por completo separados entre sí. La intensa molduración de los nervios sobre los que reposan crean un efecto de claroscuro que apunta a modelos cordobeses mucho antes que a otros ejemplos jerezanos de este mismo motivo. Por cierto, curiosísimas las flores de lis en los arcos formaletes que podemos ver en el siguiente detalle.
En San Lucas, los nervios de los tramos rectos de la capilla mayor se recubren del motivo que nos ocupa. Debe observarse la gran separación entre cada uno de los dientes, así como la existencia de un resalte con forma de punta de flecha en el interior de cada uno de ellos. Las dos circunstancias apuntan con claridad a los mismos artífices de las capillas de San Mateo que vimos arriba (no tanto a la bautismal como a la de los Suárez de Toledo, pues en la primera citada no los nervios no están formados por un baquetón continuo y en la segunda sí).
La moldura dentada que va recorriendo la base y entrando ligeramente en cada uno de los nervios enlaza más bien con diferentes portadas sevillanas y con la Torre de Boabdil en Porcuna, cuyas fotografías presentamos en la entrada anterior.
Poca gente en Jerez sabe que sobre la bóveda barroca de escayola del lado de la Epístola en San Lucas se encuentra la bóveda de crucería de la capilla medieval de los Villavicencio. El modelo de sus dientes es idéntico al de la capilla mayor, así que no cabe la menor duda de que la dos obras fueron realizadas por el mismo taller.
No abandonamos San Lucas, porque en la rosca del arco que comunica la cabecera de la nave del Evangelio con la capilla mayor encontramos idéntico modelo de dientes de sierra, en este caso asociada a una arquivolta de puntas de diamante que, al igual que otros elementos en este espacio, despierta algunas sospechas dada las alteraciones realizadas en las obras del siglo XVIII.
En San Juan de los Caballeros, los dientes de sierra otorgan una gran vistosidad a los nervios de su profunda capilla mayor, recordando hasta cierto punto al presbiterio de San Hipólito de Córdoba.
El que no haya baquetón continuo formando los dientes y que estos resalten sobre la molduración de nervio creando un efecto claroscurista, relaciona esta obra con la capilla de los Picaño en San Marcos. Como rasgo exclusivo de San Juan, una fila de diminutas puntas de diamante se dispone sobre la base de los nervios, bajo los dientes de sierra.
En la capilla Zarzana del mismo templo, en el lado de la Epístola, tanto los dientes de sierra como la bóveda en su conjunto se encuentran tan intensamente alteradas por la mano de los restauradores que debemos actuar con la mayor prudencia.
La misma intensidad de la mano restauradora se evidencia asimismo en la conocida como capilla de la Paz en la parroquia de Santiago. Posible esta misma fue en realidad la de Don Lorenzo Fernández de Villavicencio, y de hecho es muy parecida a la del mismo personaje que vimos en San Lucas. La fotografía no es mía: como hoy la iglesia se encuentra en cerrada, no he podido tomar imágenes ni descender al detalle.
En el templo más emblemático de la arquitectura “gótico-mudéjar” (o como la queramos denominar) de Jerez de la Frontera, esto es, el de San Dionisio, los dientes de sierra solo aparecen en la cámara superior de la Torre de la Atalaya, terminada a mediados del siglo XV. Esta imagen tampoco es mía y apenas deja entrever la forma de los dientes.
Terminamos el recorrido por Jerez precisamente con el templo donde mayor presencia tiene este motivo: la nave principal –mejor dicho, sus dos tercios más orientales- del Convento de Santo Domingo, cuyas obras se inician hacia 1430.
Aquí los dientes de sierra parecen seguir dos modelos distintos. Uno, el del baquetón zigzagueante que al llegar a la base del nervio recorre brevemente el trazado del arco para dejar un espacio entre cada uno de los dientes, todo ello con una moldura quebrada en la base que va entrando en cada uno de los nervios.
El otro modelo es el de los dientes individualizados, no formados por un baquetón continuo, tal y como pueden verse en los nervios más al fondo de la cabecera en la siguiente fotografía. Repárese en la gran separación que hay entre los dientes referidos.
El diseño de la cabecera, el repertorio ornamental y la sintaxis del mismo sugiere que el equipo que levantó la nave de Santo Domingo fuera el responsable de la parte oriental del templo de El Divino Salvador de Vejer de la Frontera, en el que de nuevo los dientes de sierra se imponen visualmente en la nave central –y en el tramo más oriental de las laterales– de manera un tanto efectista pero, en cualquier caso, con considerable eficacia.
Aquí encontramos una variante: mientras que en todos los nervios aparece la moldura inferiro quebrada que va entrando en cada uno de ellos, en los de la cabecera se añade por debajo una banda de arquillos entrecruzados.
Y como ya dijimos en una entrada anterior, el taller de Vejer debió también de realizar obras –no sabemos de qué magnitud- en Santa María la Coronada de Medina Sidonia, a tenor de los restos de dientes de sierra que se conservan en el patio de la parroquia asidonense.
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