viernes, 12 de junio de 2020

Carta abierta a los miembros del CEHJ

El 10 de enero de 2020 fue aceptada mi dimisión –presentada con bastante anterioridad– como miembro de la Junta Directiva del Centro de Históricos Jerezanos. Entonces agradecí a su director D. Juan Félix Bellido que hubiese contado conmigo para formar parte de la misma. Lo continúo haciendo. También me mostré honrado de haber participado en el proyecto, y lo sigo estando. Pero creo que va siendo hora de ofrecer explicaciones en público de por qué me fui.

Hay dos razones fundamentales. La primera es accidental y hubiera sido solucionable: absoluta falta de tiempo para llevar con la dignidad que me hubiera gustado la página web y el Facebook de la organización, plataformas las que invertí durante más de un año una buena cantidad de horas. La segunda es de fondo: fue quedando claro que la idea que teníamos sobre lo que debe ser el CEHJ y cuáles son las más apropiadas líneas de actuación era muy distinta. Ello se puso de manifiesto con la reacción a una carta al resto de la junta directiva que redacté en el teléfono móvil el tres de noviembre de 2018 durante un vuelo Hamburgo-Jerez, a raíz de la recién anunciada dimisión de nuestro compañero Antonio Aguayo Cobo. La escribí lleno de ilusiones, pensando que a pesar de la irritación que podía causar poner dedos en determinadas llagas la reacción iba a ser positiva; que iba a servir de estímulo para una renovación que encontraba necesaria. Jarro de agua fría: ocurrió todo lo contrario.

Desde entonces las relaciones se fueron deteriorando, pese a lo cual pudo materializarse mi proyecto de "Los debates del CEHJ" (que hoy no se parece en nada a lo que en su momento planteé, dicho sea de paso). Pero hubo ya un serio desencuentro a raíz de mi intento de que prosperase la iniciativa de dos miembros del CEHJ para que el organismo se implicase directamente en la denuncia del proyecto de eliminar el adoquinado de nuestras calles. No fue posible, y quedó claro que a la actual Junta no le interesa meterse en cuestiones con implicaciones “políticas”, cuando a mí me parece que la defensa del Patrimonio debería precisamente ser una de sus prioridades.

La gota que colmaba el vaso llegó en forma del rechazo de la mayoría de la Junta a un proyecto de conferencias veraniegas en el que había puesto todas mis ilusiones. La excusa fue que “no organizamos actividades en verano”, aunque a mí siempre me pareció evidente que las razones fueron otras. La única opción que me quedaba era abandonar el barco, cosa que hice a los pocos meses.

Me parece oportuno hacer públicos dos documentos. Uno es la referida misiva que envié en 2018. No he realizado ninguna modificación en el texto –salvando correcciones menores de estilo–, aunque sí que he eliminado la introducción –que se refiere a un intercambio de misivas que había tenido lugar durante esa misma mañana– y algunas referencias concretas que me parecieron oportunas “en privado”, pero encuentro improcedentes en este nuevo contexto; el resto de lo escrito sí que me parece que se puede hacer público. Y se debe. El otro texto es el del frustrado proyecto veraniego, en el que como es lógico he tenido que eliminar los nombres de las personas que se habían mostrado dispuestas a colaborar.

¿Qué pretendo haciendo público estos testimonios? Por un lado, que los compañeros de la investigación conozcan las razones de mi salida: creo que tengo derecho a que se sepa cuál es mi planteamiento. Por otro, animar a todos los miembros del CEHJ a realizar una reflexión que permita dar un giro a un organismo que ha aportado cosas muy importantes, pero que encuentro que desde hace tiempo se dirige a una dirección equivocada.

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Misiva del tres de noviembre de 2018 a Juan Félix Bellido (Director del CEHJ), Antonio Aguayo, Francisco Barrionuevo, Miguel Ángel Borrego Soto, Ramón Clavijo, Francisco Antonio García Romero y Javier Jiménez López de Eguileta.


(…)

Habrá quien quiera ver en mí a un recién llegado que pretende dar lecciones a quienes han sudado la gota gorda (¡eso nadie lo duda!) durante muchos años para sacar todo esto adelante. Pero entiendo que si Juan Félix me propuso participar en esta Junta Directiva no lo hizo para que me limitase a descargar de trabajo al muy atareado Ramón Clavijo (que ciertamente se merece ahí una importante ayuda) y para llevar las redes sociales, sino también para aportar ideas, cosas nuevas. Lo mismo que, entiendo, espera de todos los demás miembros de la misma. Y acepté el reto, pese a las diversas personas, todas ellas investigadores de prestigio, que me advirtieron que era una locura y que, según ellos, cualquier iniciativa de cambio sería abortada. Estaba dispuesto a aceptar y a demostrarles que de eso nada, que sus maledicencias sobre el CEHJ estaban equivocadas. 


Y acepté, también, pese que a lo largo de dos décadas me he sentido ninguneado por el CEHJ, permitidme que lo diga así de claro. Creo que va siendo hora de compartir esta impresión con vosotros. Sin acritud ni resentimiento, pero dejando muy claro las molestias que algunos hemos experimentado viendo cómo la anterior directiva consideraba que no ofrecíamos el perfil adecuado para pertenecer a tan selecto club. Porque ésa y no otra razón puede haber (porque de mi existencia había absoluta constancia) para que desde que comencé a publicar en 1996 hasta 2016, cuando la nueva Junta decidió salir a mi encuentro, el CEHJ ni me invitara a formar parte del mismo, ni se contara con mi participación para nada.


Bueno, ahora que lo pienso, se me publicó un artículo en la revista en 1999. Con muchísimas limitaciones, supongo que respondiendo a un estadio inicial de mis investigaciones, como ocurría también con los otros dos artículos y las dos comunicaciones en congresos que presenté siempre a finales de los noventa. Pero mejores o peores, algo aportaban. De hecho, me siento feliz y orgulloso de que otros compañeros hayan podido construir y avanzar gracias a aquello, consolidando mis aciertos, corrigiendo mis errores y completando mis evidentes insuficiencias. Luego estuve un tiempo sin publicar, en parte por laborales (migración obligada), en parte por desaliento. Porque tenía la impresión, me temo que acertada, de que mis aportaciones no eran consideradas, ya que varios investigadores (del CEHJ y de fuera del CEHJ) habían optado por no citarme en sus trabajos. Mientras tanto, veía como ingresaban en el CEHJ personas sin apenas currículo investigador en temas históricos, o ninguno. (…) La anterior Junta tuvo todo el derecho del mundo a pensar que un servidor no aportaba nada a la investigación, faltaría más, pero la comparación de lo que hice esos cuatro años con lo que han hecho, hasta el día de hoy, las referidas personalidades, parece evidenciar lo que señalé antes: que el CEHJ era más una plataforma para intercambiar nombramientos y halagar a determinadas personas que un organismo deseoso de estimular la investigación. 

Estoy llegando al punto central de todo esto. El sistema de ingreso en el CEHJ, tal vez el más adecuado en otros tiempos, me parece un profundo error. Pertenecer al CEHJ no debería ser un mérito que un reducido grupo de personas autoproclamadas, por pura endogamia, como representantes de la investigación histórica en Jerez y su entorno, concede a quienes, en el mejor de los casos, han ofrecido una trayectoria interesante o, en el peor de los casos, se han mostrado simpatizantes de ese referido grupo y desean integrarse en “el sistema”. Entrar en el CEHJ debería ser un estímulo al investigador, una ayuda en su camino, y también una invitación a mojarse, a trabajar duro por la difusión de esas investigaciones. No, no debería ser una medallita (bueno, un pin) ni una línea para adornar el currículo, sino una invitación al trabajo.


Por eso mismo, aquí y ahora, planteo la necesidad de cambiar los estatutos para abrir el ingreso en el CEHJ a toda aquella persona que desee acceder y que, lógicamente, haya demostrado una trayectoria mínima de investigación científica más o menos regular, sólida y seria. Sin necesidad de ser Menéndez Pidal, pero que tampoco pueda entrar un articulista local que escriba columnas semanales sobre temas culturales y haya dado cuatro conferencias para su cofradía. Creo que todos nos entendemos: investigadores que sean tal, independientemente de que nos parezcan mejores o peores, nos caigan bien o nos caigan mal, sean de nuestra cuerda o de la otra. Historiadores que ejerzan como tales, sencillamente. Hay en Jerez y su entorno unos cuantos, creo que muchos, que responden a semejante perfil y no están. Deberían estar. La Junta de tiempos de Juan Félix ha dado pasos muy importantes para integrar(nos) a los que andábamos por ahí perdidos, pero aún quedan unos cuantos sin visos de acceso, incluyendo jóvenes recién aparecidos que nos están dando lecciones a los que ya peinamos canas. 

Abrir el CEHJ y romper el elitista, arcaico e injusto sistema de designación sería un paso fundamental. Pero aún hay otros para revitalizar esta institución. Uno sería agilizar los trámites y mejorar la comunicación interna. Eficacia y coordinación. Las normas, los estatutos, son imprescindibles para funcionar; pero están a nuestro servicio, no al contrario. Lo de “eso tiene que pasar por el acta” puede ser un freno para ciertas cosas (manifiestos, cambios de fecha de las actividades, presupuesto para hoteles). Se pueden buscar otros sistemas de acuerdo, que para algo estamos en la era de internet. O, sencillamente, podríamos reunirnos más.
 

¿Buscar una sede propia? Imprescindible, absolutamente. ¿Sanear el presupuesto? Desde luego: quizá el nuevo sistema de acceso que propongo permitiera arreglar eso, porque vendrían nuevos nombres y quizá volverían algunos de los que se fueron, al olor de la renovación. Porque no me vengáis con que los que abandonaron, o los que permanecen pero no se interesan por nada, deben su actitud a peleas internas, egos y conspiraciones. En algunos casos seguro que sí. En otros no. Hay personas muy, pero que muy valiosas, que se distanciaron por desaliento, por frustración, por no poder aportar nada para mejorar.

En resumen, creo que todos, todos los que estamos en la directiva tenemos mucho que aportar. Y algunos (¡muchos!) de los que no están en ella, también. Propongo una “revolución desde dentro”, así de claro, en la que se mantenga íntegra la actual plantilla con idéntico organigrama; se consolide lo mejor de las anteriores temporadas del CEHJ (las Jornadas de Historia de Jerez); se mejore en la revista lo que haya que mejorar; fructifiquen los debates previstos; y se empiece, con tanta prudencia como valentía, una renovación en profundidad de la que, a buen seguro, todos nosotros podremos enorgullecernos en el futuro por haber protagonizado. Recibid el más fuerte abrazo posible.
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Proyecto elaborado en marzo de 2019: “Los veranos del CEHJ” (los subrayados están en el original).


Atendiendo a lo acordado en la anterior Junta Directiva, realizo aquí una propuesta del proyecto que he venido en llamar “Los veranos del CEHJ”. Sus líneas maestras serían las siguientes:

a) Llenar un vacío en unas fechas en la que la vida cultural de nuestra ciudad queda paralizada y en la que la población que no ha salido de vacaciones demanda propuestas de interés.


b) Ofrecer un abanico de conferencias lo suficientemente variado en su temática, siempre en relación con los asuntos históricos, artísticos y culturales que nos conciernen, pero saliendo del marco jerezano y procurando evitar lo meramente científico y académico. Se trataría de divulgación, pensando en un público lo más variado posible, pero de divulgación seria.


c) Contar con conferenciantes de trayectoria sólida y contrastada que cuenten con una gran capacidad de comunicación. En este contexto, no procede invitar a grandes investigadores que puedan resultar excesivamente científicos, por muy importantes que puedan ser sus aportaciones. Se trata de evitar al “erudito hablando a otros eruditos”.


d) Las conferencias se extenderían de manera flexible a lo largo del verano, en función de la disponibilidad tanto de los conferenciantes como de los recintos, e intentando no coincidir con otras posibles conferencias de temática cultural (que yo sepa, solo los “veranos nazarenos”), con los espectáculos del “Tío Pepe Festival” y de los “Veranos del alcázar”.


e) Se hablaría con el ayuntamiento para disponer de local, preferiblemente en el alcázar. En caso de que el ayuntamiento no pudiese colaborar, se podrían buscar alternativas.

f) El autor de este proyecto se compromete a gestionar toda la logística y a estar presente en cada una de las conferencias para atender a las necesidades de las mismas. Ningún miembro de la directiva tiene que verse obligado a asistir o a realizar gestiones sobre el mismo, salvo que quiera ayudar de manera voluntaria.


A continuación, indico el listado de los cinco conferenciantes que están plenamente dispuestos a participar de manera gratuita. A cada uno le he solicitado dos títulos diferentes, uno más “formal” y otro más “informal”, para que tengamos así flexibilidad a la hora de configurar un perfil para el ciclo. Ni que decir tiene que esta lista se puede (y yo diría que debe) completar con otros nombres que los miembros de esta Junta Directiva deseen proponer, ajustándose a las líneas maestras arriba referidas, y que la participación de ellos mismos o de otros miembros de nuestro CEHJ como conferenciantes resultaría extraordinariamente bienvenida.


Los especialistas que hasta ahora han confirmado su plena disponibilidad son, citados por orden alfabético, los siguientes:


(…)


Aquí ya debo omitir los nombres presentados. Pero sí puedo dar algunas pistas. Había un veterano editor, periodista, musicólogo y crítico dos veces premio nacional de crítica musical, que se prestaba a hablar de Beethoven, toda vez que tiene escrita una de las monografías en castellano sobre el compositor. Había dos historiadores del arte nacidos en Jerez y otro de origen conquense pero establecido en nuestra ciudad, todos ellos de enorme talento. Contaba asimismo con un crítico cinematográfico y musical, periodista asimismo, que recibió el premio ASECAN 2011 a la mejor labor informativa sobre cine.

El texto seguía así:

“A esos nombres, y a la espera de más sugerencias, querría añadir otras dos posibilidades. Una es la de (XXX), profesor titular de Historia del Arte en la Universidad de (XXX) y uno de los nombres más prestigiosos a nivel nacional en el conocimiento de (XXX); su currículo es impresionante. ¿El problema? Como favor personal no nos cobraría, pero sí que necesita, con toda lógica, desplazamiento y alojamiento”.

Y aquí continuaba proponiendo a un investigador nacido en Sevilla que ha realizado una importantísima aportación sobre un artista jerezano y que ha demostrado interés por presentar sus investigaciones en nuestra ciudad, si bien advertía que no le conocía personalmente y que no sabía si podríamos contar con su presencia.

Ya cuando propuse verbalmente este proyecto el D. Juan Félix me advirtió que no veía con buenos ojos la idea, pero que de todas formas la hiciese formal y la llevase a la siguiente reunión de la Junta para su votación. Es por esto por lo que contacté con los potenciales conferenciantes, para que la propuesta no fuese un mero esbozo y contase con todas las garantías de poder llevarse a la práctica.

Pues bien, y aunque esperaba todo lo contrario, el proyecto fue rechazado con el voto negativo del director –aludiendo a lo inadecuado del estío– y de otros dos miembros de la directiva –que no explicaron sus razones–. Hubo un solo voto positivo, más dos abstenciones. Jerez se lo perdió y yo quedé bastante mal ante unas personas que habían accedido a colaborar más por amor al arte que por otra cosa.

Creo que no tengo mucho más que añadir. Hago públicas todas estas palabras con la esperanza de que el resto de los miembros del CEHJ, que son muchísimos, puedan reflexionar sobre ellas. Menos esperanzas guardo sobre la sintonía con las mismas, pero a pesar de ello pienso que Jerez todavía se merece una oportunidad. Gracias por leerme.

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