jueves, 16 de junio de 2022

Volviendo a la qubba de Santo Domingo (I)

Entre el 30 de mayo y el 4 de junio se ha celebrado la XXVII edición de las Jornadas de Historia de Jerez que organiza el Centro de Estudios Históricos Jerezanos, desde hace algunos años con la colaboración del Centro de Estudios del Profesorado de la misma localidad. El título, “Jerez y las torres medievales de su entorno: Historia, Arqueología y Patrimonio”.

Me lamentaba en mi muro de Facebook de continuar siendo ignorado en estas jornadas: desde que en 1996 comencé a publicar sobre arte medieval jerezano, nunca se me ha invitado a participar salvo en 2021, y no fue sino para sustituir a un compañero en una visita guiada a La Cartuja que, por cuestiones sanitarias, al final tuvo que ser suspendida. Se me dijo entonces que posiblemente para 2022 podrían contar de una vez conmigo, toda vez que estaban planeando algo que tuviera que ver con el patrimonio.

Efectivamente, con el título antedicho la oportunidad estaba ahí, porque allá por 1996 realicé una aportación sobre la existencia de unas edificaciones islámicas frente a la Puerta de Sevilla que habrían sido reutilizadas para fundar allí el Real Convento de Santo Domingo, y más recientemente he sugerido la posibilidad de que aquellas pudieran interpretarse, a tenor del recinto fortificado descubierto bajo la cal del claustro tardogótico (“Los Claustros”), como un ribat o rábita, complejo a medio camino entre lo defensivo y lo espiritual que acostumbraba a asociarse a una qubba como la que fue utilizada como cabecera de la primitiva iglesia dominicana. Cierto es que no se trata exactamente de una torre, pero al fin y al cabo una de las ponencias se llamaba “La articulación defensiva de la medina al alfoz de la Sharish almohade”, a cargo de los arqueólogos José María Gutiérrez y Laureano Aguilar. Obviamente, no fui invitado. Escribí que hubiera sido una buena oportunidad para hablar en público de este tipo de construcciones en la zona, y añadía una circunstancia significativa: el arabista Miguel Ángel Borrego Soto y el citado José María Gutiérrez andan desde hace tiempo preparando una publicación sobre ese mismo tema. Apunto ahora, para quien no lo sepa, que los dos son miembros de la Junta Directiva del Centro de Estudios Históricos, y que habida cuenta de que los demás participantes pertenecen a su entorno académico, es de suponer que los dos investigadores han tenido que ver con la selección de nombres a invitar o a dejar fuera.

La réplica a mis líneas ha venido en forma de tribuna libre escrita por Borrego Soto en Diario de Jerez el día 1 de junio, que les invito a leer en este enlace. El autor no solo pone en duda que el complejo edilicio del que estamos hablando fuese realmente un ribat, sino que intenta desmontar todas mis aportaciones sobre el primer Santo Domingo arguyendo que realicé una mala interpretación de las fuentes escritas, que la iglesia original no estaba donde señalé y que la qubba visible en las célebres imágenes realizadas por Anton van den Wyngaerde en 1567 podría ser un depósito de agua. ¡Vamos, que me equivoqué en todo!

No me extrañaría que, si alguien le preguntó por mi no participación en las jornadas, Borrego hubiese replicado que porque mis teorías eran dislates, término este que fue precisamente el que utilizó Hipólito Sancho cuando, después de haber publicado cosas acerca de la Capilla de San Pedro Mártir que se abría en la iglesia actual, se encontró con un texto del Fray Esteban Rallón acerca de la “mezquitilla en forma de fortaleza con sus almenas” que le desmontaban algunos de sus planteamientos: prefirió descalificarlas en lugar de replantear que él, Hipólito, se podía haber equivocado.


En su momento pude demostrar que Rallón estaba totalmente en lo cierto, y así lo había aceptado la bibliografía. Ustedes pueden leer aquella comunicación (Valencia 1996) en este blog. Me toca ahora “desmontar el desmontaje” que ha pretendido hacer mi compañero: no estaría bien que por su culpa volviésemos varias décadas atrás en nuestros conocimientos sobre el tema. Eso sí, tendré que ponerle paciencia: la misma que le pido al lector. Vamos por partes.

 

EL LLANO DE SAN SEBASTIÁN

Afirma el doctor Borrego Soto:

“(…) las referencias al antiguo oratorio de los frailes dominicos en las fuentes históricas jerezanas lo sitúan a espaldas del ábside de la nave principal del templo actual, como parece indicar el propio Esteban Rallón, cuando dice que la antigua iglesia era, en su tiempo (siglo XVII), bodega, y hacía cara a la plaza que llamamos el llano de San Sebastián, es decir, la plaza Aladro de nuestros días, diferente de la plaza o llano de Santo Domingo, la Alameda Cristina de ahora.”

Pues falso. Ninguna fuente habla de un oratorio situado a espaldas de la actual capilla mayor. Esas supuestas fuentes, en plural, no existen. Lo que tenemos es la cita de Rallón, que –dicho sea de paso– nadie en tiempos reciente manejaba hasta que la recuperé, en la citada comunicación, del ostracismo al que la había sometido Hipólito:

"(…) començaron un Edificio corto y hiçieron su Iglesia que hoy se conserva, valiéndose de la Mesquita, que está en forma de fortaleça con sus almenas, para Capilla Mayor, corriendo una Iglesia pequeña, que oy es bodega y hace cara a la plaça que llamamos el llano de San Sebastián”.

Llano de San Sebastián es la Alameda Cristina. Bueno, en realidad llegó a llamarse así a todo el espacio que se situaba entre la Puerta de Sevilla y el actual Mamelón, Plaza Aladro inclusive. Pero el fraile utiliza la palabra “plaça”, es decir, se refiere a un lugar no abierto, sino cerrado por al menos tres lados: la muralla, Santo Domingo y el Hospital de San Sebastián en el que en 1572 –poco después de Wyngaerde– Juan Pecador organizaría su fundación asistencial (Romero Bejarano, en Iglesias y conventos de Jerez, p. 277, dice que “el inmueble se encontraba en lo que por entonces se llamaba Llanos de San Sebastián y nosotros hoy conocemos como Alameda Cristina”). Aladro era el espacio que servía como salida trasera al convento –ahí se abre todavía la Puerta del Campo– y que lindaba con las huertas de los frailes, las cuales se extendían –gracias a Jesús Caballero Ragel por la información– desde el Cine Jerezano hasta el edificio de Unicaja en la Calle Larga.

Pasemos al testimonio de Wyngaerde. Si acudimos al dibujo preparatorio que se encuentra en Londres, veremos que la leyenda “Sto. sebastiaen S Joan de Latran” (sic) se corresponde con la letra K, situada justo en la acera de Cristina opuesta a Santo Domingo. Repararemos asimismo en una serie de edificaciones que cerraban parcialmente la actual Cristina hacia el norte, aun siempre dejando el amplio espacio que necesitaba la salida a Sevilla. Ese espacio es, precisamente, el que tiene sentido como “plaça”. Es verdad que donde está situada la actual Aladro también se ve algún edificio hacia el lado septentrional –justo detrás estaría el punto de vista adoptado por Wyngaerde–, pero no tendría el menor sentido que en tiempos de Rallón “los llanos” fueran exclusivamente el sector de Aladro, tan alejado del hospital de San Sebastián propiamente dicho. E insistimos en que el dominico hace referencia a una plaza, a un recinto más o menos cerrado, precisamente con ese nombre: solo puede tratarse de la actual superficie de Cristina.

 

EL PRIMER CONVENTO

Borrego Soto afirma que, a tenor de las fuentes dominicanas, el primitivo convento estaba situado en ese sector meridional, el que se encuentra entre Aladro y el actual Conservatorio lindando con la calle Rosario.

“Toda esa parte posterior del actual convento, hoy lamentablemente un callejón en ruinas, fue donde algunos autores como Rallón o el fraile dominico Agustín Barbas sitúan el origen del mismo, y en la que localizan aún entre los siglos XVII y XVIII, el Claustro de Novicios (hoy parte de un bloque de viviendas de la calle Rosario), el de la Enfermería, la cocina, la tahona y toda la zona industrial de los dominicos, en la que se incluiría la vieja iglesia medieval, transformada en bodega y almacén”.

Vamos a ver qué es lo que realmente dice Rallón.

"(…) corriendo una Iglesia pequeña, que oy es bodega y hace cara a la plaça que llamamos el llano de San Sebastián: el Convento fue lo que oy sirve de Claustro de legos, molino ofiçinas y atahona" (el subrayado es mío, obviamente).

Pues bien, es cierto que en toda esa parte situada detrás de la actual iglesia y al norte del gran claustro gótico había otros claustros a los que se abrían numerosas dependencias secundarias del convento. Pero no es menos verdad que las funciones conventuales también se extendían por la zona situada entre la Nave del Rosario y Aladro, es decir, justo donde se encuentra el mucho más modesto convento actual. Allí estaba, si seguimos a Rallón, el primer convento con su primer claustro, este último situado donde ahora hay un patio que hoy centra la vida dominicana.

Lo he escrito yo, lo han escrito Javier Jiménez López de Eguileta y Manuel Romero Bejarano en su libro Los Claustros de Santo Domingo y lo ha escrito José María Guerrero Vega en su tesis doctoral, Arquitectura medieval de Jerez de la Frontera: cuando se decide construir un nuevo convento, cuyo claustro aprovechará la fortificación previa, el primer cenobio se convierte en una zona secundaria y la iglesia en bodega –un espacio rectangular cubierto con madera resulta ideal para esta función–, salvándose la capilla mayor por albergar sepulturas de las élites locales. Esta quedaría integrada como parte de la nueva iglesia bajo el nombre de Capilla de San Pedro, y para ello habría que construir un muy largo espacio de enlace con la nueva nave. El resultado es lo que hoy conocemos como Nave del Rosario, justo la que otorga esa insólita planta en forma de letra T a la iglesia. Ese enorme corredor y la planta resultante solo se explican así, por el deseo de unir la iglesia nueva con la capilla mayor antigua.

En cuanto a Fray Agustín Barba, sobre este asunto aporta que la primera iglesia estuvo “en aquel sitio que es en el día bodega”, y luego afirma que el primitivo convento “estaba ubicado en el solar del actual claustro de la enfermería”, como señalan Jiménez y Romero (p. 34), pero lo hace a tenor de los restos que él cree identificar con un refectorio anterior al levantado en las últimas décadas del Quinientos; a las argumentaciones de estos dos historiadores nos remitimos, sin olvidar que no habría mucho problema en que las dependencias conventuales secundarias se fuesen extendiendo desde la zona de Cristina hacia el sector del Conservatorio de Música, desde el momento en el que la vida dominicana pasó del primer claustro al segundo –el tardogótico–

Y es que Rallón es muy claro:

Frente a la capilla de la Consolación “se abrió un grande arco del cual comienza otro pedazo de Iglesia hasta la que fue Capilla mayor y Mezquita de los moros que hoy se llama de San Pedro y hoy es de los Cabeza de Bacca Sucesores de Basco Pérez de Meira, de modo que hace otra segunda Iglesia, y tiene por capilla mayor la de Nuestra Señora de la Consolación.”

Si el lector conoce –a buen seguro que sí– dónde se encuentra la capilla de esta preciosa imagen italiana, no le puede caber la menor duda: Rallón está indicando que esa capilla mayor y esa “mezquita” se encuentran frente por frente a la actual mesa de altar, mirando en dirección Cristina. Es decir, exactamente en el lugar donde Van den Wyngaerde dibuja la qubba. No hay más que mirar los dibujos para localizar la nave que se abría a la misma: justo donde decía Rallón, haciendo “cara a la plaça que llamamos el llano de San Sebastián”.


En definitiva, afirmar que capilla mayor e iglesia primitivas se encontraban en la zona entre Plaza Aladro y Plaza de San Andrés es por completo erróneo. La combinación de las fuentes escritas de Rallón (1666) y Van den Wyngerde (1567) resulta contundente: la qubba que el flamenco pinta donde hoy se alza la portada de la Nave del Rosario y la nave que se adosa a la misma, situada en el espacio que ocupa el moderno recinto conventual, conformaron la primera iglesia del Real Convento de Santo Domingo. Sobre qué hubo exactamente en esta zona en tiempos andalusíes intentaré decir algo en la siguiente entrega.

 

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