sábado, 2 de julio de 2022

De despistes, yerbajos y otras malas hierbas

Bloqueé a Miguel Ángel Borrego Soto en Facebook para no caer en la tentación de leer qué seguía diciendo sobre mi aportación sobre la qubba islámica como cabecera del primitivo templo del Real Convento de Santo Domingo. Ya bastante tiempo me ha hecho perder ese señor, entre la repuesta por partida doble que publiqué en las anteriores entradas de este blog y el resumen en Diario de Jerez. Pero un amigo me manda un pantallazo y no puedo resistirme a picar el anzuelo. Once again. Dice ahora Borrego, presentando el dibujo preparatorio de Wyngaerde, que “donde unos ven merlones escalonados, otros vemos yerbajos, malas hierbas…”.

Se olvida el doctor en Filología de un pequeño detalle. El texto del Padre Rallón decía que los dominicos “començaron un Edificio corto y hiçieron su Iglesia que hoy se conserva, valiéndose de la Mesquita, que está en forma de fortaleça con sus almenas, para Capilla Mayor, corriendo una Iglesia pequeña” (el doble subrayado es mío, obviamente).

Compárese el texto con lo dibujado por Wyngaerde un siglo antes: ahí está el edículo usado como capilla mayor, ahí está cubierta a dos aguas, con algunas ventanas– la nave pequeña. Los merlones de los dibujos están meramente esbozados, cosa comprensible toda vez que esta qubba no era un elemento urbano de especial importancia y probablemente el flamenco no quiso perder tiempo en ella, pero la fuente escrita no deja el menor resquicio para la duda. El texto de Rallón confirma y completa la imagen de Wyngaerde: el almenado existía. Si esos merlones eran escalonados ya puede ser objeto de discusión, si bien las imágenes que tengo de morabitos norteafricanos me hacen pensar en una respuesta afirmativa.


En fin, no es la primera vez que Miguel Ángel Borrego omite fuentes escritas para hacer valer sus presuntas revelaciones. Cuando escribió un libro sobre el traslado de Sidonia (Sierra de San Cristóbal) hasta Jerez omitió que el primer historiador en sostener dicha teoría fue Juan Moreno de Guerra (“Fundación de Xerez, Notas históricas sobre Jerez de la Frontera”, Mauritania, 1936, leer aquí). Al anunciar a bombo y platillo que había descubierto la aljama de Sharish bajando hacia el Arroyo, no recogió el texto de Bartolomé Gutiérrez (Historia de Xerez de la Frontera) que dejaba bien claro que la mezquita se situaba en la Encarnación, cosa que todos sabíamos y que quedó corroborada cuando en las obras de la Casa del Abad aparecieron los arcos del patio. Y cuando afirmó haber descubierto que Jerez no pudo ser conquistada por los castellanos en 1264 sino dos o tres años más tarde, se olvidó por pura casualidad de reconocer que Joseph O’Callaghan había dicho exactamente lo mismo en un libro publicado por la Universidad de Sevilla en 1996 (leer aquí).

Son ya demasiados “descuidos”, la verdad. ¿Será que este hombre es muy despistado, o es que acostumbra a jugar con las cartas marcadas?

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