Aunque de manera irregular, he trabajado mucho a lo largo de los dos últimos años en una nueva edición de El edificio medieval de San Dionisio de Jerez de la Frontera, publicado originalmente en 2014. Caducados ya los derechos con Peripecias Libros, tenía un nuevo editor deseando de ponerse manos a la obra con una edición más lujosa, con fotos a color y todo eso. Realicé actualizaciones sustanciales. Tenía incluso la autorización de la editorial Rhode Island para incluir partes sustanciales de otro libro hoy inencontrable, San Dionisio: una visita guiada. Me quedaban tan solo unos flecos. Y lo he dejado para siempre. No habrá nueva edición.
Es mi manera de protestar ante lo que Javier Jiménez López de
Eguileta, antiguo amigo y hoy declarado enemigo –intenté tender puentes, él los
ha destrozado con total consciencia– me ha hecho, con la silente complicidad del
resto de los historiadores del arte de Jerez (¡cómo les gusta a algunos arrimarse
al poder!), dejándome ante la opinión pública como un cero a la izquierda. Lo
he escrito aquí y no hace falta repetir.
Pero es también el modo de declarar mi oposición a lo que
esta persona está dispuesta a hacer con el patrimonio monumental religioso en
Jerez: convertir lo que debe ser para un profesor universitario con él, esto
es, un objeto de estudio riguroso e imparcial, en un medio para transmitir esa
ideología religiosa ultraconservadora que defiende de manera beligerante. Por descontado, él lo llama evangelizar (leer aquí).
En este sentido, Eguileta es fiel seguidor de las maneras de
uno de sus mentores espirituales, el catedrático ultraderechista Rafael Sánchez
Saus. Ese mismo que en sus columnas semanales de los diarios del grupo Joly defiende
a Francisco Franco y a Donald Trump, hace entusiasta campaña por VOX e insulta
a los profesores de secundaria acusándonos de dedicarnos a hacer ideología en lugar
de a dar clase. Sánchez Saus, autor de un bochornoso libro (aquí un riguroso
análisis del mismo) llamado Al-Ándalus y la Cruz que precisamente utilizo
en mis clases sobre la Reconquista para, analizando sus textos, hacer ver a mis
alumnos cómo se puede llegar a la manipulación ideológica extrema de nuestro
pasado medieval; de cómo se puede utilizar un amplio conocimiento de la
historia para retorcer la verdad y ofrecer un falso histórico al servicio de una
determinada ideología.
Ejemplo concreto de lo que digo es una conferencia que hace tiempo le
escuché a López de Eguileta en la Academia de San Dionisio en la que afirmaba, siguiendo
a Saus, que los primeros pobladores castellanos del Jerez medieval llegaron
aquí movidos por el espíritu martirial. Que venían a ver si les mataban los
moros, vamos. Un disparate histórico que cae por su propio peso. Sí, de acuerdo
en que la ideología martirial existía en el medievo, y de hecho en la Batalla
de Las Navas de Tolosa hubo musulmanes que se ofrecieron a incorporase a filas –les
colocaron en la primera, vaya por Dios– para ver si tenían la oportunidad de
saltar directamente al paraíso, pero las pobres gentes que acudieron de
diferentes puntos de la corona castellana a una ciudad arrebatada por la fuerza
a sus legítimos propietarios, los andalusíes, acudían para buscarse la vida en
un lugar donde les ofrecían casas y tierras bajo la directa jurisdicción del
rey, sin un señor feudal por encima dándoles la vara. Les salió mal la jugada,
porque la frontera resultó siendo más peligrosa de lo imaginado y la repoblación
terminó fracasando, como estudiaron en su momento Manuel González Jiménez y sus
discípulos.
Pero estamos en tiempos de VOX. Tiempos de una
reinterpretación de nuestro medioevo que no es una vuelta a los parámetros de
la historiografía franquista, que era en cierta medida maurófila, sino una
adaptación a unos años veinte del siglo XXI en los que la xenofobia y el
racismo se extienden como un cáncer por todo el planeta. Por supuesto, nadie se
escandalizó por que Eguileta manipulara de manera tan burda y escandalosa
nuestro pasado. Al contrario, la propia Academia le acaba de nombrar académico
de número dejando muy claras cuáles son sus filiaciones ideológicas.
Por mi parte, tengo las cosas muy claras. Ni la Historia ni
la Historia del Arte se deben poner jamás al servicio de ninguna ideología. A
la Historia no se va con ideas preconcebidas: se le pregunta y nos responde lo
que a ella le da la gana, a veces respaldando nuestra posición ideológica y en
otras ocasiones poniéndola en entredicho. Va por libre, afortunadamente, y
quien intente someterla caerá en el ridículo. Hay por ahí quien, sin salirnos
de Jerez, intenta hacer una historia del arte “de izquierdas, feminista y LGTB”
interpretando nuestro patrimonio de manera arbitraria y biografiando a artistas
de manera no menos acientífica. La falta de rigor del resultado es obvia, pero lo
mismo se debe decir de las andanzas de Sánchez Saus y sus seguidores
espirituales.
La represalia que Eguileta ha tomado hacia mi persona no es
solo una palmaria demostración de que está dispuesto a hacer lo que llevó a
cabo en Jerez su admiradísimo José María Pemán tras la Guerra Civil, una purga
ideológica del profesorado. Es también una declaración de intenciones de cómo
la Historia y el Patrimonio se van a poner al servicio de la ideología
nacional-católica heredera y admiradora de la dictadura genocida del general
Francisco Franco. Su posición de poder en la Universidad de Cádiz, en el Centro
de Estudios Históricos, en la Academia de San Dionisio y –sobre todo– en el
Obispado le van a permitir convertir sus deseos en realidad.
Llegan los peores tiempos para la investigación en Jerez.
Los tiempos de la ideología machista, xenófoba, homófoba y ultracatólica de VOX.
Por ello dejo completamente de trabajar en nuestra edad media cristiana para
dedicarme a escribir sobre arte islámico, música clásica y –espero, he iniciado
un proyecto muy hermoso– arte clásico. Abandono el medievo cristiano por mucho,
muchísimo tiempo, y con ello este blog, pero no lo hago sin antes advertirles a
ustedes de lo que nos viene encima. Prepárense.


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