domingo, 25 de julio de 2021

Algunas sopresas en Apulia: triángulos, dientes de sierra y puntas de diamante

Bajo el Coloso de Barletta

Hay dos motivos decorativos del primer gótico jerezano que me tienen desconcertados. Uno es la cenefa de cuadrados girados 45 grados y unidos por sus esquinas que ornamenta, en su cara exterior –hoy visible desde un desván en la floristería de la Plaza Plateros–, el ábside del lado del Evangelio de San Dionisio, que como hemos explicado quien esto suscribe y más recientemente –ya tienen a su disposición su tesis doctoral– José María Guerrero Vega, no corresponde a la gran reforma gótico-mudéjar de la primera mitad del siglo XV, sino a la primera iglesia que edificaron los castellanos. Un motivo similar lo encontramos en el óculo que se alza en la fachada principal de Nuestra Señora de la O de la vecina localidad de Rota; este pasa desapercibido para la mayoría de los visitantes, rodeado por una cenefa mucho más destacada de puntas de diamante.

San Dionisio, ventana del ábside del lado del Evangelio
 

Rota, Nuestra Señora de la O, fachada occidental

El otro consiste en una cenefa de triángulos equiláteros encadenados, colocando la base de uno sobre el vértice del anterior. Aparece en dos de las ventanas de la obra más temprana de San Marcos, esto es, de los muros de la gran capilla mayor: las bóvedas tardogóticas de esta se construyen sobre muros muy anteriores, probablemente adicionados a una mezquita de la que hoy no queda rastro. Una de las ventanas es perfectamente visible desde la calle, mientras que la otra solo se alcanza a contemplar accediendo a las cubiertas de la zona de la sacristía. Lo interesante es que el Museo Arqueológico Municipal nos dio a conocer no hace mucho una pieza bajo su custodia que, procedente de San Dionisio, debe de pertenecer a una de las ventanas de la primitiva capilla mayor, hoy desaparecida: una dovela con exactamente el mismo motivo de triángulos. Como explicamos en su momento (aquí), queda en evidencia que los maestros que trabajan en el primer San Dionisio y en el primer San Lucas son los mismos.

San Marcos, ventana de lado de la Epístola

Museo Arqueológico Municipal de Jerez,
dovela procedente de San Dionisio

Lo cierto es que quien esto suscribe no ha sido capaz de encontrar un referente claro para estos diseños. Hasta ahora. A principio de julio he visitado la región de Apulia, teniendo la oportunidad de recorrer el conocido como Castello Svevo (Castillo Suabo) de la hermosísima ciudad costera de Bari, una fortificación que dentro del enorme bastión de tiempos de Isabel de Aragón (1470-1524) encierra otra muy anterior que se remonta a la reconstrucción realizada en tiempos de Federico II Hohenstaufen entre 1233 y 1240.

Bari, Castello Svevo

Pues bien, en la gran sala de alargada planta rectangular que se extiende a lo largo del flanco occidental en su piso superior, sobre otra gran estancia que desde 1957 sirve como singular gipsoteca –museo de vaciados de yeso– en la que se reproducen numerosos motivos de la fascinante arquitectura medieval de la zona, hemos localizado este mismo diseño de triángulos. Lo vemos formando parte del capitel de la pilastra que se ha recuperado de la estancia original, hoy sustancialmente alterada, la cual debió de estar articulada mediante una serie de arcos fajones similares a los que sí se han conservado en la estancia inferior. 

Bari, Castello Svevo,
pilastra de la sala occidental de la planta superior

Bari, Castello Svevo, vista de la gipsoteca

Se encuentra, para concretar, dispuesto de manera horizontal –siete triángulos en total– formando la parte superior del referido capitel, sobre una moldura inferior de perfil convexo (toro). Por debajo de esta moldura, otra banda de triángulos pero esta vez con un diseño muy distinto, apuntando con sus vértices hacia abajo y marcando así un diseño en zigzag; la idea subyacente –repetición de una forma geométrica simple– es la misma, pero aquí sí que no hay relación con lo que vemos en Jerez. Los pilares de los fajones de la cámara inferior –la gipsoteca– presentan esta segunda banda –ubicada sobre el toro–, mas no la que nos interesa que es la primera, la de los triángulos isósceles en el que cada vértice enlaza con la base de otro.

Bari, Castello Svevo, pilastra de la gipsoteca  

Resulta significativo que a lo largo del recorrido encontramos otros elementos que se pueden relacionar con el gótico de Córdoba, Sevilla y Jerez: dientes de sierra y puntas de diamante. Pero lo hacen, mucha atención, en un estadio primitivo de su evolución, todavía muy distintos a como los encontraremos más adelante en el Valle del Guadalquivir. Dientes de sierra los hay en el castillo de Bari en la parte superior de un capitel del “portal federiciano” que se abre al patio, pero concebidos aun como una mera línea zigzagueante, no como “verdaderos” dientes individualizados unos de otros, que es justo como se van a evolucionar en tierras andaluzas desde el siglo XIII. 

Bari, Castello Svevo, "portal federiciano"

 

Sevilla, Santa Marina, portada occidental,
dientes de sierra individualizados y puntas de diamante

Puntas de diamante en el castillo las vemos –la mayoría recientes, pero quedan originales– rodeando el óculo que se abre al exterior desde la gran sala abovedada con cañón en el flanco oriental de la planta alta. En seguida nos viene a la mente la portada roteña antes citada, pero con una diferencia sustancial: mientras en Nuestra Señora de la O las puntas de diamante están configuradas ya como tales, como formas estrelladas de ocho radios, en el Castello Svevo son todavía “dientes de perro”, es decir, el motivo de florecilla de cuatro pétalos procedente del “Early English” –primer gótico inglés– del que más adelante, en tierras burgalesas, surgirán las puntas de diamante propiamente dichas que llegarán hasta el sur de Despeñaperros.

Bari, Castello Svevo, salón oriental en la planta superior

 

Bari, Castello Svevo, óculo con puntas de diamante


Bari, Castello Svevo, detalle de las puntas de diamante originales

Este proceso evolutivo en el que, a lo largo del siglo XIII, los motivos que llegan desde latitudes septentrionales se van transformando en la Corona de Castilla, lo intenté explorar en el texto realizado para el Museo Arqueológico Municipal aquí disponible sobre otra dovela –una procedente de San Juan de los Caballeros–. De manera significativa, en este mismo viaje he podido constatar que en Apulia se procede un fenómeno parecido. Al menos en la ciudad de Barleta, ciudad en la que numerosos palacios presentan portadas con alfices formados a base de estas mismas puntas de diamante. Sin duda, derivan de los “dientes de perro” que llegaron en el siglo XIII, pero evolucionando de una manera diferente a la castellana: en la localidad italiana se convierten en un motivo recorrido por diversas estrías que pierde –como en Castilla– el carácter calado del motivo original, pero que gana así en vistosidad, La bibliografía que he podido adquirir (Renato RUSSO, Antichi Palazzi de Barletta, Editrice Rotas, 2014) ubica cronológicamente las referidas portadas en el siglo XIV.

Barletta, Palazzo Santa Croce

Barletta, puntas de diamante en el Palazzo Santa Croce

 

Barletta, Palazzo Abbate

En la Iglesia del Santo Sepulcro de la mima ciudad, por su parte, el primer tramo –contando desde el transepto– de la nave de la Epístola se cubre con una bóveda de crucería cuyos nervios se encuentran recorridos como dientes de sierra concebidos a la manera primitiva, un simple zigzag. El templo, célebre por tener delante el mítico Coloso de Barleta, fue erigido en el siglo XII, pero debe buena parte de formas a una iniciativa ya de la segunda mitad del siglo XIII, esto es, de época angevina.

Barletta, Santo Sepolcro, nave de la Epístola

No tengo del todo claro si la banda de triángulos del Castello Svevo que ha dado pie a este texto corresponde a tiempos de Federico II o se debe, más bien, a la reforma que en el mismo realizó Carlos de Anjou ya en la segunda mitad del XIII. La única información que he podido rastrear por internet (aquí y aquí, por ejemplo) hace referencia a que esta afectó sobre todo al flanco septentrional del castillo. En cualquier caso, y a falta de acceso a la bibliografía específica, de la decimotercera centuria estamos hablando.

Eso es justo lo que nos interesa. Porque nos confirma que el motivo ornamental a base de triángulos de esas primitivas iglesias de San Dionisio y San Marcos que ha dado pie a estas líneas, insólito en tierras andaluzas, forma parte de todo un conjunto de elementos ornamentales que alcanza su difusión a lo largo del Doscientos. Elementos que, en los diferentes territorios europeos, van a poder insertarse tanto en contextos que se deben todavía al arte románico como en aquellos que corresponden ya al gótico, y que van a poder evolucionar de manera independiente a lo largo de las centurias siguientes encontrando diferentes formulaciones. Es el caso de las puntas de diamantes que se prodigan en los palacios de Barleta en el siglo XIV o en las iglesias jerezanas del XV, o de los dientes de sierra en que se transforman los antiguos zigzags. Pero no de esa banda de triángulos que se va a quedar en algunas pocas –dos que se hayan conservado: debió de haber alguna más– apariciones en la primera arquitectura cristiana de Jerez de la Frontera.

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