sábado, 17 de septiembre de 2022

El Llano de San Sebastián es Cristina, o un debate que nunca se debería haber producido

Igual que Miguel Ángel Borrego Soto hace público que, en su opinión, mi texto sobre las dimensiones de la aljama de Sharis no tiene calidad –yo me enorgullezco de haberlo publicado y no cambio una sola coma–, por mi parte confieso que su último artículo sobre el antiguo convento de Santo Domingo me parece muy triste: este señor dispara en todas direcciones con teorías inconsistentes y/o contradictorias entre sí, a diestro y siniestro, con la esperanza de que alguna bala me alcance. Sus publicaciones no solo no hacen avanzar la investigación, sino que contribuyen a mistificar las cosas y a traer confusión a las personas que no son –ni tienen por qué ser– especialistas en la materia. 

El punto más sangrante es el referente a la localización del Llano o los Llanos de San Sebastián, que se empeña en localizar en la Plaza Aladro agarrándose esta vez a un plano del Centro Cartográfico del Ejército correspondiente al siglo XVIII (lean su entrada en el siguiente enlace).

Volvamos a la Historia de Xerez del Padre Rallón. Transcribo esta vez de la edición de 2002 firmada por Emilio Martín Gutiérrez. Página 147:

“(…) Jácome Adorno, caballero genovés, edificó una capilla para Nuestra Señora de Consolación casi en el comedio de la iglesia (…). Está a la parte de la epístola, y enfrente de ella, en la del evangelio, se abrió un grande arco del cual comienza otro pedazo de iglesia hasta la que fue capilla mayor y mezquita de los moros, que hoy se llama capilla de San Pedro (…), de modo que hace otra segunda iglesia, y tiene como capilla mayor la de Nuestra Señora de Consolación”.

Con independencia de que “la que fue capilla mayor y mezquita de los moros” fuese una qubba islámica de carácter religioso y/o funerario –que es lo que yo sostengo– o un molino de aceite o un depósito de agua –Borrego Soto–, el fraile dominico describe lo que está viendo con sus propios ojos allá por 1666: ese edificio al que se refiere se encuentra al final del arco que está enfrente de la Capilla de Consolación y que se abre en el lado del evangelio. O sea, se encuentra en Cristina.

¿Y cómo se llamaba ese espacio cuando escribe Rallón? Nos vamos unas páginas atrás, a la 144 de la edición antes referida.

“(…) los religiosos predicadores comenzaron un edificio corto e hicieron su iglesia, que hoy se conserva, valiéndose de la mezquita que está en forma de fortaleza con sus almenas para capilla mayor, corriendo una iglesia pequeña que es hoy bodega y hace cara a la plaza que llamamos el llano de San Sebastián (…)”.

Una vez más dejamos a un lado si Rallón se confunde al interpretar el edículo “que está en forma de fortaleza con sus almenas” como una mezquita. Lo que en este momento concreto me interesa señalar es que ese espacio en el que se alzaban el templete y la pequeña iglesia que corre a su lado, perfectamente visibles en Van den Wyngaerde –que dibujaba un siglo atrás, en 1567–, se llamaban Llano de San Sebastián cuando escribía nuestro autor, en el segundo tercio del XVII.

 


¿Y el plano del Centro Cartográfico del Ejército, que es del siglo XVIII? Seguro que muchos lo han adivinado: en el momento en que el inmenso Llano de San Sebastián, que iba desde la Puerta de Sevilla hasta la Avenida, queda dividido en dos partes por la construcción de la gran manzana que hoy ocupa el Palacio Domecq, es necesario recoger una denominación diferenciada para cada espacio: por la cercanía, a Cristina le ponen “Llano de Santo Domingo” y Aladro se queda con San Sebastián aunque el hospital del mismo nombre había estado junto a San Juan de Letrán. Sin embargo, la denominación primitiva quedará para siempre en el recuerdo. Lean lo que escribe Agustín Muñoz y Gómez en Calles y Plazas de Xerez (transcribo del facsímil de la edición de 1903, páginas 204-205):

“Antes no existían las tres manzanas de casas comprendidas entre las calles de Guadalete, Sevilla, Eguiluz y San Sebastián de hoy, pues las construcciones de ellas no pasan del siglo pasado, y así el llano de San Sebastián comprendería un perímetro extenso donde se corrían toros y se jugaban cañas, manejos y alcancías en el día de San Sebastián.”

En fin, lo que he dicho otras veces: este debate nunca debería haber existido. Todo ha partido de un error de identificación, voluntario o involuntario, a partir del cual construir una serie de hipótesis para demostrar que yo erré en mis interpretaciones y que aquellos restos de la mezquitilla y el convento dominicano inicial no estaban en Cristina sino en Aladro, y que por ende la qubba que dibuja Wyngaerde sería “otra cosa”. ¿Ven ustedes la consecuencia de empeñarse en hacer “grandes descubrimientos” y/o de revelar lo mucho que nos equivocamos los otros? La consecuencia es crear debates sin sentido y mistificar nuestro conocimiento del pasado.

Otro día hablamos del “descubrimiento” realizado por el Doctor Borrego Soto de que la fortificación de Los Claustros era una obra mudéjar (¡de tapial y con almenas defensivas, manda narices!) y de otras cosillas más que también están enredando la madeja. De momento, les dejo –con pleno permiso de la autora– algunas páginas de Esperanza de los Ríos sobre los Llanos de San Sebastián, tomadas de su libro sobre Antón Martín Calafate y Diego Moreno Meléndez. Confío en que estas sirvan de una vez por todas para que no se sigan difundiendo más errores sobre nuestro sufrido callejero.





La imagen de Cristina, tomada de Jerezplataforma - Trabajo propio, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11148251

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